Dani García comparte sus tres recetas favoritas y una lección de vida: menos es más

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Dani García ha demostrado que la grandeza no siempre está en la complejidad. El chef marbellí, con tres estrellas Michelin y un talento capaz de convertir lo cotidiano en arte, tiene claro que la clave está en no complicar lo que ya es perfecto. Su cocina se sostiene sobre una idea sencilla: respetar el producto y dejar que hable por sí solo.

En una entrevista en exclusiva con 'Lecturas', el cocinero confesó que su plato más sencillo y más rico es un tomate aliñado. Sin artificios ni técnica compleja, solo ingredientes frescos y bien tratados. “Un tomate aliñado con buen aceite y sal. Cuando el producto es perfecto, lo mejor que puedes hacer es no estropearlo”, explicó al citado medio.

Una receta que no requiere grandes técnicas, tan solo unos buenos tomates carnosos, cortados en rodajas gruesas y aliñados con aceite de oliva virgen extra, sal y un toque de vinagre. Hay quien le añade otros ingredientes, como ajo u orégano, pero con una buena base es suficiente.

Pero si hay un plato que conecta a Dani García con sus raíces, ese es el espeto de sardinas. Tal como contó en la entrevista con 'Lecturas' y ha reiterado en su canal oficial de YouTube, es “su plato favorito del mundo” y “la mejor cocción a la brasa que existe”. “Un espeto de sardinas bien hecho, con los pies en la arena y una Coca-Cola Zero fría. Puedes quitarme todo menos eso”, reconocía entre risas.

Su lado más internacional llega con el sushi, una de sus debilidades. En 'Cocina Fácil' de 'Lecturas' compartió su receta de makis, elaborados con arroz de sushi, salmón, atún, pepino, aguacate y alga nori. “Un buen sushi, a cualquier hora”, afirmaba. Lo prepara del modo más tradicional: arroz aliñado con vinagre, pescado fresco cortado con precisión y el toque crujiente del sésamo. Sencillez, técnica y equilibrio, tres palabras que resumen su cocina.

Al final, en la cocina de Dani García no hay secretos, solo verdad. Entre brasas, tomates y sushi, el chef marbellí ha aprendido que la emoción no se mide en técnica, sino en honestidad. Cocinar, para él, sigue siendo un acto de memoria, una forma de volver a casa sin moverse del fuego. Y quizá ahí resida su auténtico talento: en hacer que lo extraordinario parezca tan simple como un buen aliño.