Tarde histórica de José Tomás en Las Ventas

Es más que un torero. Un fenómeno social. Llevábamos seis años esperando al mito en la arena madrileña y llenó la plaza hasta la bandera. No era para menos. Vestido de azul turquesa y oro, fue la estrella de la tarde. Pocos sabían que el cartel lo completaban Javier Conde y Daniel Luque, que confirmó alternativa con toros de Victoriano del Río. Las Ventas guardaba su Puerta Grande esperando al diestro de Galapagar.

"No hay billetes"

No se veía cemento. No cabía un alma más. Tras la entrada de los aficionados se cerró el portón a la prensa. Las cámaras estaban mejor en la calle.

Exclusivo fue el festejo y exclusiva la asistencia. El Rey don Juan Carlos y la Infanta doña Elena no quisieron quedarse sin ver el acontecimiento que ha traspasado fronteras. Al entrar, saludaron cariñosamente al periodista Carlos Herrera y vieron el festejo desde la barrera del tendido uno. Javier Conde le brindó la primera faena a Su Majestad. José Tomás, republicano, prefirió dedicársela al público, que le regaló las dos orejas. En su segundo le vendrían las otras dos. Para él nada es suficiente. La Puerta Grande se quedó chica para tan indescriptible torero.

Uno de los 'protagonistas' del tendido fue Luis del Olmo, que presenció el espectáculo sentado no muy lejos de la presentadora de TVE, Inés Ballester, apasionada del toreo y, sobre todo, de José Tomás.

Entre otros compañeros de profesión del diestro, acudieron Óscar Higares y 'El Litri'. Un aficionado José Luis Garci también disfrutó de la tarde entre el graderío donde ocuparon asiento, entre otros, el director técnico de la selección inglesa de fútbol, Fabio Capello, y el efímero ex presidente del Real Madrid, Fernando Martín. Salieron contentos de la plaza. Sabían que habían elegido el mejor día para disfrutar de la Fiesta Nacional.

El torero famoso que rehúye la fama

El ‘apadrinado’ de Ortega Cano (mayo 1996), que en su última faena en la Corrida de Beneficencia de 2002 en Las Ventas cortó dos orejas y también abrió la Puerta del Príncipe, es casi una leyenda: no le gustan las multitudes y mucho menos las cámaras de televisión, pero se ha convertido, a base de arrimarse al toro y algún que otro susto ("prefiero una cornada a un paso atrás"), en el torero que el respetable espera ver y por el que, en la segunda de Aniversario, más de uno llegó a pagar hasta medio millón de las antiguas pesetas.