Es noticia
Menú
Los secretos de las mellizas Thyssen
  1. Noticias
NOTICIAS

Los secretos de las mellizas Thyssen

Carmen y Sabina, las hijas de Tita Cervera, existen. Desde su nacimiento el 6 de julio de hace dos años en California, poco se sabía de

Foto: Los secretos de las mellizas Thyssen
Los secretos de las mellizas Thyssen

Carmen y Sabina, las hijas de Tita Cervera, existen. Desde su nacimiento el 6 de julio de hace dos años en California, poco se sabía de ellas. Mejor dicho, nada. Mamá baronesa las tenía guardaditas en la villa de San Feliú donde -como hemos visto en ¡Hola!- les ha montado su paraíso particular. Se trata de una especie de burbuja de color de rosa donde las mellicitas viven, por el momento, su cuento también de color de rosa.

Desde el mismo día que vinieron al mundo, Carmen tenía muy claro donde quería que sus hijas pasaran los primeros años de su vida. En un lugar privilegiado como es el entorno de ‘Mas Mañanas’ con el Mediterráneo como referencia visual. De todas las casas que tuvo y tiene, ésta es la única que nunca formó parte del patrimonio del barón. La compró cuando era señora de Tarzán (Lex Baxter) y siempre ha sido su preferida. Por eso, cuando decidió volver a ser madre, remodeló la zona denominada la masía donde antes había una vivienda de invitados con su salón, dormitorio y aseo para cuando llegaran los hijos, en este caso la hijas.

Como hizo en su casa de Marbella, prácticamente no ha contado con ayuda de ningún decorador oficial. En la masión de ‘La Moraleja’, en cambio, las obras de la zona de las niñas están aún sin terminar, pero no es del tipo pink house, sino que utiliza el Arco Iris en todo su esplendor. En la variación está el gusto, o mejor dicho no era cuestión de empachar a los bebés con un color único en todos sus espacios vitales.

En San Feliú eligió el rosa como tono dominante y de hilo conductor en todas las habitaciones. Hasta el piano que hay en el cuarto de estar es pink. Y la pregunta del millón es si las niñas están recibiendo clases de música. Por ahora, no hay profesor. Me dicen que la virtuosa es mamá Tita. Mientras las niñas juegan en el corralito tamaño king size, ella ameniza las tardes con piezas poco sofisticadas. En su día ya me contaba que quería darles a sus hijas una educación renacentista “para que se interesen desde pequeñas por la música, el arte…”

De hecho, las niñas no ven la ‘tele’ convencional, sino que como las Infantas Leonor y Sofía son adictas al ‘Baby Einstein’. Se trata de DVD’s interactivos que lo mismo sirven para que Carmen y Sabina aprendan los colores, desarrollen la imaginación literaria (‘Baby Shakespeare’), conozcan el cielo (‘Baby Galileo’), o distingan desde pequeñitas a los grandes compositores como Bach, Beethoven o Mozart. Aunque tienen un ejército de cuidadoras (cuatro, más la jefa de las tatas), cuando la mamma está en casa se encarga personalmente de darles de comer, vestirlas, jugar y pasear por el jardín. De todas formas, y aunque aún son pequeñas y no necesitan más compañía que la familiar, de cuando en cuando comparten los juegos con niños de la misma urbanización.

En la habitación de juegos ha montado una especie de pinacoteca doméstica con varios óleos de las niñas pintados por su amiga Mercedes Lasarte; una imagen de Borja en la playa; y una réplica en seda de la pintura de Heade Orquídea y colibrí cerca de una cascada de montaña cuyo original cuelga del Museo Thyssen y pertenece a la colección privada de mamá Tita. En e dormitorio de las niñas ha continuado con la costumbre de engalanar los azulejos del baño. En la casa de Marbella utilizó el Mata Mua de Gauguin como fondo de la bañera y en ‘Mas Mañanas’ un dibujo cuyo apunte original es obra de la dueña de la casa. Por el momento, Sabina y Carmen se limitan a pintar con los dedos, pero si continúa la costumbre familiar es muy posible que pronto veamos las creaciones de las mellizas Thyssen colgadas en cualquier lugar de la burbuja rosa.

Carmen y Sabina, las hijas de Tita Cervera, existen. Desde su nacimiento el 6 de julio de hace dos años en California, poco se sabía de ellas. Mejor dicho, nada. Mamá baronesa las tenía guardaditas en la villa de San Feliú donde -como hemos visto en ¡Hola!- les ha montado su paraíso particular. Se trata de una especie de burbuja de color de rosa donde las mellicitas viven, por el momento, su cuento también de color de rosa.