Locos por La Palma, la isla-joya que recuerda que no hay mayor lujo que la naturaleza
La Palma enamora, y mucho. He aquí algunos pequeños planes perfectos para escapadas de dos o tres días a esta preciosa reserva de la biosfera, de clima ideal todo el año y —lo más importante— sin masificaciones. ¡Vamos!
El 13 de diciembre de 2021, tras 85 días y 8 horas de actividad enloquecida, la erupción del Tajogaite —el volcán de La Palma— se detuvo. El Tajogaite obligó a evacuar a 7.000 personas, se llevó la vida de un hombre perteneciente a una cuadrilla de limpieza y ofreció un balance final de daños superior a los 840 millones de euros. Una tragedia en toda la extensión de la palabra que arrasó con viviendas, explotaciones agrícolas y ganaderas, infraestructuras y el medioambiente; un pulso de la naturaleza ejemplarmente asumido —todo hay que decirlo— por los palmeros y, en especial, por los vecinos de El Paso, el principal municipio afectado.
Hoy, cuando los hermanos palmeros nos necesitan más que nunca —enfoquemos nuestras escapadas, cortas o largas, a su maravillosa isla (de eso va, por cierto, esta crónica)—, nos quedamos con un dato curioso: España es desde aquel 13 de diciembre 48 hectáreas más grande por la lava del Tajogaite que llegó al mar, un territorio nuevo que ya está registrado como dominio público y que figura en el catastro como parcela de carácter agrario. La Palma refrenda así su condición de territorio más joven de España.
La Palma cuenta con un sinfín de atractivos, mayormente relacionados con su espectacular orografía. No hablaremos aquí de su privilegiada condición como observatorio astronómico, ni de sus espectaculares playas negras que son el acceso a un fascinante mundo submarino, ni de sus fiestas únicas, ni de su arquitectura singular, ni de sus sabores sinceros. Nos centraremos, pues, en pequeños planes perfectos para escapadas de dos o tres días a esta preciosa reserva de la biosfera, de clima ideal todo el año y —lo más importante— cero masificada.
La gran transformación volcánica
Nuestro primer plan nos lleva, casi irremediablemente, hasta el Mirador de Tacande —en la vertiente oeste de la isla— para dejarnos maravillar (y estremecer) con la increíble fuerza transformadora del Tajogaite. Una inmensa lengua negra domina hoy un paisaje antes protagonizado por viviendas, pequeñas explotaciones ganaderas y agrícolas, y plataneras, muchas plataneras. Dos años después, los palmeros han recuperado la carretera principal, como bien recuerda hoy una rotonda con las dos palas excavadoras que, una por cada lado, fueron rompiendo la colada de lava.
Nos llama especialmente la atención el amarillo azufre que corona el volcán, inequívoca huella de la fuga del infierno mismo; también las casitas indultadas en pequeños remontes o una vivienda de tres plantas plegada, literalmente, como si de un enorme sándwich se tratase.
Dejamos atrás el Tajogaite mientras observamos cómo, en pequeños barrios separados de la colada, se están levantando nuevas y bonitas viviendas unifamiliares.
Siguiente parada en nuestro deambular palmero: el Mirador de La Cancelita para disfrutar de la belleza y la inmensidad del Parque Nacional de La Caldera de Taburiente, una impresionante cavidad de origen volcánico de altísimas paredes, biodiversidad espectacular y salida al mar a través del llamado Barranco de las Angustias que —como su propio nombre indica— da pavor con solo mirarlo.
Tras pasear por la tranquila localidad de Tazacorte, helado en mano, emprendemos el ascenso a la sierra de Cumbre Nueva, el macizo volcánico-montañoso que divide la isla —del norte al sur— en este y oeste. Toca vivir otro momento mágico: atravesar el llamado túnel del tiempo —de 2.665 metros de longitud—, ya que el clima es radicalmente opuesto en ambas bocas; seco y soleado en la vertiente oeste (de la que venimos) y húmedo y más nuboso en la este. Llegamos a la capital, Santa Cruz de la Palma. Cena y a dormir.
Mil kilómetros de senderos
Día dos. Salimos hacia el norte de la isla, nos espera una fascinante caminata a modo de gran viaje al pasado; en este caso, de 20 millones años, cuando los bosques de laurisilva reinaban en gran parte del planeta.
Antes de llegar al Cubo de La Galga —nuestro particular bosque encantado del que esperas, en todo momento, ver pasar un velociraptor (permítasenos la licencia) o algún personaje no humano de J. R. R. Tolkien—, hacemos una breve parada en lo alto del acantilado para dar fe de la belleza de la playa de Nogales: arena negra versus puro azul atlántico.
Ya en La Galga, emprendemos nuestra marcha de doce kilómetros y pura belleza enchufándonos el ‘Theme From Jurassic Park’ del inmenso John Williams. No hay mejor banda sonora para entrar en este lugar.
Todo en La Galga son helechos, laureles, acebos, tilos y hasta castaños. La laurisilva canaria es un tipo de bosque subtropical húmedo, gracias a las brumas de los alisios, situado siempre en laderas norte (barlovento) y presente en otras islas de Canarias, como Tenerife, y de la Macaronesia, preciosa palabra que engloba los cinco archipiélagos atlánticos: Azores, Madeira, Islas Salvajes, Canarias y Cabo Verde.
Después de doce kilómetros, uno llega a su van cansado (es cierto), pero con la certeza de haber reconectado poderosamente con la naturaleza, la propia y la universal, sin necesidad de bluetooth.
Un faro, piscinas naturales y dos restaurantes
La Palma no es pródiga en hoteles de lujo como los que acostumbramos en este Estilo de Vida de Vanitatis. Huyendo de las pulseras y las hordas (ma non troppo) de jubilados centroeuropeos, solo recomendamos dos establecimientos: el muy digno Parador de La Palma —en Breña Baja, pegado a Santa Cruz— y el singular y confortable Hotel Faro de Punta Cumplida —para sentirse en una aventura de Tintín—.
Cerca de nuestro faro-casa en la costa de Barlovento, encontramos el restaurante La Gaviota, que domina las increíbles piscinas naturales de La Fajana (otra belleza esculpida en la lava entre el hombre y las olas).
En La Gaviota tienen mucho arte y cocinan a la perfección cualquier pescado de su océano inmediato (medregal, mero, viejas, cabrillas, barrilote…), dejándose contagiar también por algunos platos estrella asiáticos y de otras cocinas.
Otra casa de comidas muy recomendable para disfrutar de los sabores más tradicionales de La Palma es Chipi Chipi, en la ladera sobre Santa Cruz y con unas espectaculares vistas, con Tenerife y La Gomera en lontananza. Gofio escaldado, puchero canario, bacalao encebollado, costillares y chuletones y, cómo no, el rey de todos los postres, el barraquito (leche condensada, licor, café expreso y espuma de leche).
Un avioncito alegre para llegar a La Palma
A la hora de viajar a La Palma optamos por nuestros aviones de confianza, los de Iberia Express, con el mejor business low cost de Europa y uno de los ratios de puntualidad más altos de viejo continente. Damos fe de que Iberia Express combina como pocas las ventajas del segmento low cost con las de una compañía online.
En once años, suma más de 330.000 vuelos operados con más 50 millones de pasajeros satisfechos. Como miembro de One World, Iberia Express llega a 900 destinos y 170 territorios, como nuestra adora isla-joya de La Palma.
El 13 de diciembre de 2021, tras 85 días y 8 horas de actividad enloquecida, la erupción del Tajogaite —el volcán de La Palma— se detuvo. El Tajogaite obligó a evacuar a 7.000 personas, se llevó la vida de un hombre perteneciente a una cuadrilla de limpieza y ofreció un balance final de daños superior a los 840 millones de euros. Una tragedia en toda la extensión de la palabra que arrasó con viviendas, explotaciones agrícolas y ganaderas, infraestructuras y el medioambiente; un pulso de la naturaleza ejemplarmente asumido —todo hay que decirlo— por los palmeros y, en especial, por los vecinos de El Paso, el principal municipio afectado.
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