El sueño de Hortensia Herrero (Mercadona) recibe más de 50.000 visitas en tres meses

“Para mí, este es un día muy bonito. Siete años y medio ha sido mucho tiempo de mi vida, mucho tiempo de trabajo de los arquitectos (…), del equipo de Mercadona y de mis colaboradores de la Fundación Hortensia Herrero (…). Por fin, este centro de arte es una realidad”, declaró tan orgullosa como emocionada Hortensia Herrero el día de la inauguración del gran sueño de su vida.

Hoy, noventa y dos días después, el Centro de Arte Hortensia Herrero (CAHH), en Valencia, ha recibido más de 50.000 visitantes, lo que equivale a afirmar que esta aventura por amor al arte está siendo un gran éxito.

Ubicado en el corazón de la ciudad, el espacio, que consta de 3.500 metros cuadrados expositivos, acoge una selección de la colección privada de la propia Hortensia. Entre la restauración del edificio y las diferentes intervenciones realizadas, tanto arquitectónicas como artísticas, el CAHH ha implicado una inversión de 40 millones de euros.

"Siempre he disfrutado de la pintura, del arte en general, de las manualidades. He visitado galerías, museos… Y he comprado algún que otro cuadro, convirtiéndome, sin darme cuenta, en coleccionista", Hortensia Herrero

En el éxito de esta aventura hay algunos nombres propios más: “Elena Tejedor, mi fantástica iniciadora de proyectos en la fundación, me presentó a Javier Molins (…). Con Javier ordenamos las compras para que todo tuviera un sentido, una armonía”.

"Gracias a mi marido (Juan Roig), porque sin los resultados que obtiene de su empresa, esta realidad no hubiera sido posible", Hortensia Herrero

Hablamos hoy con Javier Molins, director artístico del Centro de Arte Hortensia Herrero, para adentrarnos en el ADN de CAHH y hacer balance de estos primeros meses de emociones y arte contemporáneo al alcance de todos. Molins, doctor en Bellas Artes y licenciado en Periodismo, ha dirigido la prestigiosa Galería Marlborough de Madrid y el departamento de Comunicación y Desarrollo del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM).

Javier Molins es uno de los asesores de fundaciones privadas y coleccionistas más importantes de este país, por no decir el más relevante. ¿Quién y cómo convence a Molins para asumir la dirección artística del Centro de Arte Hortensia Herrero?

En primer lugar, querría agradecer unas palabras tan amables hacia mi persona. En lo referente a la pregunta, fue un proceso totalmente natural. Yo comencé hace diez años a asesorar a Hortensia Herrero en sus adquisiciones para su colección privada y durante este tiempo el proyecto fue creciendo hasta que fructificó en el Centro de Arte Hortensia Herrero.

En el CAHH pueden verse tanto obras que, en un primer momento, fueron adquiridas para un entorno doméstico como otras que ya fueron compradas para los espacios del centro de arte. Todo ello fruto de la enorme generosidad de la mecenas Hortensia Herrero.

"Para mí, ha sido un privilegio poder participar en el nacimiento del que, sin duda alguna, es uno de los centros privados de arte más ambiciosos de Europa", Javier Molins

¿Cuál es la principal seña de identidad del CAHH?, ¿qué define su personalidad frente a otros centros de arte?

El CAHH es un centro de arte con una clara vocación internacional. La idea es traer a Valencia el mejor arte que se hace actualmente en el mundo para que los ciudadanos de Valencia no tengan que viajar a ciudades como Londres, Nueva York o París para poder disfrutar de este tipo de arte. Lo que lo hace verdaderamente diferente es el diálogo que se establece entre la arquitectura y el arte contemporáneo. Hay que tener en cuenta que hablamos de un palacio del siglo XVII en el que durante las excavaciones se han encontrado restos del circo romano de Valencia, una fuente islámica, una calle de la judería, un horno medieval; es decir, en un mismo edificio podemos ver la historia de la ciudad de Valencia.

Debido a ello, el arte contemporáneo ha tenido que adaptarse y responder a este lugar y a la ciudad que lo acoge. En esa línea, han surgido instalaciones realizadas ex profeso para el centro, como las que Mat Collishaw ha creado en homenaje al circo romano; una pantalla con la forma del circo en la que podemos ver caballos que nos recuerdan a los que en su día corrieron por él, o la que ha realizado en uno de los pasillos en homenaje a las Fallas.

También tenemos la magnífica capilla intervenida por Sean Scully, que se encontraba en un estado muy ruinoso y que Scully ha devuelto a la vida con el diseño de las vidrieras; también con una de sus pinturas, en la que podemos apreciar unas gotas que nos recuerdan la sangre de Cristo, tan presente en la iconografía católica.

También tenemos la sala noble del palacio, con tres cuadros de gran formato de Anselm Kiefer que se adaptan perfectamente a las grandes dimensiones de esta sala; la instalación que ha creado Jaume Plensa en el ábside, que comunica el interior del museo con el exterior, y en la que, por primera vez, ha diseminado letras de distintos alfabetos creando una segunda piel en el muro; o una cabeza de alabastro de Manolo Valdés que dialoga con las ventanas de alabastro de la iglesia gótica de San Juan del Hospital.

Y no podemos olvidar el pasaje que ha concebido Cristina Iglesias para comunicar el palacio con el edificio anexo. Ni la instalación que ha hecho Tomás Saraceno en el hall de entrada para llenar ese espacio de más de quince metros de altura. O el túnel que ha diseñado a medida Olafur Eliasson para un pasillo que constituye un cul de sac y que, por ello, tiene dos caras: una a la ida con todos los colores del arco iris y otra a la vuelta que es totalmente negra.

De todo lo aportado al CAHH, ¿de qué se siente más orgulloso Javier Molins?

Yo creo que lo mejor de toda esta aventura es ver cómo los visitantes disfrutan de la colección, cómo se enfrentan a las obras y olvidan todos sus prejuicios para dejarse llevar por las emociones que el arte les provoca.

"Ver la felicidad de Hortensia Herrero, que es quien ha hecho posible todo esto, es algo muy bonito", Javier Molins

Doctor en Bellas Artes, periodista, cineasta documental. ¿Qué hacemos con esas explicaciones enrevesadas, metalingüísticas, hipersubordinadas y megalómanas con las que tantos artistas pretenden explicar su arte? ¿Es el CAHH un buen ejemplo de “arte bien contado”?

A largo de mi trayectoria como comisario de exposiciones, siempre he huido de los textos y explicaciones crípticas y enrevesadas. Yo creo que el buen comisario y el buen historiador de arte, como Ernst Gombrich, tienen que hacer accesible al gran público lo que en un principio puede parecer difícil de entender. Yo contemplo el trabajo de comisario como un storyteller, como un contador de historias interesantes.

En ese sentido, en el CAHH hemos hecho un esfuerzo para hacer accesible el arte contemporáneo sin abandonar el rigor y sin caer en banalizaciones. Y tengo que decir que hemos recibido muchos comentarios de los visitantes alabando la claridad de los textos de sala. También hemos incorporado la mediación activa, que consiste en que los vigilantes de sala, que son todos licenciados en Historia del Arte y hablan varios idiomas, explican a los visitantes las principales obras de arte del CAHH.

"Nadie nace siendo experto en arte contemporáneo, siempre hay una primera vez y hay que procurar que esa experiencia sea lo más satisfactoria posible", Javier Molins

En este mundo cada vez más especializado, ¿no va siendo hora de superar la etiqueta ‘arte contemporáneo’, tan de manga ancha desde mediados del siglo XX, y empezar a afinar un poco más? ¿Qué subtipo de arte contemporáneo reina en el CAHH?

Yo creo que una de las riquezas del arte contemporáneo es su gran variedad, por lo que cada vez es más difícil poner etiquetas. Alfred Barr, el primer director del MoMA, calificaba al tiempo como “ese crítico de arte casi infalible” y, sin duda alguna, el tiempo es el que pone a cada uno en su sitio. El noventa por ciento de los artistas que hay en el CAHH pasarán el más duro de todos los filtros: el paso del tiempo. Hay nombres en el CAHH que ya forman parte de los manuales de Historia del Arte.

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