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La "pasión turca" de Manolo Blahnik
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La "pasión turca" de Manolo Blahnik

Una suma de acontecimientes aparentemente inconexos ha guiado a Manolo Blahnik en el diseño de su última colección. De Turquía a Finlandia pasando por la campiña

Una suma de acontecimientes aparentemente inconexos ha guiado a Manolo Blahnik en el diseño de su última colección. De Turquía a Finlandia pasando por la campiña inglesa, el palmero más universal del mundo del diseño, recientemente nombrado Comandante Honorario del Imperio Británico, encuentra la inspiración dondequiera que va, ya sea en un templo religioso o en una pequeña tienda. "Acababa de volver de Turquía", explica Blahnik, "donde pude ver toda su maravillosa arquitectura". La visita a la basílica de Santa Sofía, en Estambul, llenó de ideas su mente creativa.

De la Haiga Sophia Blahnik no pudo más que mirar y admirar las sinuosas curvas de sus ventanas. Ellas le sirvieron de base para crear las líneas maestras de la nueva colección. Y en un viaje frenético entre los dos extremos de la vieja Europa, las musas le llevaron del templo de las dos religiones (cristiana y musulmana) al condado inglés de Somerset: "Estando en Bath me encontré unos estampados maravillosos de Marimekko en una pequeña tienda". Una conjunción extraña, sí, pero que parece haber encontrado (valga el recurrente juego de palabras) la horma de su zapato. Como comenta Blahnik "ocurrió que, aun tan bizarra como sonaba la combinación, finalmente los dos encajaban a la perfección".

El estampado que cautivó a Blahnik es el Mini-Unikko, un diseño clásico de Marimekko. En 1964, el creador de la casa finlandesa, Armi Ratia, no quería oir hablar de la presencia de motivos florales entre sus trabajos. La diseñadora Marja Isola no se amilanó. Más bien al contrario, se puso manos a la obra y creó este instant classic que décadas después sigue siendo el referente al que muchos acuden para hablar de su obra. La nueva colección también incluye un estampado más gráfico y posmoderno, el BonBon, en tonos desaturados blancos y negros.


La creatividad de Blahnik no tiene fin: igual utiliza una cucharilla de café para crear la base de una suela que una aguja con la que construir un afilado tacón; y siempre piensa en cómo sublimar la belleza de las diferentes partes del pie: "Quería que los zapatos se vieran tan bien por detrás como por delante". El resultado es una colección estudiada hasta en el más pequeño de los detalles, de tal modo que éstos, como pequeños obreros de la elegancia, se hacen tan invisibles como fundamentales.

Aparte del trabajo con Marimekko, Blahnik continúa con sus colaboraciones con jóvenes diseñadores para llevar sus propuestas a la pasarela. Por segunda ocasión, el elegido ha sido el británico Christopher Kane, con el que ha creado una bota y un zapato, ambos igual de rudos, que ya se han convertido en musts de temporada. Para un espíritu inquieto como el de Blahnik, trabajar con savia nueva siempre es reconfortante: "Te mantiene al día en lo que esta ocurriendo, y sirve para ver las cosas con un aire fresco".

Una suma de acontecimientes aparentemente inconexos ha guiado a Manolo Blahnik en el diseño de su última colección. De Turquía a Finlandia pasando por la campiña inglesa, el palmero más universal del mundo del diseño, recientemente nombrado Comandante Honorario del Imperio Británico, encuentra la inspiración dondequiera que va, ya sea en un templo religioso o en una pequeña tienda. "Acababa de volver de Turquía", explica Blahnik, "donde pude ver toda su maravillosa arquitectura". La visita a la basílica de Santa Sofía, en Estambul, llenó de ideas su mente creativa.