Retorno a Llafranc y al hotel boutique más bonito y adorable de la Costa Brava

En la Costa Brava, donde los acantilados se funden con el azul del Mediterráneo y las buganvillas portentosas trepan por las fachadas encaladas, Llafranc, en el municipio de Palafrugell (Gerona), conserva el equilibrio preciso entre belleza, discreción y autenticidad. Allí, en este rincón sin estridencias ni artificios, nos reencontramos con nuestro hotel boutique favorito, Isabella’s Llafranc, dispuesto a enfrentar otra excitante temporada veraniega. Ahora de instalarse en otro paréntesis de paz frente al mar.

Con solo 26 habitaciones, algunas de ellas con piscina privada y vistas a la bahía, el hotel representa la esencia del 'art de vivre' veraniego que busca capturar la luz y la alegría mediterráneas sin sacrificar la elegancia. La intervención del estudio Quintana Partners en el interiorismo ha sabido preservar el alma costera del edificio, integrando el azul marino y la madera trabajada por el salitre en una atmósfera que solo invita a una cosa, a descansar como un bebé.

Desde su restaurante —que se extiende hacia el paseo marítimo a través de una terraza acristalada y otra abierta, a pocos pasos de la arena— puede comenzar un recorrido sensorial por la cocina del Grupo Isabella’s: platos que entrelazan el carácter italiano con productos de la región, como el tagliolini con gambas y botarga o el arroz seco mar y montaña, capaces de resumir en cada bocado la esencia del entorno.

Pero alojarse en Llafranc no es solo un ejercicio de descanso: es también una invitación a explorar. Los amantes de las caminatas encontrarán en el Camí de Ronda uno de los tramos más bellos del litoral catalán. Desde la playa de Llafranc, un sendero costero bordea los acantilados hacia Calella de Palafrugell y el jardín botánico de Cap Roig, con sus terrazas que descienden hacia el mar y una de las colecciones de flora mediterránea más notables de la región.

Quien prefiera quedarse en el núcleo del pueblo puede perderse entre las calles silenciosas que conservan aún la traza de su pasado marinero, acercarse al faro de Sant Sebastià —situado en el promontorio del mismo nombre, con una de las vistas más bonitas y llenas de oxígeno de la Costa Brava— o explorar en bicicleta los campos de viñedos y masías que rodean Palafrugell, a pocos minutos tierra adentro.

Llafranc no necesita exageraciones ni promesas. Su magnetismo está ahí y se siente de forma palpable en los desayunos frente al mar, en las tardes de lectura bajo la pérgola o en las calas próximas en las que el tiempo sigue siendo eterno. El hotel Isabella’s Llafranc, con su adorable propuesta estética y su personal de primera, forma parte indisoluble de este resplandeciente rincón del mundo que también es parte de nuestra alma.