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La Carmencita, una casa de comidas con productos de autor
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La Carmencita, una casa de comidas con productos de autor

La Carmencita, una de las tabernas más antiguas de Madrid y el primer proyecto de la familia Zamora en la capital, es una casa de comidas de cocina casera e ingredientes de autor

Foto: La Carmencita
La Carmencita

Hace días hablábamos de La Vaquería Montañesa, el último proyecto de la familia Zamora en Madrid. Hoy hablamos de La Carmencita, el primer local que abrieron en la capital y el más logrado. La Carmencita pasa por ser la segunda taberna más antigua de Madrid y una de las más auténticas. Engrosa la lista de establecimientos centenarios y señeros de nuestra ciudad junto a locales tan señalados como La Ardosa, en la calle Colón, o Casa Alberto, en Huertas; y Casa Labra, en la calle Tetuán. Los portalones exteriores de madera, sus originales azulejos, las mesas y sillas de madera, la barra de cinc, las lámparas livianas suspendidas del techo, aparadores envejecidos y marquetería propia de otra época, hacen que esta taberna destile sabor.

Abren los portalones a primera hora para comenzar dando desayunos con un muy buen café ecológico que tuestan al momento y acompañamos de una baguetina de ibérico y tomate untado. O unas magníficas tortillas de patatas, poco cuajadas y con cebolla, como las que hacen en sus locales de Santander. ¡Imposible mejorar un desayuno así! Continúan ininterrumpidamente con el aperitivo, auténtico, con vermuts, finos o Bloody Mary, y picoteo a base de algunos de sus fritos como las croquetas de marisco, las de jamón y las rabas de Santander. Después, pasan a dar comidas y sin apenas descanso, sirven meriendas a base de bocatas con mantequilla (como se hacían hace años) y acaban con las cenas. Para poder atender tantos y diferentes servicios tienen una carta tan amplia como su horario, muchos de cuyos platos se pueden probar a cualquier hora.

Los huevos ecológicos, ¡un platazo! De esos que todos elegiríamos como plato favorito para darnos un homenaje. Como la mayoría de sus productos, vienen firmados, en este caso por Guillermo de Pedaque, y los fríen con aceite de oliva virgen y acompañan de patatas, chorizo de la Sierra de Guadarrama y morcilla de Burgos. Cocina casera, como un buen pollo en pepitoria de Segovia, o las magníficas albóndigas de verdel o las de ternera. El arroz con almejas no es como el de La Trainera de Pedreña, pero casi. Muy buenos los taquitos de rape empanados. El cordero del pastor Chencho -dicen que el último pastor ecológico de Poblaciones- sabe como debe a campo y hierbas.

Con tres vinos por denominación de origen, hacen una buena selección de bodegas cuyos caldos tienen una historia que contar. Son etiquetas que se salen de lo común y de lo que acostumbramos a encontrar en tantos sitios. Son vinos con personalidad. Algunos de ellos se elaboran con uvas de cepas centenarias que no dan tanto rendimiento, pero destilan cuerpo, aromas y matices más ricos. Algunos sorprendentes como los que traen de su tierra, Santander: Lusía, de Liebana, de cepas centenarias con una producción muy limitada y controlada; o un Emilio Valerio, más acertado incluso que el anterior. 3 Riojas, 3 Riberas y 3 de Castilla León completan la carta. Para una comida casera, sabrosa y contundente la última vez probamos un gran Cuzcurrita, reserva, de la enóloga Ana Martín, por 27 €.

La Carmencita. C/ Libertad 16. Madrid. Tlf: 91 531 09 11.

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Hace días hablábamos de La Vaquería Montañesa, el último proyecto de la familia Zamora en Madrid. Hoy hablamos de La Carmencita, el primer local que abrieron en la capital y el más logrado. La Carmencita pasa por ser la segunda taberna más antigua de Madrid y una de las más auténticas. Engrosa la lista de establecimientos centenarios y señeros de nuestra ciudad junto a locales tan señalados como La Ardosa, en la calle Colón, o Casa Alberto, en Huertas; y Casa Labra, en la calle Tetuán. Los portalones exteriores de madera, sus originales azulejos, las mesas y sillas de madera, la barra de cinc, las lámparas livianas suspendidas del techo, aparadores envejecidos y marquetería propia de otra época, hacen que esta taberna destile sabor.

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