Los duques de Lugo, un año de separación
El próximo jueves 13 de noviembre se cumple un año del “cese temporal de su relación conyugal” de los duques de Lugo. Desde entonces, sus vidas
El próximo jueves 13 de noviembre se cumple un año del “cese temporal de su relación conyugal” de los duques de Lugo. Desde entonces, sus vidas han dado un cambio radical sin que el amor regrese a sus vidas. La Infanta Elena se ha mudado dos veces, se ha comprado un piso, ha encontrado un trabajo y ha tirado de agenda de amigos para mantener su estatus. A Jaime de Marichalar, en cambio, le ha costado más retomar su vida. Sólo, en su megaático, ha perdido parte de las amistades y pende de un hilo su presidencia en el Consejo de Administración de la Fundación Winterthur.
Aunque en un principio su situación se definió como un “cese temporal de su relación conyugal sin consecuencias jurídicas”, se ha transformado en una separación en toda regla pendiente de un divorcio para el que todos están preparados. Y es que el matrimonio de los duques de Lugo no tiene solución. A día de hoy, la reconciliación es prácticamente imposible. Sus diferencias no sólo no se han limado, sino que se han acrecentado. Sin embargo, la Reina sigue guardando un especial cariño al todavía marido de su primogénita. Y también fue doña Sofía quien le confesó a Pilar Urbano en su libro que no había comenzado los trámites legales de separación.
Sea como sea, los duques de Lugo se han asesorado de cara al divorcio. En un primer momento, Jaime de Marichalar contrató los servicios de Concha Sierra, una veterana abogada con la que se sienta en el Consejo de Administración de Porland Valderribas. Sin embargo, posteriormente le pasó el caso a Cristina Peña, letrada experta en temas relacionados con medios de comunicación. De hecho, defendió a algunas de las revistas que Telma Ortiz sentó en el banquillo. Sin embargo, fue Concha Sierra la encargada de parar las acusaciones de la revista Época. Este medio publicó que la Infanta Elena estaba dispuesta a alegar un supuesto consumo ocasional de cocaína de su marido como arma para conseguir el divorcio.
La Infanta Elena tampoco está desvalida. Cuenta con el apoyo de los servicios legales del Palacio de la Zarzuela, así como con el asesoramiento del Bufete Uría & Menéndez, que ya ha trabajado para la Casa Real. Al parecer, las negociaciones ya habrían comenzado y serían duras ya que el duque quiere mantener su estatus real. Sin embargo, la Reina y los propios implicados negaron este tipo de contactos. Tampoco hay que olvidar que, como en toda pareja real, firmaron antes del matrimonio una serie de capitulaciones. Y es que Elena es la cuarta en el orden sucesorio al trono.
Vidas separadas
Sólo un día después del anuncio de separación, la Infanta Elena ya había abandonado la casa familiar en el barrio de Salamanca acompañadas de sus hijos Froilán y Victoria. Se instaló rápido, tras un tiempo en Zarzuela, en una casa alquilada en la colonia Fuente del Berro. Seis meses después se compró su propia casa entre el barrio del Niño Jesús y la Estrella. Allí, en un amplio ático, se instaló con sus niños, una vez que se habían tomado las medias de seguridad pertinentes.
Pero en el plano personal, la vida de la Infanta también se ha transformado. Ha retomado su amistad con antiguos amigos de la hípica. Todos los días monta a caballo. También ha realizado alguna que otra escapada con amigos a Ávila o Valencia. Su corazón sigue más libre que un taxi, aunque la han relacionado con varios hombres, todos ellos felizmente casados. En el plano profesional, doña Elena ha conseguido un nuevo trabajo para pagar la hipoteca. Desde el pasado mes de septiembre presta sus servicios en la Fundación Mapfre. Pero tampoco olvida sus actos oficiales. La Infanta cumple al milímetro con su agenda, que siempre tiene uno o dos actos programados por semana.
Por su parte, Jaime de Marichalar también ha continuado con su vida. Mientras algunas amistades le han dado la espalda, otras se han volcado en él. Sin embargo, a día de hoy su agenda social se ha resentido. Además, ahora está pendiente su renovación en la Fundación Winterthur. Muchos dudan que mantenga este trabajo, aunque habrá que esperar a la renovación del Consejo de Administración. Otras fuentes apuntan que el duque, que no desea perder su título, quiere instalarse en París para retomar su vida. Allí vivió parte de su juventud y tiene grandes amigos. Además, Marichalar ha tenido el apoyo total de su familia, mientras que la Infanta ha estado al cien por cien aconsejada por su padre el Rey, que fue quien tuvo la última palabra en este complejo final. Sea como sea, su separación sólo acaba de comenzar.
El próximo jueves 13 de noviembre se cumple un año del “cese temporal de su relación conyugal” de los duques de Lugo. Desde entonces, sus vidas han dado un cambio radical sin que el amor regrese a sus vidas. La Infanta Elena se ha mudado dos veces, se ha comprado un piso, ha encontrado un trabajo y ha tirado de agenda de amigos para mantener su estatus. A Jaime de Marichalar, en cambio, le ha costado más retomar su vida. Sólo, en su megaático, ha perdido parte de las amistades y pende de un hilo su presidencia en el Consejo de Administración de la Fundación Winterthur.