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El enfado de las Infantas
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El enfado de las Infantas

Los retoques estéticos de la Princesa Letizia han tenido sus efectos colaterales. Y no me refiero a temas de salud relacionados con la intervención quirúrgica, ni

Foto: El enfado de las Infantas
El enfado de las Infantas

Los retoques estéticos de la Princesa Letizia han tenido sus efectos colaterales. Y no me refiero a temas de salud relacionados con la intervención quirúrgica, ni a los tratamientos estéticos que suele seguir, ni tampoco a lo mucho que ha dado de sí el tema. Y que sigue dando, porque a estas alturas de la película aún se especula el dónde, cómo y cuándo de la “restauración”. Los últimos comentarios dan como referente otro especialista como padre del cambio de imagen. Y van tres. A saber, el de Suiza (descartado), el del hospital Gómez Ulla (militar, por supuesto), el del Ruber Internacional (civil) y ahora un cuarto que ha dejado caer, como quien no quiere la cosa, que él es el artífice de la nueva imagen de la princesa.

 

Al no haber comunicado oficial, la restauración de la nariz principesca va a convertirse en leyenda como pasó con Cleopatra. En cambio, el referente estético a base de botox y vitaminas sí que está controlado porque informadores de ambos sexos han coincidido con la nuera real en el mismo centro y se dan parecidos tratamientos.

Retomando el primer párrafo, los efectos colaterales no tienen que ver con lo que algunos de ustedes imaginan, sino con otro asunto totalmente opuesto donde las hermanas de su marido, las Infantas, serían las “perjudicadas”. Resulta que desde que se hizo público el cambio físico de la princesa, al resto de miembros de la Primera Familia se les mira con lupa para descubrir si sí o si no. Sobre todo con las mujeres. Del Rey ya se sabe porque es oficial que sigue tratamientos antiage. De la Reina, también y los resultados vitamínicos son visibles. En cambio, poco o nada se sabía de las Infantas Elena y Cristina y tampoco se especulaba con sus físicos. Y aquí es cuando surge el problema de lo que defino como efectos colaterales.

Las Infantas, como cualquier persona que quiere estar bien, siguen tratamientos faciales y corporales y mucho deporte. Pero, según me dicen, no ha habido intervenciones quirúrgicas para quitar de aquí y poner allí. Las dos son de buen comer, sobre todo Cristina, y mantener el tipo les cuesta como a cualquiera. Por eso, cada vez que se publica que se han hecho algo se molestan porque como a todo hijo de vecino mantenerse en forma supone un suplicio. Los kilos son selectivos y lo mismo se colocan en la cartuchera de una reina que en la cintura de una infanta que en el abdomen de un funcionario.

Los retoques estéticos de la Princesa Letizia han tenido sus efectos colaterales. Y no me refiero a temas de salud relacionados con la intervención quirúrgica, ni a los tratamientos estéticos que suele seguir, ni tampoco a lo mucho que ha dado de sí el tema. Y que sigue dando, porque a estas alturas de la película aún se especula el dónde, cómo y cuándo de la “restauración”. Los últimos comentarios dan como referente otro especialista como padre del cambio de imagen. Y van tres. A saber, el de Suiza (descartado), el del hospital Gómez Ulla (militar, por supuesto), el del Ruber Internacional (civil) y ahora un cuarto que ha dejado caer, como quien no quiere la cosa, que él es el artífice de la nueva imagen de la princesa.