Lo primero de todo es recuperar poco a poco nuestros horarios, es decir, no hace falta pasar de cero a cien en un solo día. Los expertos recomiendan reajustar el sueño y las comidas de manera progresiva antes de reincorporarse, para que el cuerpo no sufra un desajuste brusco. Dormir bien es la clave para mantener la energía y la concentración. Asimismo, es importante organizar nuestro regreso con realismo. La lista interminable de tareas puede agobiar desde el primer minuto, por eso conviene priorizar. Empezar con lo más urgente y dejar espacio para organizar los proyectos de forma gradual reduce la sensación de caos. Una buena idea es dedicar los primeros días a planificar y evitar cargar la agenda de reuniones pesadas. Para contrarrestar, debemos mantener pequeños hábitos vacacionales. No es necesario renunciar a lo que nos hacía feliz durante nuestro descanso. Salir a caminar, desayunar sin prisa o reservar tiempo para leer pueden integrarse en la rutina laboral. Estos microespacios de disfrute son un recordatorio de que la vida no se limita al trabajo.
Debemos intentar mantener habitos como la lectura. (Pexels)
Otro consejo importante es practicar la respiración consciente o el mindfulness para ayudar a bajar revoluciones en los momentos de tensión. Incluso unos minutos al día de atención plena pueden marcar la diferencia, mejorando la concentración y reduciendo la ansiedad. Por último, reforzar el contacto social, es decir compartir cómo nos sentimos con compañeras, familiares o amigas es una forma de liberar tensiones. Además, retomar los vínculos en el trabajo con una actitud positiva genera un entorno más amable y motivador.
La vuelta a la rutina puede ser más llevadera si se afronta como una oportunidad de equilibrio. Convertir este periodo en un momento para revisar hábitos, priorizar lo importante y cuidar de uno mismo es la mejor manera de empezar una nueva etapa laboral con energía renovada.