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Cierra Marie Claire: la apasionante historia de su pionera fundadora hace más de un siglo
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LAS MEDIAS 'DE TODA LA VIDA'

Cierra Marie Claire: la apasionante historia de su pionera fundadora hace más de un siglo

Un final que no hubiera gustado nada a Francisca Íñigo, que hace 116 años jamás hubiera imaginado la larga historia de esa pequeña y modesta tienda que un día abrió con toda su ilusión

Foto: Imagen de la campaña de la colección de medias de fantasía 22-23. (Cortesía Marie Claire)
Imagen de la campaña de la colección de medias de fantasía 22-23. (Cortesía Marie Claire)

Que una empresa cierre siempre es una pena, sobre todo por el equipo humano que hay detrás. Pero cuando lo hace una de esas a las que se les puede colgar la etiqueta de ‘de toda la vida’, el pesar es doble. Es el caso de Marie Claire, una firma de medias con más de un siglo de historia. Cuando cumple exactamente 116 años se encuentra al borde del precipicio. Sin encontrar otra salida, sus directores han solicitado el concurso de acreedores y un ERE de extinción, una situación poco halagüeña sobre todo para los 260 trabajadores que acudían cada día a la planta de Vilafranca, en Castellón.

Es, sin duda, un momento que no le gustaría vivir a Francisca Íñigo, su fundadora. Antes de 1907 eran un matrimonio de clase media, en el que ella se dedicaba al hogar y a tejer medias por hobby, y él, Celestino Aznar, a comercializar con ganado equino, lo que le llevaba a viajar por toda España de manera constante. Y esos viajes fueron los que aprovechó para comenzar a vender las medias que hacía su mujer, iniciativa que tuvo mucho más éxito del que esperaban y que despertó en ella su espíritu emprendedor.

En un momento en el que los negocios todavía parecían cosa de hombres, Francisca Íñigo decidió dar un paso al frente y en 1907 arrancó con una pequeña tienda en el centro del pueblo de Villafranca para comercializar su propio producto. Y algo que a priori se vio como una locura por gran parte de su entorno, superó con creces sus expectativas, tanto que en muy poco tiempo no llegaba a poder tejer para cubrir la demanda que tenía, por lo que poco después abrieron una fábrica que se llamó Lencería Eugenia Montijo, en la que contaron con 14 empleados y algunos niños, entre los que se encontraban sus propios hijos, que también tenían su papel dentro de la cadena de producción. Tal fue el éxito que Celestino pronto se olvidó de ganado y de viajes, y codo a codo con su mujer fue poniendo de su parte para hacer crecer el negocio, ampliar la maquinaria y llegar a aquellos rincones que aun no conocían su existencia.

Pero, a pesar de que parece una historia de cuento de hadas, no todo fue sencillo. Hubo momentos duros, quizá el peor la Guerra Civil, pues llegaron a tener que parar la producción sin saber si podrían volver a fabricar, pero pasado el 36 pudieron retomarla y en muy poco tiempo cogieron el ritmo que las circunstancias les habían obligado a abandonar. Años más tarde, en un momento de crisis, también vendieron una parte del negocio a una compañía británica para salvarlo con la inyección monetaria que esa maniobra supuso, algo que funcionó porque solo seis años después la familia recuperó el control total.

placeholder Detalle de la colección de fantasía de Marie Claire. (Cortesía)
Detalle de la colección de fantasía de Marie Claire. (Cortesía)

Generación tras generación se fueron haciendo cargo del negocio y en los años 50, momento en que entró un nuevo accionista, decidieron cambiarle el nombre por el actual, Marie Claire, trasladaron la fábrica a las afueras de Castellón para hacerla crecer y ampliaron el catálogo para incorporar prendas para hombre y ya no solo medias y ropa interior de mujer. Los años 80 y 90 fueron los de mayor éxito, se convirtieron en la marca de referencia, no solo por sus medias, también porque fueron pioneros en utilizar la televisión como medio para publicitarse, cuando solo había un canal, y no había revista donde no aparecieran sus eslóganes más recordados: "No son medias… son enteras", "un panty para cada mujer" o "si hubiera mujeres de una sola talla, Marie Claire haría pantys de una sola talla".

Hasta 2005, los Aznar Íñigo estuvieron al frente, solventando los baches y disfrutando las buenas rachas. Fue en ese año en el que decidieron salir del consejo de administración, aunque los números todavía les favorecían. Desde entonces, las cosas empezaron a complicarse y en 2009 se vivió el momento más crítico, pues las deudas con Hacienda comenzaron a crecer y a superar los ingresos. Esto se solventó con una ayuda de más de dos millones de euros concedida por el gobierno de la Comunidad Valenciana y la Diputación de Castellón. Lograron seguir adelante a pesar de las complicaciones, pero la sociedad nunca volvió a ser tan rentable como lo había sido antaño.

placeholder Detalle de la colección fantasía de Marie Claire. (Cortesía)
Detalle de la colección fantasía de Marie Claire. (Cortesía)

En 2021, la situación era complicada, a pesar de que durante la pandemia por el covid-19 se habían reinventado dejando durante un tiempo a un lado sus productos habituales y utilizando sus talleres para fabricar mascarillas y batas para sanitarios. Entonces Think Textil se hizo cargo de la compañía y recibió 21 millones de ayudas públicas para salir adelante, pero no fue suficiente y el último año la situación ha sido muy crítica, tanto que se ha llegado al temido concurso de acreedores. Un final que no hubiera gustado nada a Francisca Íñigo, que hace 116 años, como pionera en el negocio de la ropa interior, jamás hubiera imaginado la larga historia de esa pequeña y modesta tienda que un día abrió con toda su ilusión.

Que una empresa cierre siempre es una pena, sobre todo por el equipo humano que hay detrás. Pero cuando lo hace una de esas a las que se les puede colgar la etiqueta de ‘de toda la vida’, el pesar es doble. Es el caso de Marie Claire, una firma de medias con más de un siglo de historia. Cuando cumple exactamente 116 años se encuentra al borde del precipicio. Sin encontrar otra salida, sus directores han solicitado el concurso de acreedores y un ERE de extinción, una situación poco halagüeña sobre todo para los 260 trabajadores que acudían cada día a la planta de Vilafranca, en Castellón.

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