Adiós, Forever 21: la tienda que fue “el Zara americano” e icono de las fashion addicts en Nueva York dice adiós para siempre
Lo cierto es que el final de Forever 21 no ha sorprendido a nadie. Su caída ha sido lenta pero constante, y refleja cómo ha cambiado la industria de la moda en la última década y media
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Durante años, para las fashion addicts que aterrizaban en Nueva York, hacer una parada en Forever 21 era tan obligatorio como fotografiarse en Times Square. Su flagship, con cuatro plantas repletas de prendas imposibles por menos de 20 dólares, era un templo del “comprar por comprar”, un símbolo de la democratización de la moda. Pero esa era dorada ya es historia. Forever 21 acaba de anunciar el cierre de todas sus tiendas, y con ello se apaga un fenómeno que, en su momento, fue considerado el Zara estadounidense.
La marca, fundada en Los Ángeles en 1984 por la familia Chang, fue pionera en la fórmula que hoy todos conocemos como fast fashion: ropa barata, trendy, y al alcance de todos. En plena década de los 2000 y principios de 2010, Forever 21 era sinónimo de estilo asequible para adolescentes y veinteañeros que buscaban imitar las tendencias de pasarela sin arruinarse en el intento. Pero tras declararse en bancarrota por segunda vez, la empresa ha iniciado la liquidación total de sus productos, tanto en tienda como online.
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“Nos ha resultado imposible encontrar un camino sostenible hacia el futuro, dada la competencia de marcas extranjeras de fast fashion y los crecientes costes que afectan a nuestros clientes principales”, explicó Brad Sell, director financiero de la marca. Aunque aún cabe la posibilidad de que alguien compre la marca y evite su desaparición total, el escenario más probable es el cierre definitivo.
Lo cierto es que el final de Forever 21 no ha sorprendido a nadie. Su caída ha sido lenta pero constante, y refleja cómo ha cambiado la industria de la moda en la última década y media. La llegada de nuevos gigantes como Shein, Temu o PrettyLittleThing, que han acelerado el ritmo de las tendencias hasta límites vertiginosos, dejó a Forever 21 desfasada y sin capacidad de reacción. Irónicamente, la empresa que popularizó la ropa rápida fue incapaz de mantenerse al día en un mundo que ahora se mueve aún más deprisa.
Detrás del declive también hay errores estratégicos. La empresa creció de forma desmesurada abriendo tiendas gigantescas —algunas con alquileres firmados por 20 años— justo cuando el mundo giraba hacia el comercio electrónico. En total, llegaron a gastar más de 450 millones de dólares en locales. Además, la dirección siempre estuvo en manos de la familia fundadora, sin ejecutivos con experiencia en grandes corporaciones del sector. Y por si fuera poco, durante los últimos años abandonaron el tallaje plus size, justo cuando el mercado pedía más inclusión y diversidad.
A esto se sumaron factores externos, como la pandemia —que paralizó las compras físicas durante más de un año— y los vacíos legales que permiten a marcas extranjeras enviar pedidos inferiores a 800 dólares sin pagar aranceles en EE. UU., una ventaja con la que Forever 21 no podía competir.
El cierre de la marca puede parecer una victoria para quienes critican la moda rápida, pero en realidad señala un problema más profundo: los consumidores no han dejado de comprar fast fashion, simplemente han cambiado de proveedor. Shein y Temu, con modelos aún más agresivos y con un impacto ambiental muy superior, están en auge. La muerte de Forever 21 no es el fin del fast fashion; es solo el final de su primera era.
Las redes se han llenado de nostalgia, especialmente entre millennials y miembros de la generación Z que crecieron con sus perchas fluorescentes. Algunos recuerdan su primer top de encaje comprado para una fiesta del instituto; otros, las tardes infinitas de rebuscar entre montañas de camisetas de cinco dólares.
Forever 21 fue más que una tienda: fue un fenómeno cultural, un espejo de una época en la que la moda aspiracional se volvió accesible. Hoy ese espejo se rompe. Y aunque el consumidor haya cambiado de hábitos y plataformas, una cosa queda clara: el deseo de vestir las tendencias del momento —rápido, barato y sin pensar demasiado— sigue más vivo que nunca.
Durante años, para las fashion addicts que aterrizaban en Nueva York, hacer una parada en Forever 21 era tan obligatorio como fotografiarse en Times Square. Su flagship, con cuatro plantas repletas de prendas imposibles por menos de 20 dólares, era un templo del “comprar por comprar”, un símbolo de la democratización de la moda. Pero esa era dorada ya es historia. Forever 21 acaba de anunciar el cierre de todas sus tiendas, y con ello se apaga un fenómeno que, en su momento, fue considerado el Zara estadounidense.