José Bono, el consuegro 'con suerte' de Raphael

En Linares, Jaén, cuna de tantos ilustres de naturaleza virtuosa, José Bono ya no es el presidente del Congreso de los Diputados. Para los linarenses, su categoría política ha quedado en desventaja, en segundo plano. Ni Pepe ni José: Bono es consuegro del gran Raphael. Y punto.

El cantante, en cambio, sigue siendo el mismo de siempre. A pesar de sus éxitos, Raphael se sigue pareciendo al ‘niño de Linares’, aquel bebé que se marchó a Madrid a los pocos meses de vida para regresar a los quince con voz de ruiseñor. Pero, aunque la memoria es débil, los vecinos de la localidad que le vio nacer en 1943, son raphaelistas a muerte y se lo demuestran en cuanto hay ocasión, al coro de la histeria, los nervios y la profunda admiración. Eso sí, los seguidores más acérrimos no bajan de los 70.

Como no podía ser de otra forma, el ex ministro de Defensa no puso en tela de juicio su nuevo estatus público y, antes de poner rumbo a Salobre (Albacete), su ciudad, acompañó al grosso de su familia política en el acto que Raphael había estado esperando toda una vida de dedicación al oficio de ponerle música a cada momento: la inauguración de su Casa Museo en El Pósito, un edificio del siglo XVIII rehabilitado.

“Estoy tan emocionado…  Además, este museo seguirá creciendo porque yo sigo en activo. Es todo un detallazo que Pepe haya estado con nosotros. Éramos amigos antes y, ahora, somos familia. Somos consuegros ‘con- suerte’, como dice él”, comenta un pletórico Raphael. “Nos ha dado mucha pena que José y Ana se hayan separado, pero cada pareja sabe por qué lo hace. Se llevan muy bien y los vemos a los dos. No ha contribuido negativamente a la unión familiar”, dice Natalia Figueroa, que reivindica que los homenajes no sean a título póstumo, sino en vida, “para que se puedan disfrutar”.

Nadie se quiso perder el momento. Allí estaban todos, dispuestos a entrar en el túnel de los recuerdos. Todos, menos Manuel Martos y Amelia Bono, que se tuvieron que quedar en Madrid a consecuencia de una puñetera gastroenteritis que ha arrasado con los niños inclusive, y que sí estuvieron en espíritu. El pueblo en masa, un hermano del cantante, su mujer, su hija Alejandra y el marido de ésta, Álvaro Arenzana, su hijo Jacobo, que se ha encargado de buena parte del proyecto con mucho entusiasmo, y su esposa, Toni Acosta, la nuera más pizpireta.

La actriz comentó que su suegro se lo pone todo “muy fácil” y que estaba encantada con el reconocimiento. Además, dijo encontrarse feliz ante su nuevo reto profesional: una adaptación de La Gaviota de Chéjov que dirigirá Rubén Ochandiano, novel en las labores de dirección. En medio de tanto recuelo de cámaras, periodistas y fans, tanto Toni como Alejandra no dudaron en presumir de lo Stradivarius y los Amancios que se habían plantado para la ocasión. “Se puede ir monísima a buen precio”. Que regrese la naturalidad al poder.

Otros de  los homenajeados, aunque sin Museo, fueron Palomo Linares y la cantante Carmen Linares. El diestro tuvo que acudir solo, ya que su mujer Marina Danko se encuentra convaleciente por una fractura en una mano. Con ganas de que se recupere muy pronto, de lo que el torero no podía dejar de hablar era de sus ganas locas porque su hijo Sebastián se case con Olivia de Borbón y le hagan abuelo.

Unos minutos  más tarde, Raphael confesaba que le estremecía escuchar esa palabra. “Estoy encantado con ser el padre de los padres de mis nietos”, decía entre risas. “Nada de abuelo”. Sale a la calle. “Rafaé, Rafaé”, claman sus fans. Han pasado más de cincuenta años. Raphael no se arrepiente de nada de lo que le ha tocado vivir. “Yo estoy empezando ahora. Disfruto como nunca”, afirma todo convencido. Y no está nada mal tener un museo, una familia unida y una legión de seguidores con los que alegrar el largo camino.

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