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A vueltas con la nariz de la Princesa
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A vueltas con la nariz de la Princesa

Las medias verdades siempre acaban convirtiéndose en medias mentiras. Con la operación nasal de la Princesa de Asturias ha sucedido algo parecido, y no es la

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A vueltas con la nariz de la Princesa

Las medias verdades siempre acaban convirtiéndose en medias mentiras. Con la operación nasal de la Princesa de Asturias ha sucedido algo parecido, y no es la primera vez que ocurre una situación de este tipo. Cuando nació la Infanta Leonor se supo que los padres habían decidido guardar sangre del cordón umbilical de la recién nacida en un centro especializado de Tucson (Arizona), una practica habitual en muchos hospitales privados, pero no en la sanidad publica, donde sólo se permite la donación altruista y no para uso exclusivo del titular. El hecho en sí no tendría mayor importancia, pero al tratarse de los futuros reyes de España resultaba complicado entender una decisión que no esta al alcance del noventa por ciento de la ciudadanía.

En aquel momento, la opacidad informativa que ha rodeado al príncipe heredero desde que se convirtió en un hombre casado convirtió la noticia en tema de debate. Incido en el estado civil de don Felipe porque antes de su matrimonio con la periodista Letizia Ortiz la normalidad en asuntos cotidianos (y por supuesto los institucionales) era la tónica habitual, una disposición que mantienen los Reyes y las Infantas. De hecho las revisiones medicas anuales y las terapias antiaging a las que se somete el jefe del Estado no forman parte del top secret. En el caso de doña Letizia es al revés. Todo lo que la rodea, por más nimio que sea, se convierte en el misterio de la pirámide.

 

Ahora, con la operación de cirugía estética, la historia se repite. Guste o no a la real protagonista y observando las imágenes del antes y después la intervención quirúrgica, además de reconvertir el tabique nasal “para paliar sus problemas respiratorios” (Zarzuela, dice) la operación ha servido para reestructurar el perfil de la Princesa. Lo llamativo del caso es que si no hubiera sido por la visita obligada de los príncipes a los supervivientes de la tragedia aérea de Barajas, no habríamos sabido de la transformación nasal. Hay especialistas que afirman que además de la nariz los retoques faciales son más amplios, una información que han negado extraoficialmente desde la secretaría de palacio porque oficialmente son asuntos que pertenecen a la intimidad de doña Letizia y por lo tanto no saben/no contestan.

El caso es que esa privacidad no es tal cuando la protagonista es la esposa del heredero de la Corona. Ahora se ha sabido –según publican El Mundo y el digital de Apezarena– que la princesa se trasladó con su madre a Suiza, donde le practicaron la operación en una clínica privada. Las preguntas por lo tanto son casi obligadas: ¿Quién costeó la intervención quirúrgica, el viaje, la estancia y la seguridad obligada que debe acompañar todos los movimientos de la nuera real? ¿Por qué los servicios médicos de La Zarzuela aconsejaron a la egregia dama la operación (como asegura el comunicado verbal) y luego resulta que ella elige especialistas suizos? Siendo como es la madre de la futura reina de España, ¿no habría sido mejor más transparencia informativa? ¿Que razones tuvo la princesa de Asturias para no fiarse –aparentemente– de la sanidad pública?

Las medias verdades siempre acaban convirtiéndose en medias mentiras. Con la operación nasal de la Princesa de Asturias ha sucedido algo parecido, y no es la primera vez que ocurre una situación de este tipo. Cuando nació la Infanta Leonor se supo que los padres habían decidido guardar sangre del cordón umbilical de la recién nacida en un centro especializado de Tucson (Arizona), una practica habitual en muchos hospitales privados, pero no en la sanidad publica, donde sólo se permite la donación altruista y no para uso exclusivo del titular. El hecho en sí no tendría mayor importancia, pero al tratarse de los futuros reyes de España resultaba complicado entender una decisión que no esta al alcance del noventa por ciento de la ciudadanía.