Vaselina, bálsamos, labiales... Los expertos nos explican si es bueno (o no) hidratar los labios todo el rato
Nos pasamos el día sacando el bálsamo del bolso. ¿Acaba por producir el efecto contrario, es decir, los deshidrata? Lo explican varios expertos
Ese gesto de aplicar el famoso cacao o bálsamo de labios cada dos por tres seguro que te es familiar. Lo hacemos mucho y a poco que notemos que no están, digamos, confortables. Pero a veces sentimos que, por mucho que lo hagamos, los labios no están mejor; es más, a veces parece lo contrario.
Y entonces nos preguntamos si no nos estaremos pasando y provocando una especie de efecto rebote. La respuesta unánime de los expertos es que no, que lo estamos haciendo bien. Siempre y cuando, eso sí, utilicemos los productos adecuados. Tenemos que saber que la piel de esta zona es diferente al resto.
Es muy sensible y, como dice el Dr. Juanma Revelles, dermatólogo director de la clínica Le Boost y divulgador científico de Merz Aesthetics, “se trata de una semimucosa, una zona de transición entre la piel y la mucosa. Al carecer de glándulas sebáceas, como la piel, es más sensible a la deshidratación, pero, a la vez, no puede estar permanentemente expuesta a los fluidos como las mucosas. Así pues, especialmente en épocas de mayor exposición al frío y al viento, necesitará un aporte extra de hidratación”.
De hecho, según se van cumpliendo años y especialmente durante la menopausia, las mucosas, incluida la labial, se resecan más, según la Dra. Beatriz Beltrán, fundadora de la clínica homónima.
Y no, no existe ninguna evidencia de que la piel del labio se acostumbre al uso de este tipo de productos. “No por hidratarlos más van a empeorar, pero es necesario seleccionar los hidratantes y regeneradores adecuados para esta zona”, añade la experta.
Más es más
¿Cuántas veces al día conviene hidratar los labios? Para la Dra. Beltrán, las que se necesiten, a demanda. En realidad, depende de las necesidades individuales de cada persona, pues en la deshidratación de esta zona intervienen, además de la edad y el clima frío o el viento, la exposición solar, factores genéticos, el estilo de vida, la dieta y el consumo de agua (que, como ocurre con la piel, debe ser abundante), aire acondicionado y calefacción y algunos fármacos, según el Dr. Revelles. “Por eso es fundamental identificar todos esos factores para poder ofrecer una recomendación personalizada”.
Activos top
A la hora de buscar un buen bálsamo labial, los ingredientes que debemos incluir tienen que ser “reparadores y emolientes, como la manteca de karité, el ácido hialurónico, la vitamina E, los aceites vegetales y la cera de abeja. Por supuesto, también la vaselina, que tiene un papel más filmógeno, recubriendo y protegiendo el labio y evitando la pérdida transepidérmica de agua. Se puede incluso utilizar en momentos puntuales la técnica slugging, es decir, primero los activos hidratantes o reparadores y luego sellarlos con vaselina”, recomienda el dermatólogo Revelles. La Dra. Beltrán añade el aceite de coco.
Lo que hay que evitar
Si has utilizado los glosses repulpantes, aquellos pensados para un efecto volumen, te habrás percatado de que en un principio pican y después, a menudo, deshidratan. Y esto es porque utilizan activos irritantes, como el mentol o camphor, la pimienta o la cafeína, para producir una pequeña inflamación del labio y que se vean más jugosos.
Lo consiguen en un primer momento, sin embargo, como añade el divulgador de Merz Aesthetics, “el uso continuado de estos productos no es recomendable por la deshidratación e inflamación que provocan a largo plazo. Ocurre lo mismo con los labiales de larga duración, que necesitan activos para fijar el color y resecan”. Debemos fijarnos, dice Beatriz Beltrán, en que sean fórmulas cremosas libres de alcohol o fragancias fuertes o conservantes, incluso plomo.
Exfoliar, ¿sí o no?
La recomendación del dermatólogo es que, si queremos, podemos exfoliarlos, pero “siempre con productos específicos para los labios, por eso de que tienen la piel más fina y delicada; por otro lado, no debemos excedernos en la práctica y sí tener cuidado para no conseguir el efecto contrario, debilitar más aún la piel de la zona. Una vez a la semana puede ser beneficioso para eliminar las células muertas y favorecer la penetración de los activos de los bálsamos hidratantes que utilicemos”. Tras hacerlo, es importante hidratar, igual que hacemos con el rostro o el cuerpo.
Un láser para labios
Como lo lees: existe un tratamiento láser mínimamente invasivo para reafirmar y rejuvenecer los labios. Lo realiza la Dra. Beltrán en su clínica y se llama LipLase, de Fotona. Aumenta la producción de colágeno, reduce las arrugas finas y mejora la hidratación y textura. Según la especialista, los resultados son inmediatos y duraderos tras cuatro sesiones.
Cuidado con mojarlos de más
Lo que sí estropea mucho esta zona es, dice Juanma Revelles, el chupeteo constante. Pasarle continuamente la lengua favorece la sensación de alivio en el momento, pero lo único que conseguimos es deshidratarlos e irritarlos más. E igualmente hay que tener cuidado con las comidas picantes, ácidas y muy saladas (las clásicas pipas), pues pueden provocar el mismo efecto.
Te recomendamos:
Bálsamo original Dermo-Suavina, de laboratorios Calduch. Repara, hidrata y protege los labios dañados por sequedad, catarros y rinitis. Tiene una base grasa y un perfume elaborado con aceites esenciales 100%.
Lip Comfort Oil, de Clarins. Aunque proporciona efecto gloss, tiene una base aceite ultrahidratante que nutre y repara, y además lo hay de diferentes colores. Contiene aceite de jojoba, avellana y rosa mosqueta, no es nada pegajoso y sí añade brillo extra.
Aquaphor SOS Regenerador labial, de Eucerin. Con pantenol y vitaminas C y A, repara, protege y calma los labios secos y agrietados creando una barrera protectora.
Exfoliante labios de mango, de The Body Shop. Nutre y suaviza a la vez que da un brillo de aspecto natural y huele a mango. Está hecho con semillas de la fruta.
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Ese gesto de aplicar el famoso cacao o bálsamo de labios cada dos por tres seguro que te es familiar. Lo hacemos mucho y a poco que notemos que no están, digamos, confortables. Pero a veces sentimos que, por mucho que lo hagamos, los labios no están mejor; es más, a veces parece lo contrario.