Samantha Hudson, la mujer que quiere dejar de ser 'la loca de Internet': "Estoy aprendiendo a ser aburrida"
Hablamos con la artista sobre sus raíces y su forma de ver el mundo a raíz de la publicación de 'Liturgia', su nuevo single
Una de las pocas personas en España que ha sido excomulgada por la Iglesia católica es Samantha Hudson. Hace ocho años, cuando todavía residía en Magaluf, Mallorca, y todavía era una joven, saltó a la fama por un trabajo del instituto. Con 16 años, publicó su primer single, ‘Maricón’, en el que relataba de forma estridente su visión de la institución. El videoclip fue considerado una provocación para la comunidad religiosa, aunque su profesora le premió con un sobresaliente.
Artista, vedette y activista, Samantha se convirtió en un fenómeno en redes sociales, relatando su día a día durante la pandemia del COVID-19. Sin embargo, cuatro años después, y tal y como ha reconocido en exclusiva para Vanitatis, su exposición ha cambiado radicalmente, al igual que ella.
La mallorquina acaba de publicar su último single, ‘Litugía', en colaboración con la cantante Zahara. “Soy muy católica, además por voluntad propia”, explica reiterando su interés por la iconografía cristina. Una inspiración que le ha servido en contadas ocasiones. En esta última también, considerándolo que ya forma parte del relato popular.
Tu última canción se titula ‘Liturgias’ y es junto a Zahara, ¿qué has encontrado en ella para colaborar?
Tiene el componente sorpresa y ha resultado en una colaboración muy orgánica, porque creo que las dos somos artistas que compartimos esa visión de la fiesta como un espacio de comunión y de expresión sin tapujos. También somos dos cantantes que hemos utilizado la iconografía cristiana; ella, en sus últimos proyectos, y yo desde que nací.
¿Qué tiene de inspirador la iconografía cristiana para ti?
Por un lado, el componente pop, porque ya es como una cosa muy manida. De hecho, nunca encuentro el sentido cuando me acusan de blasfemia después de todo el recorrido histórico a través del arte que se ha aprovechado. También yo soy muy católica, además por voluntad propia.
¿Por alguna influencia familiar?
No, mi familia es laica y estudié en un colegio público. Yo simplemente decidí abrazar a Jesús y por eso escribí ‘Soy un maricón’, porque me sentía como repudiada por algo que yo amaba. Aunque la gente se piense que yo estaba siendo una sacrílega del copón y que estaba ahí metiéndome con toda la institución, que también, pero era una denuncia legítima. No comprendía el porqué, si una persona disidente del género quería abrazar su fe, todo ese organismo institucionalizado había de repudiarle y convertirte en un demonio y en un criminal.
¿Lo sentiste como una falta de libertad de expresión?
No, lo sentí como un intento de censura. No entienden que también puede formar parte de mi vida, a pesar de ya no vivir esa fe de la misma manera. Estoy en todo mi derecho de jugar con esas imágenes, porque también es patrimonio cultural de este país.
La canción 'Liturgia' forma parte de tu nuevo proyecto.
Sale en la primavera de 2025. Es una progresión de mi último trabajo, ‘AOVE’, la cual ya tenía estética bacalá, divertida e irreverente, pero subida de tono y con cierta profundidad añadida en lo que respecta a la composición de las letras. No me voy a volver tampoco una persona muy seria y sesuda, porque no soy una erudita, al menos en la música. No obstante, todas las canciones hablan de la experiencia de ser una chica trans en una gran ciudad y, por ende, ser divina y odiar tu vida también.
Te ves forzada a justificarte en un mundo que te pone en duda
Además, también protagonizas un podcast con María Barrier, ‘Bimboficadas’. Hace un mes, se produjo un intento de parar vuestro show en vivo por parte de tres personas. Ellos utilizaban unos tuits de hace años por los que ya habías pedido perdón. ¿Cómo lo vivisteís?
En el momento me sentí muy orgullosa de todo el público y de que tuvieran la vehemencia colectiva para abordar un problema como un supuesto escrache por parte de un colectivo ultraderechista. María les desalojó en cuestión de segundos sin despeinarse, y continuamos con el show como si nada. Incluso nos volvimos al hotel andando, algo que fue bastante imprudente. Eso sí, ahora, sí me da miedo que nos tengan en el radar o que se atrevan a personarse en un acto que estamos organizando. Saben dónde ir a hacer daño y cómo deslegitimar a una persona ante la opinión pública.
¿Crees que la sociedad, o parte de ella, está preparada para esto?
Llevamos resistiendo desde que nacimos. Al final, vivir en los márgenes y formar parte de una disidencia, de un colectivo discriminado, es lo que tiene ya desde pequeño. Antes de que te hayas planteado tu identidad o lo que implica tu condición en el contexto sociocultural, te ves forzada a hacerte preguntas incómodas, a buscar respuestas, a aprender a justificarte ante un mundo que te pone en duda continuamente. En tu entorno más cercano o en la vía pública siempre es bueno estar alerta. Aunque no te ocurra ningún acto violento, siempre tienes el miedo.
‘Bombificadas’ nació como una conversación entre amigas sin ningún pretexto ni intención.
El pretexto es ser insoportables, y creo que lo conseguimos. También empatizar y conectar con las nuestras, porque, aunque suene soberbio, creo que tenemos opiniones interesantes tanto para bien como para mal. Nosotras seguiremos y lo haremos el 13 de diciembre en el Palacio de la Prensa con otro directo.
En relación con la importancia del discurso, ¿te consideras un referente de la generación Z?
Yo no me considero nada, eso es una decisión que tiene que tomar la persona que se siente inspirada. Considero que la generación Z es un referente para mí. No es que yo sea una persona excepcional tampoco, ya que simplemente he tenido la suerte y el privilegio de que se me haya concedido un espacio en medios estandarizados y en la esfera pública. Yo tengo una visión horizontal, creo que es una de las claves del éxito de mi contenido. La gente se siente parte de esta movida porque es parte del colectivo. Mi poder reside en que si soy una súperestrella, solo tengo sentido en esa constelación.
Tu discurso muchas veces se considera disruptivo. ¿Se había perdido este alegato en los medios convencionales?
Creo que tener una opinión crítica, hoy en día, es considerado una provocación y eso no es cosa mía. Estoy un poco cansada de que siempre se plantee todo este tema de la controversia y la polémica como cosa de una persona. El foco siempre se sitúa en el que llama la atención, pero nunca se habla de esa multitud que se siente ofendida o que se siente provocada. Por ello, mi propuesta artística sirve para dejar en evidencia esa postura conservadora. No hay más que verme, porque solo por existir con una minifalda ya le escuece a cierto porcentaje de la población.
En tu nuevo proyecto abordas tu transición. Un proceso que todo tu público ha vivido a través del tiempo y de tu perfil en redes sociales. ¿Has cambiado tu forma de exponerte al vivir también este viaje?
Sí, porque cada vez valoro más un concepto de intimidad que se está desdibujando. Me gusta ser visible y decidí voluntariamente ponerme en el foco, pero también la resistencia consiste en saber cuáles son tus límites y en no exponerte a situaciones para las que no estás preparada. No es que haya desaparecido, pero sí que he reconfigurado mi esquema de intimidad en cierta manera. Asimismo, existir en la vía pública es suficiente en muchos casos, sobre todo si eres una petarda tan estridente como yo.
Parece que si no estás desquiciada, no eres válida en redes sociales
¿Crees que hay un problema con las redes sociales?
Dan mucho miedo todos los cambios porque los algoritmos ya no buscan esa comunidad. No es como tener tu grupo de seguidoras que están interesadas en tu contenido. Ahora se potencia mucho más la polarización y el odio genera muchas visualizaciones. En mi caso, estoy aprendiendo a ser aburrida y nada más, porque parece que si no te ocurren 500 eventos canónicos y estás desquiciada todos los días de tu vida, no eres válida. Entonces, valoro el silencio, la pausa y la mediocridad.
Hace tiempo subiste una story en el que explicabas que no ibas a subir mucho contenido, porque querías dejar de exponer tus crisis nerviosas. ¿Cómo fue ese momento? ¿Qué te hizo decir ‘tengo que parar aquí’?
No sé si fue una cuestión de protección o simplemente de evolución personal. Cada persona tiene su propio desarrollo y en unos momentos te apetece algo y en otras situaciones estás más en otra cosa distinta. Ahora mismo, no es que no me apetezca compartir mis desequilibrios mentales, sino que ya no estoy tan desequilibrada como antes. La gente recuerda mucho con nostalgia, y con toda la razón, el momento de la pandemia. Ahí estaba chalada, pero como una regadera. Entonces, a mí me encantaría hacer otra vez de esa chica, pero no puedo hacerlo porque ya no tengo ese nivel de locura.
¿Ahora como te definirías?
Ya no soy una loca de Internet, al menos no esa. Me gusta mucho la etiqueta de artista, porque ya no es una cosa bohemia. Es una palabra que engloba todo. Soy directora creativa de la mayoría de videoclips que tengo y también productora ejecutiva, porque yo me financio todo.
¿Madurar te ha llevado a ser tu propia jefa?
Más bien estar precarizada y no querer participar del trabajo asalariado típico. No en un sentido entrepreneur, sino de tener que sacarme las castañas del fuego. Todas las travestis y mucha gente joven han intentado diversificar su propuesta y encontrar una vía de escape a los trabajos más convencionales que te ofrecen, con unas condiciones terribles y unas posibilidades de emancipación prácticamente nulas. Entonces, claro que todos quieren ser influencers y vivir del cuento, porque todos queremos trabajar menos y cobrar más. A mí me parece ridícula esa dignificación del trabajo asalariado, como si esforzarte y gastar tu salud, tu energía y tu tiempo vital a lo largo de toda tu vida fuera a aportarte cierto honor.
Durante una conversación con Mara Torres, hablaste de tu abuela materna, quien encarnaba lo tradicional, pero a la que considerabas una segunda madre. ¿Sentiste en algún momento la frustración de no entenderla y amarla a la vez?
No, nunca me he sentido frustrada por nada que siento. Creo que si lo siento es por algo y es legítimo. Siempre he comprendido muy bien mis contradicciones, al menos en esos términos. Era inevitable tenerle cierta manía si ella odiaba mi condición y yo no podía ser quien era delante de ella, porque habría supuesto un problema muy grande para su esquema de valores. Cuando empiezas a ser una persona que expresa su identidad de género, de la manera que más le apetece, ves cómo choca eso con tu entorno. Entender esto de mi abuela fue una cosa bastante natural, por desgracia. Tuve que vivir los últimos años de su existencia con una máscara y sin llamar mucho la atención para no estorbar.
Cuándo vuelves a León, ¿cómo te sientes?
Distinta, ni bien ni mal, es la sensación de volver a tu casa. Cada vez es una aceptación distinta y se va profundizando más en diferentes aspectos de mi personalidad que cambian a lo largo de los años. Siempre que vuelvo es distinto, conecto con unas cosas, desconecto con otras.
Los últimos años de mi abuela tuve que vivirlos con una máscara
¿Qué querías ser de pequeña?
Granjera, y lo he conseguido porque tengo que lidiar con muchos cerdos y encargarme de su estiércol.
Con 13 años, ¿crees que te curaste en salud de lo que vives ahora?
No, pero siento que me hicieron una herida tan profunda que ya me da igual magullarme. Existir es cicatrizar continuamente.
¿Eres actualmente la kamikaze que quisiste ser?
Ya era una kamikaze, solo que simplemente el mundo se ha dado cuenta de que soy una estrella, pero yo ya me sentía una.
¿Te ves pasando a la ficción como actriz en una película?
¿Por qué no? El mundo es muy raro. Ya tengo un premio EMA a la mejor artista española de 2023. ¿Por qué no iba a tener un Goya? Es posible, y sobre todo, los horizontes son infinitos para una rubia tan ambiciosa.
¿A quién se lo dedicarías?
A mí misma, pero por acortar el discurso, que es una cosa que me aburre muchísimo.
¿Te gustaría dirigir tu propia ficción?
Sí, creo que faltan perspectivas cuando se trata de desarrollar un concepto, de dirigir, de escribir o de realizar. Las disidencias también tienen que tomar el mando cuando se trata de contar historias, sean sus propias o inventadas, que no tengan nada que ver con sus realidades. Ya que se van a hablar de nuestras vivencias, al menos que cuenten con nosotras.
¿Tienes algo escrito?
Tengo muchas cosas, pero de momento nada que esté en marcha.
¿Te gustaría tener una biografía?
No, me gustaría tener una biografía para contar mi historia y tener dinero. No obstante, me gustaría que la gente se olvidara de mí.
¿Por qué?
No sé, me abruma la trascendencia. No quiero ser un icono a lo largo de los años y el tiempo. Solamente, espero que mi entorno cercano me recuerde.
Las disidencias también tienen que tomar el mando cuando se trata de contar historias
¿Has pensado en la muerte?
Mucho, me relaja. Es que dejar de existir se debe de sentir tan bien, bueno, no se debe de sentir.
¿Tienes tu funeral planeado?
No, pero espero que sea un fiestón en la intimidad. Yo no soy nada de celebraciones masivas. Contra todo pronóstico, me gusta pasar desapercibida.
Es tu dualidad también.
Yo me esfuerzo, pero claro, no lo consigo.
¿Eres más de liturgia o de penitencia?
De liturgia, siempre. No me gusta sufrir, de hecho no sufro. Puedes estar triste y llorar sin sufrirlo. Es necesario habitar todas las emociones, incluso en las que no quieres habitar, como la ira o la tristeza, pero sin resignarse.
¿Te ves dejando de ser artista?
No, porque al final mi trabajo es mi manera de expresarme. Suena a 'empresaria del año', pero tengo mucha suerte de que mi proyecto artístico sea lo que me da dinero.
Una de las pocas personas en España que ha sido excomulgada por la Iglesia católica es Samantha Hudson. Hace ocho años, cuando todavía residía en Magaluf, Mallorca, y todavía era una joven, saltó a la fama por un trabajo del instituto. Con 16 años, publicó su primer single, ‘Maricón’, en el que relataba de forma estridente su visión de la institución. El videoclip fue considerado una provocación para la comunidad religiosa, aunque su profesora le premió con un sobresaliente.
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