ATAQUES Y AMENAZAS
Amaral y Bunbury: cronología de un bulo y la lección de responsabilidad con sus fans que dejan
Hace 20 años, un malentendido con la gira de Bob Dylan se convirtió en un rumor que ha perseguido al dúo con insultos y amenazas hasta ahora
En el verano de 2004, Amaral recibió una de esas oportunidades que marcan una carrera: abrir los conciertos de Bob Dylan en España. Pero una lesión en la mano de Juan Aguirre, guitarrista del grupo, obligó a Eva a asumir el reto en solitario. Una circunstancia anecdótica, pero que se convirtió en el germen de uno de los bulos más persistentes de la música española. La supuesta enemistad entre el dúo y Enrique Bunbury.
Alimentada por la interpretación errónea de una canción, derivó en casi veinte años de acoso, insultos y ataques hacia los zaragozanos. Ahora, con Bunbury desmintiendo categóricamente esa versión y Amaral agradeciendo públicamente la aclaración, se pone fin a una historia en la que se mezclan misoginia, rumorología y el poder corrosivo de los bulos en la era digital.
Lo que empezó como un malentendido hace dos décadas, se convirtió en una guerra de fandoms. Con la llegada de la gira de Dylan a España se abría la pregunta de quién sería su telonero. Muchos nombres saltaron a la palestra, incluido el del exlíder de Héroes del Silencio. Fue entonces cuando alguien, que sigue en paradero desconocido, se inventó que el dúo le había robado el puesto. Nada más lejos de la realidad, aunque esa idea quedó flotando en el ambiente.
Dos años más tarde, en 2006, Bunbury publicó junto a Nacho Vegas el disco 'El tiempo de las cerezas', que incluía la canción 'Puta desagradecida'. Un tema de despecho, duro y cargado de reproches líricos, que algunos seguidores interpretaron como una indirecta dirigida a Eva. El cruce de fechas —la gira de Dylan y la publicación del álbum— bastó para cimentar la idea de que el aragonés había volcado en esa canción un supuesto enfado por haberle “arrebatado” su lugar como telonero.
Cronología: cómo una mentira se convierte en bulo
A partir de ahí, la rumorología hizo el resto. En foros, blogs y, más tarde, en redes sociales, la versión se expandió: Bunbury estaba resentido y había escrito una canción contra Amaral. La propia letra, con frases como “No conozco a nadie que mienta como tú / con tanta disciplina, precisión y sinceridad”, sirvió como combustible para alimentar esa teoría.
Lo que para algunos fue simple chisme musical se convirtió en una pesadilla para el grupo. Durante años, recibieron mensajes cargados de odio y comentarios machistas, muchos de ellos basados en la supuesta “dedicatoria”. La cantante denunciaba esta semana que no se trataba de simples bromas, sino de “insultos bastante misóginos y chungos y también amenazas”, que se intensificaban cada vez que el rumor reaparecía.
En pleno 2024, veinte años después del inicio de la historia, un comentario en redes ha vuelto a encender la mecha. Una cuenta de X (antes Twitter) rescató la versión de que 'Puta desagradecida' iba dirigida a Eva.
Cansada de tanto ataque, la banda decidió responder con contundencia: “Ufff, hartazgo grande de tanto ataque machista. Igual este hombre debería haber parado esto hace tiempo”, escribió el grupo en la red social, apelando directamente a Bunbury para que aclarara el malentendido de una vez por todas. Y siguió en otro mensaje: "En lugar de venir aquí a atacar y contar estupideces, creemos que es hora de que se cuente la verdad y de paso de que sus seguidores nos dejen en paz. Esto no es una cuestión de ser mejor o peor. Es una historia de acoso continuado. Basta ya!”.
Y así lo hizo. El músico publicó un comunicado en el que desmontó punto por punto la historia. Explicó que él nunca compitió con Amaral por abrir los conciertos de Dylan: fue el promotor Gay Mercader quien lo llamó para sustituirles debido a la lesión de Aguirre, y que, cuando supo que Eva continuaría sola, se alegró por ella. “No me quitó el puesto en absoluto. Era suyo. Nunca me enfadé, porque no tenía motivos”, aseguró.
Sobre la canción, también fue rotundo: no tenía nada que ver con ellos, sino que estaba inspirada en las canciones latinoamericanas de despecho que tanto le gustan. “En ese mismo álbum grabamos 'Bravo', que es aún más dura”, señaló, insistiendo en que 'Puta desagradecida' jamás fue un ataque personal.
El exlíder de Héroes del Silencio quiso ir más allá y se disculpó por el daño colateral: “Pido desde aquí el respeto que tienen y merecen. Amaral es un dúo de talento evidente y mayúsculo, a los que envío mi admiración y disculpas por todo lo sufrido”.
El gesto fue bien recibido por el dúo zaragozano, que agradeció públicamente la aclaración y aprovechó para señalar la raíz del problema: el comportamiento de algunos sectores de la comunidad de fans. “Agradecemos a Enrique Bunbury que haya desmentido esta historia inventada que desde hace 20 años viene siendo excusa para tantos ataques y amenazas”, escribieron. Y añadieron una reflexión clara: “Este tipo de comportamientos no deberían tener cabida ni en redes ni en el mundo, y desde luego nunca entre aquellas personas que se supone que aman la música”.
La responsabilidad de los artistas contra el poder de los bulos
El caso ilustra hasta qué punto los bulos pueden enquistarse en la cultura popular, hasta el punto de moldear la percepción sobre artistas con carreras intachables. También pone sobre la mesa una cuestión delicada: la responsabilidad que tienen las figuras públicas frente a sus comunidades.
La historia recuerda que los artistas no pueden controlar lo que dicen o creen sus fans, pero sí tienen capacidad de orientar la conversación. En un mundo hiperconectado, donde una simple frase puede alimentar una tormenta durante años, la rapidez y la claridad se convierten en aliados esenciales para evitar males mayores.
Hoy, con las palabras de Bunbury y la respuesta agradecida de Amaral, el telón parece cerrarse. Sin embargo, el eco del rumor sigue vivo en algunos rincones de las redes, donde todavía se leen comentarios hirientes y sexistas hacia la cantante. Una prueba más de que, aunque los artistas cierren filas, los bulos tienen una vida propia difícil de erradicar.
Lo que sí queda claro es que Amaral y Bunbury nunca fueron enemigos. Lo que hubo fue música, talento y una historia mal contada que, amplificada por los fans más intransigentes, se convirtió en un ejemplo perfecto del poder destructor de la rumorología.