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Innovación, esfuerzo y mucha cola: Mallorca, la reina del roscón de Reyes
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Innovación, esfuerzo y mucha cola: Mallorca, la reina del roscón de Reyes

La clave del éxito en un negocio familiar es que el núcleo permanezca siempre unido. Eso y una pizca de osadía. Todo empezó en 1931 con Bernardino Moreno...

Foto:  Pastelería Mallorca. (Cortesía de la firma)
Pastelería Mallorca. (Cortesía de la firma)

En 1931, Bernardino Moreno, pastelero de profesión y trabajador por cuenta ajena, tomó una decisión importante: independizarse y probar fortuna arriesgando su capital, tanto humano como económico. Junto a él, y siempre como escudo protector, su mujer María. Esta determinación tan valiente ha marcado las cuatro generaciones que llegaron después y que forman parte de la gran saga de la familia Mallorca, pionera en revolucionar el mundo de la pastelería.

Fueron los primeros en introducir cambios en un sector muy cerrado y donde la innovación era nula en aquellas décadas de los años 30 y los siguientes. Pero Bernardino Moreno lo hizo.

Las ensaimadas, torteles, bollos suizos y, en Navidad, el roscón de Reyes, que rápidamente se convirtió en la estrella de la casa, no han tenido competencia. La referencia era y es siempre la misma. Cuando alguien pregunta: “¿Dónde comprar el roscón?”. La respuesta suele ser la misma si vives en Madrid: "En Mallorca, que aciertas seguro". Bernardino Moreno nunca imaginó que sus recetas navideñas pasaran de generación en generación y que en estas fiestas se organizasen colas para recoger o encargar el pastel de Reyes.

placeholder  El célebre roscón. (Cortesía)
El célebre roscón. (Cortesía)

"Mi abuelo fue un hombre muy especial. Empezó a trabajar a los doce años. Tenía muy claro lo que quería hacer. Abrió esa primera tienda en la calle Bravo Murillo en un tiempo en que no es como ahora. Aquella zona de Madrid era un descampado", cuenta Carmen Moreno, que forma parte de la tercera generación que trabaja en la casa. Los cinco hermanos son todos licenciados, estudiaron en Estados Unidos y Suiza, y a ninguno de ellos se le pasaba por la cabeza no trabajar en Mallorca.

placeholder  Carmen Moreno. (Cortesía)
Carmen Moreno. (Cortesía)

"Mi abuelo primero y mis padres después nos inculcaron a los hijos la importancia de formar parte de la empresa. Una de la obligaciones era trabajar cuando estábamos estudiando. En fechas señaladas cono Navidad o Semana Santa, que había mas demanda, nos nos planteábamos estar en otro sitio que no fuera la empresa y obedecer a quien nos mandaba que, por supuesto, no tenía por qué ser familia. Mis padres, igual que antes lo hicieron mis abuelos y ahora nosotros, tenemos muy dentro lo que significa sacar adelante la empresa familiar".

Hubo tiempos duros como la llegada de la crisis en el 2008 o la posguerra en el caso de mis bisabuelos. Quizá ese sea el éxito de Mallorca, que tanto la familia como los trabajadores están muy implicados para que todo funcione incluso en tiempos revueltos", explica Carmen Moreno, economista que lleva desde que acabó su carrera unida laboralmente a la empresa que el pastelero y abuelo fundó con apenas recursos: "Nos han exigido estudios superiores, idiomas, dedicación plena y, por supuesto, igualdad en la familia, ya fueras hombre o mujer".

Nueva savia

La cuarta generación también participa en ese espíritu familiar aunque las reglas han cambiado y ahora deben tener su primer empleo fuera de la empresa: "Ya somos muchos y es una buena decisión". Los Moreno también comparten ocio y tienen el cuartel general en el campo cerca de Toledo: "Hay varias casas y cuando hay vacaciones nos solemos reunir. Al que llega de nuevas a la familia le llama la atención esta unidad, pero es la forma en que nos han educado", afirma Carmen Moreno. Su abuelo y fundador del grupo Mallorca también les inculcó esa unidad. "En aquellos años era habitual vivir en la trastienda. Mi abuelo perdió a su madre siendo muy niño y siempre quiso que estuviéramos unidos".

placeholder  Imagen actual de Mallorca. (Cortesía de la firma).
Imagen actual de Mallorca. (Cortesía de la firma).

Después de la apertura de Bravo Murillo llegó la tienda de la calle Velázquez, en el barrio de Salamanca. Pronto se convirtió en un lugar de cita gastronómica. La pastelería dulce evolucionó y fueron los primeros que empezaron a vender patés, huevo hilado, canapés y salados. Después vendrían los platos preparados, el catering y la posibilidad de tomar en el propio local desayunos, almuerzos y meriendas.

En la actualidad hay mas de setecientos trabajadores y tienen tiendas abiertas en Tokio y México. El abuelo Bernardino estaría muy orgulloso de esta saga de 'pasteleros': “Me parece un lujo haber podido trabajar en buenísima sintonía con mi padre y luego con mis hijos en el mismo proyecto que es Mallorca”, sentencia Carmen.

En 1931, Bernardino Moreno, pastelero de profesión y trabajador por cuenta ajena, tomó una decisión importante: independizarse y probar fortuna arriesgando su capital, tanto humano como económico. Junto a él, y siempre como escudo protector, su mujer María. Esta determinación tan valiente ha marcado las cuatro generaciones que llegaron después y que forman parte de la gran saga de la familia Mallorca, pionera en revolucionar el mundo de la pastelería.

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