Miconos, las Cinque Terre y Mont Saint-Michel, los viajes que querrás pedirte a los Reyes Magos
No sabríamos con cuál quedarnos. Si con esta isla de las Cícladas en blanco y azul, esta abadía sobre el promontorio que cubren las mareas o con las cinco tierras de colores que no duda en acariciar el mar
No es difícil cerrar los ojos e imaginarse que uno ha arribado a las playas de Miconos (o Mykonos) para confirmarse una vez más en su fe en las islas griegas y comprobar que todo sigue tan blanco y tan increíblemente encantador y marinero. O que anda en barco de pueblo en pueblo y tirando porque le toca hasta llegar a cinco y comprobar que ya están todas las que son, las Cinque Terrae, ese lugar como pintado que adorna el mar de Liguria, dejando atrás Génova y siguiendo la línea de costa hacia el llamado golfo de los poetas, en La Spezia (aquí vivieron Lord Byron, Dante o D'Annunzio). O tal vez que ve aparecer entre las sombras una abadía rodeada de agua como un viejo grabado cuando se acaba ya Francia, allá en la Normandía, en un paisaje no de ensueño, que también, sino de sueño (romántico). Son los tres viajes que querrás (querremos) pedir a los Reyes Magos. Con un poco de suerte, pisaremos los lugares donde nos llevó la imaginación.
Monte Saint-Michel, ¿realidad o ficción?
Es realmente espectacular, tal vez el príncipe de las mareas, este monte insólito al que cubre no solo el agua, hasta hacerlo isla, sino la bruma, y que es una reserva natural para miles de aves, con una fauna y flora muy particular. No es de extrañar que este rincón normando y casi bretón, al noroeste de Francia, sea lugar de peregrinación, más allá de que la abadía esté consagrada al culto del arcángel San Miguel, que le da el nombre. Es el enclave, la bahía; es la arquitectura medieval, la iglesia con vestigios del siglo XI, son las escaleras que suben y bajan asomadas al estuario del río Couesnon que vierte en el Atlántico. Todo ello y mucho más es lo que llevó a la Unesco a declararlo patrimonio de la humanidad ya en 1979.
Fue inexpugnable, pero hoy se puede asaltar sin esperar a que baje la marea, andando tranquilamente por una carretera. Te arrepentirás de no haberte llevado los útiles de pintar o de no ser tú también un Renoir.
Dónde dormir: el hotel La Croix Blanche está en pleno Monte Saint-Michel, forma parte de su casco medieval, sobre las murallas, por lo que ofrece vistas de escándalo de la bahía y el mar. Desde 99 euros.
Miconos, la Ibiza del Egeo y la pequeña Venecia
Una de las pequeñas islas Cícladas que hacen grande el mar Egeo, inundada también de mitología, pues aquí están enterrados los gigantes a los que venció Heracles; tiene Naxos al sur, que fue donde Teseo abandonó a Ariadna, la del hilo, y está emparentada administrativamente con Delos, lugar de nacimiento de Apolo y Ártemis. No hemos dicho la Ibiza de Egeo por decir, porque Miconos, como le pasa a la vecina Santorini, es lo más de lo más en verano, con hermosas playas, tabernas con encanto y animadísima vida nocturna. Pero aquí, en cambio, no hay escarpados acantilados, sino suaves colinas. Fue pobre hasta que el turismo la hizo rica allá por los años cincuenta. Y cómo no, porque sus más de 400 iglesias de cúpulas vestidas de azul, las laberínticas calles de casas encaladas y las muchas flores así lo merecen.
Miconos (ciudad) tiene hasta su pequeña Venecia, que es el barrio de Alefkándra, con las casas típicas de colores asomadas a un mar sin playa, además del barrio del castillo, conjunto medieval; y los molinos de viento, casi un carnet de identidad. En un lugar como este nunca hay que perderse el museo arqueológico.
Dónde dormir: en el hotel Kivotos Luxury Boutique, con playa privada, construido sobre la pendiente que cae al mar, con obras de arte y antigüedades. Desde 259 euros.
Cinque Terre, lujo pintoresco en la Riviera liguria
Si no existieran, habría que pintarlas. Jugarás a aprenderte sus nombres mientras las recorres una a una en barco o en tren. La vida en las Cinque Terre pasa sin coches. No hay prisa. Estas cinco tierras pegaditas al mar (de Liguria), en la provincia de La Spezia, iguales pero distintas, sencillamente te enamorarán. Da igual que sea Corniglia, la más pequeña y la única que no tiene salida al mar, rodeada de viñedos en bancales, y a la que se accede tras subir casi 400 escalones (377); Monterosso, la más occidental y poblada y con las playas más extensas; Vernazza, terrenalmente divina y sobre un promontorio; Manarola, de casas como encerradas, o la más oriental Riomaggiore.
A cada cual más improbable, construidas quién sabe cómo, con arquitectura medieval, ambiente de pescadores, entrelazadas con senderos y en medio de un majestuoso paisaje montañoso dominado por pinos. Como de otro tiempo. También ellas, tan coloridas y con una decadencia que las hace literarias, son patrimonio de la humanidad de la Unesco.
Dónde dormir: en el hotel Porto Roca, asomado a la bahía de Monterosso. Desde 274 euros.
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No es difícil cerrar los ojos e imaginarse que uno ha arribado a las playas de Miconos (o Mykonos) para confirmarse una vez más en su fe en las islas griegas y comprobar que todo sigue tan blanco y tan increíblemente encantador y marinero. O que anda en barco de pueblo en pueblo y tirando porque le toca hasta llegar a cinco y comprobar que ya están todas las que son, las Cinque Terrae, ese lugar como pintado que adorna el mar de Liguria, dejando atrás Génova y siguiendo la línea de costa hacia el llamado golfo de los poetas, en La Spezia (aquí vivieron Lord Byron, Dante o D'Annunzio). O tal vez que ve aparecer entre las sombras una abadía rodeada de agua como un viejo grabado cuando se acaba ya Francia, allá en la Normandía, en un paisaje no de ensueño, que también, sino de sueño (romántico). Son los tres viajes que querrás (querremos) pedir a los Reyes Magos. Con un poco de suerte, pisaremos los lugares donde nos llevó la imaginación.
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