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Dónde comer y cenar en San Juan de Luz
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Dónde comer y cenar en San Juan de Luz

San Juan de Luz, una pequeña localidad marinera de la costa atlántica francesa, tiene un buen puñado de restaurantes con estrella Michelin, y muchas opciones de cocina asequible

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Cuando llega el verano, San Juan de Luz es un hervidero de gente, sus principales calles están atestadas por una muchedumbre que pasea y deambula de tienda en tienda. Tras esta capa superficial que desaparece al caer la noche, si se sabe ver más allá, incluso en esta época del año, se descubre una villa tranquila, de típicas casonas vascas y fachadas con vigas de madera vistas, pintadas siempre de los colores del lugar: rojo y verde. Un pueblo que rebosa encanto y mantiene un espíritu y una personalidad en la que aún late el alma de sus antiguos habitantes: rudos y duros balleneros e incluso corsarios que asolaban las costas vecinas.

El sentir general y el gusto por la buena comida que se respira al otro lado del río Bidasoa, ya en el lado español, se vive aquí también, incluso de una forma más llamativa, ya que desde que comienza a lucir el sol con más fuerza, los restaurantes y tiendas gourmet viven asomados a la calle. Como ejemplo, dos enclaves por los que hay pasar y hace acopio de provisiones para casa. Una de las mejores confiterías del mundo, las fabulosas mermeladas que se elaboran en la Maison Francis Miot, que han obtenido durante varios años consecutivos tal calificación, y las conservas de pescado de la Belle Eloise.

Merece la pena hacer una visita al mercado de Halles para observar las capturas que los barcos de pesca anclados en el puerto han realizado y se exponen para la venta. Puestos de buena carne magra, en este caso de caballo, a la que aquí no le hacen ascos, sino que la saben disfrutar; puestos de ricos quesos franceses, y los viernes los granjeros de la zona acuden a vender los productos de su huerta. Tomar un aperitivo a base de sardinas y vino blanco en la terraza del restaurante Buvete de Halles, en un costado del mercado, es un lujo.

Para comer informal y en familia, el socorrido restaurante italiano Bellini, en el que se hacen unas excelentes pizzas en horno de leña, y solo trabajan con productos auténticos italianos que compran ellos mismos en Italia. Si prefiere algo más atractivo, les sugiero una buena mariscada en cualquiera de las terrazas de las calles que desembocan en la Grand Plage.

En la zona, a una distancia de no más de 15 minutos en coche, hay varios restaurantes con estrella Michelin. Si han decidido pasar la noche en San Juan y disfrutar de la tranquilidad de un hotel con mucho encanto como es La Deviniere, les sugiero que se acerquen andando a Kaiku, restaurante con una estrella Michelin en el corazón de la villa en un singular edificio del siglo XVI. Viejas vigas de madera cruzan la sala, un gran arco de piedra separa las dos estancias, iluminación suave y cálida, y mesas amplias y cómodas, vestidas con finos manteles de lino blanco.

Nicolás es un chef que reivindica sus raíces vascas y los productos locales, con los que hace una cocina elegante de autor. Platos a los que Nicolás sabe dar un punto de cocción perfecto para mantener la esencia y la frescura de cada ingrediente. En la carta se encuentran espárragos tibios, carnosos y espléndidos; unas cigalas con emulsión de coco y lima; una lasaña de cordero, sabrosa y potente; verduras de temporada; un teriyaki de lomo o unas manitas de cerdo vasco. Los postres rinden homenaje a la alta repostería francesa, con el Luis XIV, una suave mousse de chocolate crujiente.

Cuando llega el verano, San Juan de Luz es un hervidero de gente, sus principales calles están atestadas por una muchedumbre que pasea y deambula de tienda en tienda. Tras esta capa superficial que desaparece al caer la noche, si se sabe ver más allá, incluso en esta época del año, se descubre una villa tranquila, de típicas casonas vascas y fachadas con vigas de madera vistas, pintadas siempre de los colores del lugar: rojo y verde. Un pueblo que rebosa encanto y mantiene un espíritu y una personalidad en la que aún late el alma de sus antiguos habitantes: rudos y duros balleneros e incluso corsarios que asolaban las costas vecinas.

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