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Duval, Lomana y Trump: duelo de rubias
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Duval, Lomana y Trump: duelo de rubias

Lo bueno que tiene ser de parecidas hechuras y similar estilismo es que si uno se cansa de ser la estrella de una fiesta, agarra la puerta

Foto: Duval, Lomana y Trump: duelo de rubias
Duval, Lomana y Trump: duelo de rubias

Lo bueno que tiene ser de parecidas hechuras y similar estilismo es que si uno se cansa de ser la estrella de una fiesta, agarra la puerta y se marcha sin que el resto de invitados que no controlan al cien por cien el “momento celebrity” se percaten. Y así ocurrió con tres rubias de bandera. Mejor dicho, dos platino y una un poco más tirando a ceniza. Hasta hubo caballeros que, queriendo trastear con una, piropeaban a la otra.

El caso es que las tres damas de nuestra historia, que bien podrían ser el trío de la copla, tienen más similitudes que divergencias. Les gustan los diseños apretados y preferentemente de brillos o pantera. Tienen éxito con los hombres y a dos ellas le gustan jóvenes y con algo de conversación. No demasiada, porque para listas ya están ellas.

Las trillizas glamurosas fueron tema de conversación en la cena del hotel Alfonso XIII que cada año festeja a los invitados que acuden a la feria del caballo sevillana (SICAB). Ivanna Trump, Carmen Lomana y Norma Duval fueron las tres rubias de oro que mantuvieron en vilo a la concurrencia. (Ver álbum)

Ivanna abandonó pronto el convite pero como la confundieron con Lomana, que mantuvo presencia hasta las seis de la mañana y sin necesidad de pasar por el cuarto de baño para retocarse, no la echaron de menos. La megamillonaria llegó a Sevilla sola y con dos baúles Vuitton (con perchas y cajoncitos) porque después continuaba su viaje con destino a Georgia y Rusia, donde ha comprado balnearios que quiere convertir en hoteles de superlujo.

La dama Trump explicó su querencia por los hombres jóvenes: “Prefiero ser babysitter de mis novios que enfermera geriátrica. Además los hombres maduros se mueren si quieren mantener mi ritmo”. Así de clarito lo dejó mientras le echaba el ojo a un par de jovencitos que no debieron convencerla porque prefirió que le acompañara hasta el ascensor del hotel el entrañable Julio Ayesa, con más años, pero mucho más divertido.

Otra de las sorpresas fue la vuelta a la vida social de Norma Duval. Vestida con un modelo muy parecido al que lució Ivanna Trump en su cuarta despedida de soltera, se mostró simpática, habladora y sin la bordería que utilizaba cuando era señora de Frade. No hubo problemas con ella e incluso tampoco puso distancia cuando charlaba con amistades de hace tiempo como Adolfo Sánchez de Movellán o el ganadero José María Gil Silgado, dueño de la yeguada Revujena La Alta y coleccionista de coches de caballos.

Lomana, por su parte, demostró estar en forma. Bailó lo que le echaran -rumbas, merengue, sevillanas- y al día siguiente estaba fresca como una rosa. Tanto es así que hubo quien pretende hacer creer que tiene una doble que alterna con la genuina. ¿Se imaginan que fuera cierto?. El caso es que las tres rubias fueron parte del atractivo de la fiesta del caballo donde ningún vip cobró un duro por acudir.

Entre los muchos invitados destacaron la bella Antonia Dell´Atte, Rubén Domínguez, Curro Romero y Carmen Tello, la condesa de Romanones, Jaime Molina, María Rosa, la marquesa de Saltillo, Pepín Liria, María Freixas, Rosa Clará, Arantxa de Benito, Pedro y Begoña Trapote -que esa noche sustituyó los diseños joyeros de Felipe González por unos espectaculares pendientes-, el expresidente de Santo Domingo, Hipólito Mejía, Ana Romero, Ignacio Casas, Alonso Figueroa, Pastora Soler, Tony Benitez, volcado en sus clases de pintura, Olfo Bosé  y muchos más. Fin de fiesta en casa de Lola de los Reyes, en el barrio de los Remedios, donde Soni López y Ana Real caldearon el ambiente con su arte.
 

Lo bueno que tiene ser de parecidas hechuras y similar estilismo es que si uno se cansa de ser la estrella de una fiesta, agarra la puerta y se marcha sin que el resto de invitados que no controlan al cien por cien el “momento celebrity” se percaten. Y así ocurrió con tres rubias de bandera. Mejor dicho, dos platino y una un poco más tirando a ceniza. Hasta hubo caballeros que, queriendo trastear con una, piropeaban a la otra.