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Lentillas azules y pelo postizo de princesas peruanas: la primera boda de Rocío Carrasco
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Una boda no muy deseada

Lentillas azules y pelo postizo de princesas peruanas: la primera boda de Rocío Carrasco

La hija de Rocío Jurado se ha casado en dos ocasiones, la segunda con Fidel Albiac el 7 de septiembre de 2016. Su primer enlace nada tuvo que ver con el que la unió a un guardia civil

Foto: Rocío Carrasco, en su primera boda en un fotomontaje realizado por Vanitatis
Rocío Carrasco, en su primera boda en un fotomontaje realizado por Vanitatis

La serie documental de Rocío Carrasco que, a partir de este domingo, empieza a emitirse en Telecinco actualiza muchos de los momentos más importantes de su vida. Unos fueron alegres como el nacimiento de sus hijos y otros muy desgraciados como la sentencia de 2.000 folios que publicó en exclusiva el año pasado Vanitatis. En ese reportaje dividido en siete capítulos aparecían episodios muy duros vividos por la protagonista.

Pero antes de que esto sucediera hubo una etapa feliz compartida con el padre de sus hijos. Un noviazgo y una salida de la casa familiar cuando cumplió los 18 años que entristeció a 'la más grande' y que ella misma contaba: “Me ‘jinqué’ de rodillas delante de ella para que no se fuera”. Si por ella hubiera sido, la boda se habría retrasado aunque ya la nieta, Rocío Flores, venía en camino. Rocío Jurado tenía ese punto de meiga que la hacía intuir que el futuro matrimonial no iba a ser para toda la vida. El mismo día de la boda, que hoy recordamos, la artista se nos acercó y con lágrimas en los ojos nos dijo: “Ojalá nunca tenga que arrepentirse”. Ahí dejó la frase y, a continuación, brindó.

Nos remontamos al 31 de marzo de 1996, ese día una veinteañera Rocío Carrasco se casaba con Antonio David Flores en la finca Yerbabuena, propiedad de Ortega Cano. El mismo lugar donde lo había hecho su madre el 17 de febrero de 1995. Un campo engalanado y más de 600 invitados, donde por supuesto la prensa estaba invitada a todo, como el resto de amigos y familiares. A la ceremonia religiosa, al aperitivo servido en el patio de la casa, a la cena posterior, al baile, al resopón y de madrugada al chocolate con churros preparados en el momento. La boda fue, sin duda, muy diferente a la que uniría a Rocío el 7 de septiembre de 2016, veinte años después, con Fidel Albiac.

Foto: Fidel y Rocío

En el caso de los periodistas, en ambas boda hubo trabajo y diversión a tiempo completo. No hubo quejas por parte de ningún medio, porque ya se sabía que tanto Jurado como su hija habían hecho un posado mientras se vestían en sus respectivas bodas. Rocío Jurado acompañada por su modisto de cámara, Carlos Arturo Zapata, y la niña por Tony Ardón, un diseñador menos conocido que el colombiano pero igual de amigo. No solo le hizo el vestido nupcial a Rociito (que así se la conocía hasta que llegó Fidel a su vida), sino que muchos años después, cuando a la cantante le detectaron el cáncer y estaba ingresada en el hospital Monte Príncipe de Madrid, Ardón le llevó una carpeta con dibujos de sus futuros vestidos que nunca utilizaría. Nadie imaginaba en aquel momento lo que pasaría en la estructura familiar aparentemente unida años después. Rocío Carrasco, desmembrada por decisión propia del núcleo Jurado/Mohedano/Cano.

La madre hubiera preferido que la niña de sus ojos no hubiera tenido tanta prisa en cambiar de estado civil, pero ya venía en camino la hija Ro. Tampoco estuvo de acuerdo en que la joven, una vez que cumplió su mayoría de edad, abandonara el domicilio familiar y se fuera a vivir con Antonio David a Argentona. Cuentan que Rocío sufrió por esta huida sentimental hasta que comprendió que con los hijos era mejor quererlos que establecer fronteras, aunque no se tuviera la razón. Puede ser que si Rocío Carrasco hubiera seguido esa línea vital de su madre, esta segunda y mediática boda habría sido diferente. Pero el futuro nunca es presente.

Las pautas del primer enlace de la niña de la Jurado fueron muy parecidas a las del de su madre. Ceremonia en la ermita de las Cuatro Vírgenes, repique de campanas a la entrada y salida, Salve Rociera, calesas para los novios y padrinos, aperitivos con langostinos de Huelva, cena a lo grande y baile. Todo organizado en una inmensa carpa que acogía a la familia, amigos y hasta a algún enemigo que se encargó de filtrar tiempo después las imágenes de Ortega Cano cantando de madrugada su 'Estamos tan a gustito'. Este estribillo improvisado en letra y música por el torero se convertiría en un tema tan obligado en las bodas como 'Paquito el Chocolatero'.

placeholder Rocío Carrasco, el día de su boda.
Rocío Carrasco, el día de su boda.

Las curiosidades del enlace

Rociito marcó la diferencia y lució unas lentillas de color azul Nivea que se había colocado meses atrás. Era la moda entre las jovencitas, y ella que había sido rebelde desde la adolescencia decidió que ese día no se las quitaba. "Son las cosas de Ro", disculpaba Juan de la Rosa, el que fuera secretario, amigo, casi hermano de Jurado y encubridor en muchas ocasiones de las travesuras de la niña. Pero quizá lo más sorprendente no fue la mirada azul, sino el postizo que le hizo Ruphert a modo de cascada de tirabuzones. Carrasco llevaba el pelo muy corto, casi a lo chico, en ese tiempo. Era difícil colocar los veinte metros de velo de tul y el peluquero lo solucionó de esa manera. Y no era un pelo cualquiera, sino traído especialmente para ella desde Perú. Se dijo que era cabello de princesas de tribus peruanas. Verdad o no, el caso es que hubo quien quiso cortar un rizo por aquello de que traía suerte.

placeholder De niña a mujer, la vida de Rocío Carrasco en fotos
De niña a mujer, la vida de Rocío Carrasco en fotos

Ese día, Rocío Carrasco estaba acompañada por las dos personas que más la han querido en su vida. Su madre, a la que homenajeó luciendo la misma cruz de platino y diamantes que lució en su boda con Ortega y que había pertenecido a la abuela, y su padre, Pedro Carrasco, espléndido en su chaqué. El boxeador se emocionó en varias ocasiones. Una de ellas cuando subía la cuesta camino de la ermita en la calesa engalanada y prestada por Manuel Prado y Colón de Carvajal (el tesorero del Rey emérito) acompañando a su niña y con los acordes del grupo rociero.

Un cuadro familiar que ya no existe y que representaba la España más tópica y típica en sus protagonistas estelares: la folclórica, el torero, el boxeador, la niña y el novio guardia civil.

La serie documental de Rocío Carrasco que, a partir de este domingo, empieza a emitirse en Telecinco actualiza muchos de los momentos más importantes de su vida. Unos fueron alegres como el nacimiento de sus hijos y otros muy desgraciados como la sentencia de 2.000 folios que publicó en exclusiva el año pasado Vanitatis. En ese reportaje dividido en siete capítulos aparecían episodios muy duros vividos por la protagonista.

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