De cómo uno de nuestros hotelazos favoritos de Madrid afronta su rentrée más poderosa
Nos hacemos fuertes en el Mandarin Oriental Ritz. Recuerdos pasados y planes futuros deambulan entre alfombras, chaise longue y arañas de cristal alucinantes. El lujo brilla en cada detalle y en el ambiente flota profesionalidad
Si aún acaricias con devoción el recuerdo de aquella boda a la que te llevaron con 9 años y en la que emulaste al gran Houdini al poner en práctica tu más perfecto número de desaparición, debemos concluir que: a) con 9 años ya eras un poco psicópata, a la par que encantador; y b) con 9 años ya tenías buen criterio y mejor gusto a la hora de elegir escenario, ya optaste por el Ritz para mostrarle al mundo —conformado en aquella época por tu familia y de la tu recién estrenado tío político— tu mejor truco.
La regañina posterior fue monumental, tanto como la hora y media que te pasaste escondido bajo la mesa de los felices recién casados. Fue tu madre la primera que te echó en falta y la que revolucionó a convidados y personal del hotel —la pobre—. “¿¡Dónde está el niño!?”.
No era la primera vez que desaparecías y, como buen aspirante a ilusionista de altura, nunca repetías truco. Lo cierto es que bajo los adorables y perfectamente inmaculados manteles de algodón del Ritz, junto a los zapatos de novia de tu tía —con aquel broche de piedras preciosas tan bonito y que tanto brillaba—, te sentiste protegido y feliz. Tanto que el sueño se apoderó de ti y te llevó hasta la mullida selva de volutas que dibujaba la alfombra de la Real Fábrica de Tapices.
Adoras el Ritz y punto. Si la civilización, tal y como hoy la conocemos, se fuese al traste y tú te convirtieses en uno de los últimos humanos sobre la faz de la Tierra, el Ritz sería tu refugio porque sabes —como le ocurría a la deliciosa señorita Golightly en Tiffany & Co.— que dentro de él nada malo puede pasar.
Ayer, hoy y siempre
El 2 de octubre de 1910 se inauguró The Ritz Madrid. Sin duda, uno de los mejores hoteles de la Europa de la época. Los reyes Alfonso XIII, principal impulsor del proyecto, y Victoria Eugenia de Battenberg ejercieron de maestros de ceremonias. Fue el primer hotel —y lo sigue siendo— de auténtico lujo de España. El imparable desarrollo del ferrocarril y los primeros vuelos intercontinentales de pasajeros estaban haciendo del mundo un lugar más pequeño y fácil de explorar. Las élites acomodadas y con sensibilidad empezaron a incluir nuestro país y nuestra cultura en sus periplos.
Charles Mewes, arquitecto del Ritz de París, fue el encargado de diseñar y construir un hotel de aspecto clásico que estuviese a la altura de su muy ilustre vecino, el soberbio Museo del Prado, y del no menos elegante paseo del mismo nombre por el que el quién es quién de la época se dejaba ver entre gentiles paseos.
El mismísimo César Ritz, suizo y padre del Ritz de París, ejerció de asesor poniendo el énfasis en la importancia de que el hotel contase con su propio escenario; efectivamente, a César le fascinaba subirse a un buen tablado y ser centro de todas las atenciones.
Pero Ritz dejó mucho más en Madrid, dejó las claves de lo que todo gran hotel debe ser: arquitectura espectacular, belleza y gusto exquisito en cada detalle —repetimos: en-ca-da-de-ta-lle— y un personal ultraprofesional, siempre amable y dispuesto a involucrarse a la hora de resolver las necesidades de cada huésped. ¡Ay, el auténtico lujo!
Renacimiento, poder y gloria
Tras someterse a una (necesaria) renovación total —comprendida entre el último día de febrero de 2018 y el 15 de abril de 2021, cuando aún llevábamos mascarillas— el Ritz se transformó en el Mandarin Oriental Ritz Madrid.
El espíritu de siempre permanecía, pero el lujo se adaptaba a las exigencias del cambiante, veloz y digital siglo XXI. El arquitecto español Rafael de La Hoz y el estudio de diseñadores franceses Gilles & Boissier trabajaron duro para que la rentrée dejase a todo el mundo boquiabierto que, como no podía ser de otra forma, es lo que ocurrió.
Un valor seguro llamado Quique Dacosta
Como destino gastronómico, nuestro protagonista consolida su reputación con Deessa, el restaurante de Quique Dacosta, poseedor de tres estrellas Michelin, tres soles Repol y considera uno de los mejores 20 chefs del mundo. No dejaremos pasar que Dacosta es uno de los Hombres del Año Vanitatis 2023.
Pictura es el bar del hotel, y vaya bar. Cócteles perfectos, superlativos, y una carta de tapas capaz de desterrar a nuestros sofisticados smartphones al infierno del olvido absoluto. El Champagne Bar, consagrado a las mejores referencias nacidas en la mítica región francesa, y El Jardín del Ritz, con carta de Dacosta, completan la jugada para entregarse a los placeres del paladar.
Do you remember the 21st night of September?
Septiembre de 2023 supone para Mandarin Oriental Ritz Madrid una de las rentrées más esperadas de su historia reciente. Una vuelta absolutamente gastronómica gracias a la propuesta de Quique Dacosta, perfectamente pulida durante la pausa estival. Así, vuelven los Sunday Lunch a la terraza del jardín. En el jardín propiamente dicho se puede seguir disfrutando de los ceviches del gran Gastón Acurio —mítico en Madrid— y las paellas de Dacosta. Y al caer la noche, vuelve el momento Moët & Chandon con elegantes sesiones de DJ’s.
En Pictura suben esta temporada la apuesta con la presencia de un bartender invitado que a nadie dejará indiferente, el italiano Domenico Carella, para disfrutar de unos combinados divinos entre las pinturas de Paula Anta, inspiradas en nuestro Siglo de Oro. Mientras que bajo la recuperada cúpula de cristal del hotel, en Palm Court, podremos disfrutar de una carta de espectaculares sopas frías, como la de tomates asados y bogavante.
Mandarin Oriental Ritz Madrid presume de historia, de vivencias, de 113 años (desde este 2 de octubre), de elegancia, de distinción y hasta de niños que jugaban a Houdini bajo adorables y perfectamente inmaculados manteles de algodón.
Es hora de descansar en alguna de las más lujosas habitaciones, o suites, de este país. Que nadie nos moleste. Estamos en el Ritz.
Si aún acaricias con devoción el recuerdo de aquella boda a la que te llevaron con 9 años y en la que emulaste al gran Houdini al poner en práctica tu más perfecto número de desaparición, debemos concluir que: a) con 9 años ya eras un poco psicópata, a la par que encantador; y b) con 9 años ya tenías buen criterio y mejor gusto a la hora de elegir escenario, ya optaste por el Ritz para mostrarle al mundo —conformado en aquella época por tu familia y de la tu recién estrenado tío político— tu mejor truco.
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