El Rastro, el rincón más castizo de Madrid
El Rastro, lugar de encuentro de madrileños y turistas, es uno de los mercados al aire libre con más encanto de España. Situado en el centro
El Rastro, lugar de encuentro de madrileños y turistas, es uno de los mercados al aire libre con más encanto de España. Situado en el centro de Madrid, sus peculiares puestos atraen a curiosos de todo el mundo deseosos de perderse por sus pobladas calles en busca de algún preciado tesoro.
El visitante que se adentra en sus calles se sumerge en un mundo de olores, colores y sabores de antaño, atrapados en el tiempo. El Rastro se caracteriza por su amplio catálogo de productos, donde uno puede encontrar lo que quiera: ropa, muebles, libros, etc.
Pocos son los madrileños que conocen el origen de su nombre. Según cuentan los más mayores, el nombre del lugar hace referencia al rastro de sangre que dejaban los animales que se mataban en la calle Ribera de Curtidores.
La apertura del Matadero Viejo en 1497 marcó el comienzo de la actividad de la zona. Comerciantes de diferentes profesiones empezaron a afincarse en este barrio, convirtiéndolo en lugar de trabajo de ropavejeros, mataderos y curtidores de pieles.
Esta variedad de oficios fue agrandándose en el siglo XVII, consiguiendo juntar en esta zona de Madrid negocios de carnicería y curtidos de pieles con fábricas de zapatos, correajes, bastos y monturas, además de otros comercios de ropa. A finales del XVIII se sumaron vendedores de productos comestibles, tahonas, enseres y trastos de todo tipo.
Ya en el siglo XIX llegaron a la zona los chamarileros, las almonedas, los anticuarios, las tiendas de compra-venta de muebles y objetos de valor.
Este aumento de comercios provocó la separación de estos últimos del matadero, dándole al Rastro un aspecto diferente al de sus orígenes.
En los años 70, los hippies introdujeron su ropa y artesanía en el mercado, llenando los puestos de la Plaza de Cascorro de colores y piezas étnicas traídas de lugares como Ibiza, Marruecos o Túnez.
Con el paso de los años, el Rastro se ha ido consolidando como uno de los lugares más visitados de la capital. Cada domingo más de 100.000 personas se reúnen en sus calles para pasear por sus puestos y descubrir la cara más castiza de la ciudad.
La plaza del Cascorro
En 1902, el soldado Eloy Gonzalo, hijo de la Inclusa de Madrid, fue declarado héroe por su lucha en las casas de Cascorro durante la guerra de Cuba. El Rey Alfonso XIII erigió una estatua en su honor en la Plazuela del Rastro a la altura de la salida de la Calle de la Ruda, para recordar su hazaña en el país caribeño.
A pesar de que la plaza tomó unos años después el nombre de Nicolás Salmerón, el pueblo de Madrid siguió denominándola plaza del Cascorro. En 1941, se aceptó finalmente esta denominación y se fijó una placa con este nombre.
Gastronomía castiza
Todo visitante que pasee por el Rastro no puede faltar a la cita gastronómica de este. A lo largo del recorrido, las calles de la zona ofrecen pequeños manjares imposibles de rechazar. Lo más habitual tras una vuelta por las calles del Rastro es terminar el recorrido en alguna de las terrazas de la zona, y degustar unos auténticos caracoles, un bocadillo de calamares o unos pinchitos de bacalao.
Para los más golosos existen los chiribiquis, unos dulces de oblonga de centeno con azúcar, la leche con canela o los barquillos.
Si durante el recorrido uno quiere picar algo, lo mejor son los pepinillos y berenjenas en vinagre que venden en la zona.
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