Granada y su rica gastronomía más allá de las tapas
Un recorrido por Granada, la ciudad de la Alhambra, el albaycín y de una gastronomía muy interesante que va más allá de las populares tapas
Granada es bella porque tiene la Alhambra y por mucho más. Paseos mágicos como el de los Tristes donde el Darro con su escaso caudal guía hacia la antigua ciudadela que custodia a los reales palacios, el embrujo de la Cuesta de Gomérez que también asciende la colina o la del Chapiz escoltado por casas moriscas.
Barrios como el Realejo con el Campo del Príncipe, el Sacromonte con el mejor flamenco en las cuevas que enloquecen a los turistas y el Albaycín de cuestas empedradas, casas encaladas y vistas de ensueño. El centro es un núcleo de calles comerciales que salen de Plaza Bib-Rambla, con la Alcaicería que luce los colores de los ‘souvenirs’ del que fue un zoco árabe. Conecta con la Catedral en la encantadora plaza de las Pasiegas y la Capilla Real donde reposan los restos de los Reyes Católicos, de Juana la Loca y Felipe El Hermoso.
Granada es famosa por sus tapas pero su gastronomía es mucho más. La hostelería se nutre de buenos productos con DO propias como el cordero segureño y el aceite de Oliva de Poniente. Truchas y caviar de Riofrío, pescados de la costa y las gambas y quisquillas únicas de Motril. La costa granadina, junto con Málaga, son las únicas productoras de Europa en frutas tropicales: mangos, chirimoyas, aguacates, papayas y guayabas. Los dulces típicos son los Piononos de Casa Isla de Santa Fé. Uno de sus locales, (Carrera de la Virgen, 27) está frente a la iglesia de la Virgen de las Angustias, en el recorrido que va desde la plaza de Puerta Real al Paseo del Violón. Hay que detenerse en el puente árabe que cruza el río Genil, para contemplar una bella vista parcial del Albaicín. Los desayunos o meriendas en el Gran Café Bib-Rambla con churros siempre recién hechos, algo común en cualquier cafetería que los ofrezca.
Para hablar de buena mesa, un clásico que se mantiene en el tiempo y referente de la cocina tradicional es el Mesón Pepe Quiles (Ctra. Antigua de Málaga, 191) con casi treinta años de experiencia sigue llenando sus mesas.
A pesar de no figurar en las rutas turísticas es bien conocido por granadinos, visitantes recomendados y una clientela que aprecia el buen producto y los buenos platos que salen de su cocina. Mariscos, pescados de otras lonjas como la gallega, acercan rodaballos o lubinas salvajes que con los del litoral andaluz preparados a la sal son únicos en la capital. Mención especial para las carnes a la brasa o en tartar, también de atún, salmón o lubina; el secreto ibérico con huevos y el foie de la casa; y, la gran bodega, con una buena selección de etiquetas nacionales, en su mayoría.
En Granada hay cabida para la cocina de nuevas generaciones que irrumpen en el panorama culinario más moderno y que luchan por dar voz a unos productos y una gastronomía poco reconocida.
El Claustro (Gran Vía de Colón, 31) es el restaurante del Hotel AC Santa Paula que ocupa el refectorio de un antiguo convento de clausura. En los fogones desarrollan sus artes, los chefs Rafael Arroyo y Juan Andrés Morilla que amplia su cocina sofisticada y vanguardista. El Carmen de Isabela (Carretera de la Sierra, 13). El restaurante de Arriaga (Avenida de las Ciencias Nº2) eleva su cocina, elaborada y con raíces vascas, al último piso de un edificio de sesenta metros de altura.
Sibarius en Plaza Bib-Rambla, es un local moderno e informal, que contenta a todos los paladares con propuestas sencillas como los huevos estrellados y que se atreve con fusiones y recetas de otras culturas como la asiática, que son un acierto porque la base es el buen producto andaluz.
Si decide alojarse dentro de la ciudadela, el Hotel Alhambra Palace forma parte, junto con la Alhambra, del conjunto protegido por la Unesco. Un lugar para disfrutar de las recetas de Paco Rivas, jefe de cocina durante 42 años, y una de las mejores panorámicas de la ciudad.
Granada es bella porque tiene la Alhambra y por mucho más. Paseos mágicos como el de los Tristes donde el Darro con su escaso caudal guía hacia la antigua ciudadela que custodia a los reales palacios, el embrujo de la Cuesta de Gomérez que también asciende la colina o la del Chapiz escoltado por casas moriscas.