Fernando Nicolás, un 'cachorro' de la jet que huye del cliché
Poco simpatizante de cualquier cliché, arrastra sin embargo el estigma de haber sido compañero de pupitre de Ana Aznar en sus años mozos y de tener
Poco simpatizante de cualquier cliché, arrastra sin embargo el estigma de haber sido compañero de pupitre de Ana Aznar en sus años mozos y de tener ahora como socio en algunos sus negocios a otro de los hijos de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella. Lo tiene claro: no dudaría ni un momento en apoyar a su amigo Alonso Aznar en cualquier proyecto político que este pusiera en marcha. Y él ya ha dicho que tiene ganas.
Fernando Nicolás (33) huye de los tópicos que le definen como el ‘rey de la restauración’ o el ‘rey del mambo’. Su verdadera personalidad, de naturaleza algo tímida, se esconde tras unas gafas de marca que ocultan a un chico tímido que disfruta comiendo tarta de galletas de chocolate. Es consciente de que los tópicos le persiguen: cachorro de la jet, soltero de oro, pijo de la Moraleja, chaval bien relacionado… Él se ríe de estas etiquetas. Y cuando Vanitatis le intenta arrastrar hacia ellas, sale siempre por la tangente.
Pregunta: ¿En quién cree usted más, en Dios o en Ana Botella?
Respuesta: Sobre todo en Fernando Nicolás.
Empezó vendiendo móviles, con dieciséis años, y ahora ha montado la aplicación Wibbi, para relacionar a personas afines en un mismo entorno geolocalizado, como un restaurante, un concierto, una discoteca, en definitiva, para conocer gente. Se trata de un proyecto que ha ideado junto a Alonso Aznar, su socio también en el Restaurante Pipa & Co, que forman trío en ese local junto a la también mediática María Fitz-James. “¿Por qué me preguntáis tanto por Alonso?”, esgrime vehemente cada vez que se toca el tema. Es su cara y su cruz. “Mira, es muy sencillo, a mí Alonso me suma. Me gusta el enfoque que le da a las cosas, es mi contrapunto, un poco siempre como abogado del diablo y muy cauteloso. Eso me viene bien porque yo soy más pasional e impulsivo”.
“Yo no conocí la Belle Époque”
No duda ni un segundo en afirmar que apoyaría a “su colega” en una lista electoral. Y matiza bromeando que él también sería “un buen alcalde”. “El político actual debería ser más cercano y tomar decisiones que fueran muy consensuadas. Por ejemplo, en España no se escucha al empresario, hay un muro total de trabas”. Fernando se decidió por los estudios financieros y muy pronto abrió la discoteca Club Musée. Se aventuró en una de las peores épocas, en junio de 2009, cuando empezaba a azotar la crisis. “Yo no conocí la Belle Époque, yo he nacido en esta crisis y he aprendido que a esta vida no se viene de vacaciones, hay que venir a mejorar la vida de los demás”.
Considera que tiene los locales más cool. Su grupo empresarial se extiende entre Madrid y Barcelona. Cinco en la capital. El último abrirá sus puertas dentro de unos días y promete ser “espectacular”. Se llamará Marieta, pero en este no figurara como socio Alonso Aznar. El porqué, cuando se lo preguntamos, es un subir y bajar de gafas.
Cachorro llama a cachorro
Los amigos de Fernando son los chicos bonitos que jalonan fiestas y locales de éxito del panorama social. Este extremo para él sólo es una simple coincidencia. “Tengo amigos de otros niveles sociales. Soy un camaleón, puedo tener amigos de todas clases. Eso de los cachorros se lo ha inventado la prensa. Todos trabajamos, somos jóvenes normales, pero eso sale menos en los medios”. Él se diferencia tal vez de sus colegas –Rosaura Varo, Javier Hidalgo o Alonso Aznar– en que la vida le puso a prueba muy pronto. Sabe de su frugalidad. Fernando sufrió una caída de un caballo en Nicaragua, le diagnosticaron parálisis desde el torso a los pies y eso le marcó la manera de entender la vida. “Me podía haber quedado parapléjico y mira lo divino que ando. Doy gracias a Dios todos los días por la suerte que he tenido. Sé que tengo una imagen de chulito y prepotente, pero los que me conocen saben que no. Son fachadas que intento destruir”.
“Los fracasos son mi escuela”
Aunque no se define como “espiritual”, profundiza en la teoría de que “lo que más me ha hecho aprender son los fracasos, esa es mi mejor escuela. Es la lección de vida”. Su optimismo le hace parafrasear al financiero Warren Buffet: “Cuando baja la marea se ve quién nada desnudo”. Esta frase le gusta decirla en las entrevistas.
Fourtysix, Tarumba o La Cocina Rock Bar, el restaurante con música en directo donde han compartido mesa Benicio del Toro, Lolita, Jon Kortajarena o Dani Martín, son su estandarte. “Si triunfas con algo te fusilan y la envidia es el deporte nacional, pero creo que soy un tío humilde y sencillo”. Para demostrarlo y reafirmarse en sus palabras llama a un camarero para que lo confirme. Risas. Y sigue: “A mí me gustan los emprendedores como Amancio Ortega, gente que se ha hecho a sí misma. Como mi padre, que es mi referente”. Cuando habla de su padre, Fernando es lo más parecido en imagen a El Principito de Saint-Exupéry.
Una chica que le haga reír
A sus 33 años, Fernando aún sueña con tener una relación como la que vivieron sus padres. Salieron durante seis meses y se casaron. Él arrastra muy a su pesar el estigma de donjuán: “Soy superniñero, quiero casarme y enamorarme, busco una chica que me haga reír, no soporto la típica sosez y tener que llevar siempre la vela. Quiero una pareja que me discuta las cosas... ¿Y el físico? Eso es como el escaparate de una tienda y si te mola entras. Bromea y dice que ha roto tantas veces el corazón a una chica como se lo han roto a él. La última vez le tocó lo segundo, así que no tiene pareja.
Fernando Nicolás sigue siendo, por tanto, soltero de oro, aunque no le gusten los clichés. Vive de alquiler en la Moraleja, prefiere Formentera a Marbella, el golf al fútbol. Conduce un Mercedes, pero acaba de comprarse una Scooter, el último modelo, “para que no me frían más a multas en la ciudad”. No cree en la iglesia católica, pero sí en Dios. Lee El confidencial, ve Los Simpson y National Geographic. Y si vota… está claro a quién vota. Aunque no le gusten los clichés.
Poco simpatizante de cualquier cliché, arrastra sin embargo el estigma de haber sido compañero de pupitre de Ana Aznar en sus años mozos y de tener ahora como socio en algunos sus negocios a otro de los hijos de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella. Lo tiene claro: no dudaría ni un momento en apoyar a su amigo Alonso Aznar en cualquier proyecto político que este pusiera en marcha. Y él ya ha dicho que tiene ganas.
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