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La legendaria longevidad de los fundadores de Freixenet, mucho más que un cava
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La legendaria longevidad de los fundadores de Freixenet, mucho más que un cava

Dolores Sala y su hija mayor se hicieron cargo de la empresa después de que el marido y el hijo mayor fueran fusilados en la guerra y esta fuera colectivizada. Hoy es una multinacional

Foto: Pedro Ferrer y Dolores Sala. (Cortesía de Freixenet)
Pedro Ferrer y Dolores Sala. (Cortesía de Freixenet)

El pasado 2018 fue un año especialmente convulso para las dos principales familias del cava. Con pocos meses de diferencia, Freixenet y Codorníu, los dos líderes del sector, cambiaban de manos. En el caso de Freixenet, la operación llevaba años gestándose. Hasta 2013, la empresa se había mantenido férreamente en el núcleo familiar de la mano de los cuatro accionistas mayoritarios, los hermanos Ferrer Sala. Con una longevidad legendaria, solo la naturaleza pudo romper el delicado equilibrio de poderes en el que se había instalado la empresa el último medio siglo. Una empresa que fue capaz de transformar una finca vinícola de Sant Sadurní d'Anoia en una multinacional que cuenta con 20 bodegas en 6 países.

Viajemos al pasado, concretamente al año 1911. La heredera de la Casa Sala, Dolores Sala Vivé, contrae matrimonio con el pequeño de la familia de los Ferrer, Pedro Ferrer Bosch. Ambos pertenecen a dos familias de tradición vinícola: los Ferrer son propietarios de La Freixeneda y los Sala son los fundadores de Casa Sala. Dolores y Pedro, un visionario, tuvieron cinco hijos: Juan, Pilar, Carmen, Lola y José.

placeholder Los primeros pasos de Freixenet. (Cortesía)
Los primeros pasos de Freixenet. (Cortesía)

Pero la Guerra Civil golpea duro a esta familia. La empresa es colectivizada y el bando republicano fusila al padre y al primogénito, Juan. Al terminar la contienda son Dolores y su hija mayor, Pilar (que entonces solo tiene 20 años), quienes vuelven a poner en marcha la maquinaria, contactan con los antiguos trabajadores y establecen una nueva red. Envían al pequeño de los hermanos, José, a estudiar a Reino Unido, y cuando regresa coge timón de la empresa. Un timón que no ha abandonado hasta el día de hoy. En 1959 asume la dirección general del grupo y lo convierte en lo que es hoy. Sus tres hermanas permanecen al tanto de todo lo que sucede. Dolores Sala, la madre, fallecería ya pasados los 90 años tras pasar su última mañana catando vino.

Tercera generación

Tras ellos, llega el turno de la tercera generación. José Luis Bonet, hijo de Pilar, se incorpora en los años 60 y forma con José Ferrer un tándem que funciona de manera perfecta. En marzo de 1999, José decide que Bonet sea el nuevo presidente. Él se reservará un cargo honorífico. Reparte juego entre las otras ramas familiares para evitar problemas: Enrique Hevia, hijo de Carmen, se convierte en vicepresidente y responsable de finanzas. Su propio primogénito, Pedro Ferrer, será consejero delegado, un cargo que no existía hasta entonces.

placeholder Una imagen de las cavas de Sant Sadurní.  (Freixenet)
Una imagen de las cavas de Sant Sadurní. (Freixenet)

La cordialidad se mantuvo hasta hace cinco años. Los 12 hijos de los cuatro hermanos se llevaron razonablemente bien y respetaron el reparto. Con el tiempo, los cuatro accionistas mayoritarios pasaron a integrar el Comité de Experiencia y los 12 primos entraron en el máximo órgano de decisión de la compañía. Pero varios factores dinamitaron la buena sintonía que existía y la relación entre los primos fue deteriorándose.

Fallece la tía Lola

Uno de los factores fue la ley de la vida. En julio de 2013, a los 92 años, falleció Dolores Ferrer, la tía Lola, sin descendencia. Era un personaje entrañable. Lola vivía en la casa familiar que hay en las cavas de Sant Sadurní y presumía de conocer a todos los trabajadores por su nombre. Cada año, por Navidad, les regalaba un pavo. Su paquete accionarial (el 21,6% de Freixenet) fue repartido equitativamente entre las distintas ramas familiares. Pero los números, endiablados, cambiaron el equilibrio de poderes. Si hasta entonces José Ferrer y la tía Lola tenían el control matemático de la empresa, ahora las otras dos ramas (los Hevia y los Bonet) podían formar mayoría y planeaban cambios. Enrique Hevia y sus hermanos querían profesionalizar la gestión de la empresa, alejar a la familia de los primeros puestos de decisión.

El segundo factor que precipitó las cosas fueron los números. La crisis castigó especialmente al cava, también el conflicto catalán. En el ejercicio fiscal de 2015, la compañía redujo sus beneficios en un 71%, hasta 'apenas' los 2,2 millones de euros (antes de la crisis, rozaba los 30).

placeholder José Ferrer Sala y su esposa, Gloria Noguer. (Freixenet)
José Ferrer Sala y su esposa, Gloria Noguer. (Freixenet)

Y fue entonces cuando apareció una novia para estos romeos. La empresa alemana Henkell, filial de vinos espumosos, vino y licores de Oetker Group, líder en Alemania, empezó a negociar con los Hevia para comprarles su 29% de la empresa. Paralelamente, los Ferrer negociaban con la banca para conseguir liquidez y poder ampliar su presencia en el capital. La jugada de ajedrez ha durado un par de años. Finalmente, en 2018 Henkell anunció que había adquirido el 50,7% de la compañía. Era un acuerdo en el que todos ganaban, porque José Ferrer y José Luis Bonet se quedaban con la otra mitad, asegurando la continuidad familiar en la emblemática compañía. Bonet fue nombrado a principios de año presidente de honor de la compañía junto a su tío.

placeholder Los cuatro hermanos Ferrer Sala: de pie, Carmen y José. Sentadas, Dolores (la tía Lola) y Pilar. (Freixenet)
Los cuatro hermanos Ferrer Sala: de pie, Carmen y José. Sentadas, Dolores (la tía Lola) y Pilar. (Freixenet)

A día de hoy, José Ferrer Sala es el único de los cuatro hijos de los fundadores que sigue vivo. Permanece en activo como presidente de honor y asiste a los consejos (hasta hace poco montaba a caballo). Sus hermanas Pilar y Carmen siguieron el camino de la tía Lola con pocos meses de diferencia. Pilar Ferrer, madre de los Bonet, falleció en enero de 2016. Siguió 'trabajando' como miembro del Comité de la Experiencia de Freixenet hasta su muerte. Su hermana Carmen falleció en abril de ese mismo año. Viajera incansable, conocía todas las bodegas del grupo repartidas por el mundo, incluidas las de Australia, y estuvo activa en la empresa hasta dos años antes de morir.

Los 12 primos de la tercera generación han sido prolíficos y la cuarta generación alcanza al medio centenar de personas. De ellos, solo unos pocos trabajan actualmente en las bodegas. En una de sus últimas entrevistas, Pilar confesaba: "Es importante lo que hemos conseguido: 18 bodegas en siete países de tres continentes... No sé si somos del todo conscientes del éxito de nuestros esfuerzos. Nos hemos sacrificado, no hemos pretendido acumular dinero, sino que todo revierta en la empresa. Creo que nuestros padres estarían orgullosos del relevo porque todos hemos actuado con responsabilidad. Y, felizmente, hemos llegado hasta aquí".

El pasado 2018 fue un año especialmente convulso para las dos principales familias del cava. Con pocos meses de diferencia, Freixenet y Codorníu, los dos líderes del sector, cambiaban de manos. En el caso de Freixenet, la operación llevaba años gestándose. Hasta 2013, la empresa se había mantenido férreamente en el núcleo familiar de la mano de los cuatro accionistas mayoritarios, los hermanos Ferrer Sala. Con una longevidad legendaria, solo la naturaleza pudo romper el delicado equilibrio de poderes en el que se había instalado la empresa el último medio siglo. Una empresa que fue capaz de transformar una finca vinícola de Sant Sadurní d'Anoia en una multinacional que cuenta con 20 bodegas en 6 países.