De cómo dormir en una cueva granadina y reconectar con tu yo profundo
En la Sierra Norte de Granada, las Cuevas de Kabila, excavadas en tierra, garantizan el retiro más silencioso y reconfortante que puedas imaginar. Lujo en clave ancestral para reconectar con la esencia primigenia
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Entre las lomas onduladas de la Sierra Norte de Granada, donde la tierra se abre en grietas ocres y el silencio tiene peso, un grupo de cuevas rehabilitadas ofrecen algo más que alojamiento: proponen paz. Una pausa amable para romper con el estrés cotidiano. En Benalúa, junto a Guadix, las Cuevas de Kabila se abren como refugios de lujo excavados en la montaña, recordando que hubo un tiempo en que habitar la tierra era sinónimo de estar en casa.
Las cuevas, parte del patrimonio troglodita de la zona, han sido cuidadosamente restauradas respetando su arquitectura original. Su diseño no busca impresionar, sino reconectar. La temperatura se mantiene constante a lo largo del año, los muros de arcilla aíslan del ruido y la luz se filtra de forma tenue, invitando al recogimiento. Todo invita al descanso profundo, todo se mueve a otro ritmo. El mobiliario es funcional, sin excesos; la decoración sencilla, con guiños a la alfarería local, que recuerda que la belleza también está en lo humilde. La bienvenida —con pan recién hecho, aceite de oliva, mermeladas caseras y una botella de vino o cava— es la entrada a este otra dimensión.
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Habitar en cuevas no es una excentricidad moderna en esta región. En Guadix y su comarca, la vida subterránea ha sido una constante durante siglos. La tradición cuevera nació de la necesidad y se transformó en cultura. La arcilla del terreno permitía excavar viviendas térmicas, silenciosas y sorprendentemente resistentes. Hoy sobreviven como un testimonio vivo de adaptación al entorno.
Pese a que muchas quedaron abandonadas durante décadas, en los últimos años han resurgido como una forma alternativa y sostenible de alojamiento rural. Las Cuevas de Kabila no solo se inspiran en esa historia: la prolongan con sensibilidad, sin convertirlas en un decorado. Aquí la tradición no es un reclamo, es la base sobre la que se construye el presente.
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Pero no todo sucede bajo tierra. Fuera, el paisaje se impone: llanuras rojizas, cañones naturales y cerros erosionados conforman unas impresionantes 'badlands', un término geológico que define terrenos ásperos, de formas irregulares, donde la acción del agua y del viento ha modelado un relieve tan inhóspito como fascinante.
Son tierras que parecen de otro mundo, ideales para perderse en rutas de senderismo, bicicleta o incluso sobrevolarlas en globo. En noches despejadas, que son muchas, los cielos abiertos se convierten en planetarios naturales, donde mirar estrellas se vuelve un acto íntimo.
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Las Cuevas de Kabila invitan a cambiar de escala, a escuchar de nuevo los propios pensamientos y a vivir bajo tierra en un silencio antiguo que, por extraño que parezca, reconforta
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Una buena manera de descubrir este rincón es dedicarle al menos dos noches. El viernes, tras instalarse en la cueva y dejarse envolver por su atmósfera, la mejor opción es una cena tranquila con productos locales —el pack de bienvenida ayuda— y un primer contacto con el entorno: salir a contemplar el cielo estrellado o simplemente escuchar el silencio.
El sábado puede empezar con una ruta por estos paisajes erosionados o una visita al barrio de cuevas de Guadix, donde aún viven familias que incluso muestras sus viviendas. Por la tarde, una cata de vinos o cerveza artesanal en alguna bodega local cierra el día con sabor.
El domingo se impone un paseo en globo al amanecer o para visitar los yacimientos arqueológicos cercanos, como el Castellón Alto o el parque megalítico de Gorafe.
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Las Cuevas de Kabila no buscan ser el próximo lugar de moda. Su apuesta es más sutil: ofrecer una experiencia de bienestar ligada al territorio, la artesanía y la gastronomía local. Bajo la dirección de Carlos Moreno Mullor, el proyecto se presenta como una declaración de intenciones: preservar lo esencial sin renunciar al confort.
No se trata solo de dormir en una cueva. Es una invitación a cambiar de escala, a escuchar de nuevo los propios pensamientos y a vivir —aunque sea por unos días— bajo tierra, en un silencio antiguo que, por extraño que parezca, reconforta.
Entre las lomas onduladas de la Sierra Norte de Granada, donde la tierra se abre en grietas ocres y el silencio tiene peso, un grupo de cuevas rehabilitadas ofrecen algo más que alojamiento: proponen paz. Una pausa amable para romper con el estrés cotidiano. En Benalúa, junto a Guadix, las Cuevas de Kabila se abren como refugios de lujo excavados en la montaña, recordando que hubo un tiempo en que habitar la tierra era sinónimo de estar en casa.