Una historia de amor por la tierra y el vino narrada en el comienzo de un año de bienes
Aceptamos una invitación de la realeza vinícola española para asistir a la inauguración de La Galería de Bodegas Riojanas, un nuevo espacio para la investigación y la creación de grandes vinos que, un buen día, nos elevarán
Hay algo en el carácter riojano marcadamente austero, una forma de ser ajena a los excesos que —aun cuando alcanza la excelencia— se siente mejor en el estrato de la discreción. Hablamos de un colectivo, entregado y trabajador, que obtiene de su pedregosa tierra roja vinos que maravillan, alquimias perfeccionadas en la fragua de los siglos que transitan entre familias, generación tras generación.
No son tantas las familias riojanas centenarias que custodian los saberes y técnicas ancestrales del vino, y las que son —menos de diez— están fuertemente enraizadas en la tierra. Entre la realeza vinícola riojana encontramos a los Frías-Artacho, a cuya invitación formal acudimos —en los días de trasiego entre cubas y barricas— para conocer su nueva herramienta de futuro: La Galería, un espacio para la investigación en el que elaborar vinos excelentes en otro tipo de depósitos. Pero no adelantemos acontecimientos, conozcamos antes mejor a los Frías-Artacho, orgullosos propietarios de Bodegas Riojanas.
Una puerta de piedra, que fue acceso al viñedo El Cerrado, propiedad de la familia, nos sitúa en las postrimerías del siglo XVIII. Labrada en la piedra encontramos una fecha, 1799, año en el que los antepasados de los Frías-Artacho comienzan a dejar constancia de sus andanzas, y quede claro que el árbol familiar viene de mucho más lejos. Nueve décadas después, el vino de su bodega obtiene en la Exposición Universal de Barcelona una medalla de oro por su excepcionalidad. Esta realidad atrae a inversores cualitativos que animan a la familia a constituir, formalmente, Bodegas Riojanas. Estamos en 1890. Del pueblecito de Cenicero para el mundo.
Bodegas Riojanas es una de las ocho familias centenarias del Rioja que continúa elaborando vinos de calidad con uvas de viñedos, propios o asociados, localizados en Cenicero, San Vicente de la Sonsierra y otros parajes cercanos. Además de la uva local por excelencia, el tempranillo, Riojanas también posee grandes extensiones dedicadas al mazuelo y el graciano, variedades que, definitivamente, contribuyen a crear grandes personalidades procedentes de unos suelos arcillo-calcáreos que, en definitiva, son los mejores para producir altas calidades.
Dos primos cercanos y un destino
El factor estabilizador en esta historia de amor por la tierra y el vino, narrada en el arranque de un año de nieves, lo forman los primos Santiago y Emilio, descendientes directos de los fundadores, dispares en apellidos, pero mente colmena a la hora de diseñar y defender la filosofía empresarial familiar.
Santiago Frías (Logroño, 1976), quinta generación de la familia, preside Bodegas Riojanas desde 2019. Licenciado en Derecho y en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad San Pablo CEU de Madrid, entró en el negocio familiar en 2001, no del todo convencido, como director financiero. Bajo la dirección de Frías, la empresa ha seguido una potente estrategia de diversificación, que la ha llevado a estar presente en las principales denominaciones de origen españolas —Ribera, Rueda, Toro, Rías Baixas y Monterrei, y en la Denominación de Origen Calificada Rioja— y también la ha convertido en proveedora de vinos de calidad dentro y fuera de nuestras fronteras.
Junto a Santiago, su primo Emilio Sojo (Cenicero, 1963), enólogo principal de la compañía. Emilio se incorpora a Bodegas Riojanas en 1985, donde pasa por distintos trabajos y departamentos. Seis años más tarde entra a formar parte de la dirección técnica que lideraba el mítico Felipe Nalda Frías, enólogo de la casa durante 46 años; a su jubilación, en 2006, Emilio asume el cargo de director técnico de Bodegas Riojanas. Entre sus muchas condecoraciones ostenta la de mejor enólogo de Rioja en la guía ‘Master Winemaker Top 100’, que edita la revista británica especializada ‘The Drinks Business’.
Un descorche de 60 años para brindar por los 60 venideros
Fiel a su filosofía y a su ADN en evolución, Bodegas Riojanas inauguró el pasado diciembre, en el corazón de sus instalaciones, La Galería, un laboratorio en el que elaborar nuevos vinos únicos y experimentar con el terruño en materiales innovadores. En cabeza, unas ánforas italianas de gres cocciopesto de 2.000 litros —material que ya utilizaban los romanos para la elaboración de vino y del que destacan su porosidad, que garantiza una microoxigenación controlada, y su naturaleza inerte, que no contagia al líquido ni olores ni sabores—.
Aún hay más: tinos de madera de productores de renombre como Seguin Moreau y Taransaud, pequeños depósitos de acero inoxidable o barricas de madera de distintas dimensiones. Tiempo de experimentar para regalarle al mundo nuevos vinos de guarda, reservas y gran reservas. Tiempo de expandir horizontes.
Para celebrarlo, Emilio y Santiago quisieron descorchar viejas añadas de sus buques insignia Monte Real y Viña Albina, vinos de hasta 60 años. Una ceremonia atávica, de tintes cuasi místicos, en la que el paso del tiempo se corporeiza en sorbos profundos y espirituales que obligan a pensar si estarás siendo digno de tan alto honor.
Beber de un trago el invierno, la primavera, el verano y el otoño de hace 60 años es, más que un lujo, una experiencia religiosa
Sentir aquel frío, el primer dulce sol, el sofoco del ferragosto o el viento melancólico de principios del otoño de 1964 en un sorbo resulta más que un privilegio. A la gloria de 1964 se sumaron otros gran reserva notables, como los de 1970, 1978 —en glorioso formato mágnum—, 1998 y 2004.
Todo en La Galería de Bodegas Riojanas, incluido el equipo de enología, es un medio para un único fin: mantener la identidad del terruño, preservar la expresión más pura del viñedo hasta su traslado a la copa y sorprender con futuros vinos-joya. Mención especial también en esta ecuación para Verónica Remartínez, ingeniera agrónoma, enóloga de Bodegas Riojanas y toda un referente en Rioja.
A la entretenida y fantásticamente bien producida visita a la bodega —con mención de honor para el corto cinematográfico con la historia sonora de una cosecha en Cenicero, de las nieves de enero al embotellamiento del vino en otoño—, se suma ahora La Galería y su degustación de grandes vinos de la familia.
En 2000, se restauró y acondicionó la bodega original con el fin de potenciar la actividad enoturística.
Con la entrada del siglo XXI, la bodega se convirtió también en escuela de viticultores, vinoteca, sala didáctica —para acercar la cultura del vino de forma sencilla, divertida e interactiva— y sala de efemérides, en la que el visitante encontrará botellas de antiguas añadas junto a las efemérides más representativas de ese año.
Este mismo mes, Bodegas Riojanas ha obtenido el sello Sustainable Wineries For Climate Protection (SWFCP), que significa que la firma ha alcanzado la sostenibilidad integral y alinea a los de Cenicero, aún más, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
¡Larga vida a las personas buenas que dan forma a buenos vinos!
Hay algo en el carácter riojano marcadamente austero, una forma de ser ajena a los excesos que —aun cuando alcanza la excelencia— se siente mejor en el estrato de la discreción. Hablamos de un colectivo, entregado y trabajador, que obtiene de su pedregosa tierra roja vinos que maravillan, alquimias perfeccionadas en la fragua de los siglos que transitan entre familias, generación tras generación.