La boda sostenible de Cristina en La Rioja: del vestido de la novia a la celebración entre viñedos

Cuando una pareja toma la decisión de dar un paso más en su relación y contraer matrimonio, comienza la carrera por organizar la boda de sus sueños. Cada detalle cuenta, desde escoger una fecha adecuada, el sitio para la celebración, pasando por otros condicionantes como la decoración o los looks nupciales. Más allá de una temática concreta acorde a sus gustos, hay muchos novios que, alentados por un estilo de vida respetuoso con el medioambiente, desean un enlace sostenible. Este es el caso de Cristina y Darío.

"Empezamos a hablar por redes sociales. Concretamente, fui yo quien le mandó una solicitud de amistad. Nos vimos por primera vez en las vacaciones de Semana Santa, ahí arrancó nuestra historia de amor. De ese momento, se cumplen ya seis años", narra la novia.

Un noviazgo sólido que acabó con una petición de mano: "Darío me sorprendió en las vacaciones de 2021. Fuimos a Galicia y solo con eso siempre será un destino especial al que intentamos ir unos días durante el verano. El primer día organizamos un plan más que apetecible: un día en barco por las Rías Baixas. Él se puso de rodillas e hizo la petición más importante de su vida, a la que no pude contestar otra cosa que ¡sí!".

Con la pandemia todavía azotando el mundo, la pareja decidió poner en pausa su boda hasta 2023: "No era necesario celebrarla en 2022 y preferimos esperar a que la situación estuviese más controlada".

Darío y Cristina fijaron la fecha de su boda civil el 1 de julio en la Finca La Emperatriz, ubicada en el municipio de Baños de Rioja. "Con este entorno natural, debíamos cuidar y respetar los viñedos y espacios verdes que tienen en la bodega; por ello, montamos un enlace sostenible". Ayudados por Ángeles Silvestre, una wedding planner especializada en este tipo de celebraciones, la pareja armó la celebración que quería.

Era el momento de salir en busca y captura de su vestido de novia: "Me imaginaba llevando un diseño cuyo tejido fuera ligero, limpio para definir la figura y a la vez que destacase por su sencillez. Además, que tuviera la espalda al aire y algún aspecto que fuera diferente a lo que estaba viendo por ahí".

Cristina encontró todas esas respuestas en Pronovias: "Es de la tienda de Pamplona, ciudad a la que me une muchos recuerdos porque estudié allí. El proceso fue divertido. Hubo varios vestidos con los que dudé, e incluso viví algún momento de agobio, pero los descarté finalmente. Al final escogí el modelo Woolf de la colección New Opera".

Minimalista y dotado de esos rasgos especiales que deseaba la novia, cuando el vestido apareció en el probador de manos de Arancha, la dependienta de la firma que se encargó de atenderla, el flechazo fue instantáneo: "No hubo dudas, en la primera visita a la tienda, lo teníamos. Echas un par de lagrimitas porque ves a tu madre y tu hermana emocionadas y sabes que es el vestido. Tenía la opción de abrir la espalda, el tejido era de crepé ligero, definía mi figura y luego estaban esos volantes de organza que eran pura elegancia. Me veía con él y me dije... ¡Lo tenemos!".

De silueta sirena y confeccionado en crepé ecológico, otro guiño a esa filosofía respetuosa con el medioambiente, el vestido de novia de Cristina incluía varias capas de volantes de organza en el corpiño.

Sin sumar grandes excesos al atuendo nupcial para presumir de una imagen limpia y depurada, escogió una serie de accesorios en esa misma línea para que acompañasen al traje de Pronovias y no robarle protagonismo. Renunciando al clásico velo, cerró su coleta baja con ondas con un broche dorado rígido.

Más complementos: "Las joyas que llevé eran de mi madre, pendientes y un anillo a juego, además de mi anillo de compromiso". Para caminar al encuentro con Darío, "confié en una de las marcas que más me gustan, Lola Cruz. El modelo que elegí fue Petrina en dorado, con un tacón de 6,5 cm y con los que bailé hasta bien entrada la madrugada. A pesar de llevar tacones, iba supercómoda".

Solamente quedaba por determinar el ramo de la novia y ahí no tuvo ninguna duda: "Lo tenía absolutamente claro. Quería que fuera una composición de rosas blancas, mis flores favoritas. Lo más abiertas posibles, de tallo largo y adornadas con una cinta que al principio iba a ser parte sobrante del bajo del vestido, pero mi mejor amiga María me regaló una cinta verde con una frase bordada, 'felicidad infinita', y ese detalle cerró el ramo".

Cristina se arregló en su casa y rodeada de sus familiares más cercanos. "Mis padres y mi hermana. Para mi padre, excluido de todo el proceso del vestido de novia, finalmente el look fue una sorpresa. Me vio de novia al completo bajando por las escaleras y conseguimos guardar el secreto de principio a fin. ¡Cómo sufría cada vez que veníamos de Pamplona! '¿No hay una fotito?', me decía", recuerda la novia.

Allí, en su casa, se preparó para la boda: "Me peinó Marta Vidaurreta, que además de ser mi peluquera, es amiga y me maquilló Carla Salgado, maquilladora profesional de Logroño y con la que compartí de pequeña muchas horas en el conservatorio".

Todo estaba listo y Cristina puso rumbo a la Finca La Emperatriz: "Fue mi padre quien me acompañó a la ceremonia, junto a él fui en el coche, y fue mi primo Sergio quien nos subió hasta la finca. Cuando me bajeé del coche e iniciamos el recorrido hacia donde se encontraba Darío, mi padre, al que no le gusta tener el protagonismo, me llevó rapidísimo del brazo. Por más que le intentaba frenar, no hubo manera, así que enfilamos el camino hacia el día más especial de nuestras vidas".

Cristina y Darío sellaron su historia de amor en una ceremonia civil: "Me gustaría destacar el enclave, rodeados de viñedos y bajo un gran árbol. Uno de los momentos a los que no queríamos renunciar era el final de ceremonia, como nuestra boda era civil, ideamos el pasillo marcado por las sillas y las flores para que dieran esa perspectiva de camino de entrada y salida".

Convertidos en marido y mujer en una ceremonia civil que se ofició en los exteriores de la finca, Cristina apunta que "buscamos y elegimos un confeti biodegradable para usar en ese momento y en otro como la apertura del baile". El reportaje fotográfico de los recién casados entre viñedos y acompañados de esa naturaleza rústica propia de La Rioja corrió a cargo de la fotógrafa Laura Murga.

"Para el 'seating plan' utilizamos papeles naturales caligrafiados por Tinta, Papel o Tijera, acompañados con marcos de fotos de segunda mano e introducimos piezas de cerámica del artista Rafa Pérez, padre de Darío", detalla Cristina.

"Nos costó mucho encontrar un buen detalle para los invitados. Nos decantamos por unos cuelgagafas, nuestra intención es que tuvieran un uso prolongado en el tiempo y no algo que acabase en la basura. Los presentamos en unas bolsitas de tela marcadas con nuestras iniciales".

En su imaginario, la pareja soñaba con una boda sencilla y muy cuidada: "Rodeados de naturaleza y aprovechando los espacios para disfrutar de los distintos momentos que tendría la boda. La imaginábamos llena de cariño y de mucha mucha fiesta. Fue mucho mejor, la gente estaba feliz de vernos a los dos felices, disfrutaron de la ceremonia, del cóctel, y cada vez que nos abrazaban y felicitaban, se respiraba alegría y muchas ganas de disfrutar. Las sorpresas gustaron y emocionaron mucho, todo el mundo se sintió partícipe de este gran día. Y no hubo fiesta… ¡Hubo fiestón!".

Un vídeo montado con fotos de sus amigos o una pirámide de copas de champán, cientos de momentos, pero, como recuerdo especial, "tanto Darío y yo coincidimos y guardamos en nuestra memoria la emoción de nuestros padres y hermanas, sobre todo en la preparación, la ceremonia y la entrega de detalles. También la energía que todo el mundo tenía, las ganas de disfrutar de nuestros amigos y familiares junto a nosotros. Todo eran ganas y nosotros fuimos los que ganamos".

'Fix You' de Coldplay fue la canción con la que abrieron el baile en compañía de sus familiares y amigos: "Quisimos hacerles partícipes de ese momento también, aunque lo acabamos con un buen beso final. Lo preparamos el domingo antes de la boda en nuestra casa, con móvil en la mano y marcando unos pasitos, sorpresa la mía que Darío dio pie con bola".

Le pedimos a Cristina que nos dé un consejo para futuras novias y en vez de uno, nos dio tres: "El primero de todos, que no se dejen llevar por las ideas e imágenes que ven en las redes sociales. Pueden servir de inspiración, pero hay que ser consciente de que la realidad de costes y montaje de una boda no es tan idílica y sobre todo alcanzable para todos los bolsillos. Lo más importante es guiarte por tus gustos y tu personalidad, eso será la clave para que la boda refleje a los novios y salga tal y como se desea. El segundo, la figura de la wedding planner me resulta primordial si quieres olvidarte de andar coordinando el día de la boda. En mi caso, con Ángeles Silvestre todo salió a la perfección, estudiado al milímetro y trabajado desde las primeras reuniones".

Por último, "que la semana antes de la boda, descansen y desconecten de la rutina. Si se puede coger días de fiesta en el trabajo o reducir la jornada esa semana, es una buena opción. Que intenten no tener citas o recados de última hora los días previos, porque generan estrés".