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Felipe González abandona su retiro dorado en Extremadura para ejercer la abogacía en Venezuela
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Tiene una casa en el campo

Felipe González abandona su retiro dorado en Extremadura para ejercer la abogacía en Venezuela

Defenderá a los políticos presos en Venezuela. Cada vez pasa más tiempo junto a su mujer, Mar García Vaquero, en la finca que adquirieron en Guadalupe (Cáceres)

Foto: Felipe González y su mujer pasan mucho tiempo en su casa de Cáceres (Gtres)
Felipe González y su mujer pasan mucho tiempo en su casa de Cáceres (Gtres)

A pesar de sus 73 años, Felipe González se resiste a retirarse de la actividad profesional. Lejos de alejarse del mundanal ruido para disfrutar entre encinas de la sierra de Guadalupe, el expresidente del Gobierno ha decidido tomar parte en el conflicto político que azota Venezuela. Según ha informado en las últimas horas, defenderá a los líderes opositores presos por el régimen de Nicolás Maduro. González abandona la sierra extremeña para meterse en camisa de once varas y convertirse en el adalid de la libertad en Venezuela.

Se acaba de cumplir un año desde que el socialista pudo inaugurar, tras doce meses de obras, su casa en Extremadura.González y su mujer, Mar García Vaquero (53), adquirieron una finca de 49 hectáreas en Cáceres. El matrimonio compró el terreno al constructor Joaquín Vázquez, íntimo amigo de González, que le vendió la parcela de una parte de su finca El Común, de 2.000 hectáreas. Según se publicó, González pagó por el terreno 425.000 euros.

El político tenía mucha ilusión en esa vivienda al ser la primera que compartía con su segunda mujer. No en vano, aunque al poco tiempo de hacer pública su relación González se mudó a la casa que Mar tiene en el barrio Salamanca de Madrid, la finca El Penitenciales su primera propiedad en común.

Por eso, nada más obtener las licencias de obra, González y su mujer se pusieron manos a la obra para edificar una casa de 600 metros cuadrados distribuidos en dos plantas. El plan estaba claro: “En cuanto la casa esté lista, pasaremos largas temporadas allí”, aseguraba González a sus amigos.

Tan firme era su decisión que, a principios de 2014, cuando las obras de El Penitencial terminaron, Mar decidió dejar de trabajar. Tal y como publicó entonces Vanitatis en exclusiva, la segunda mujer de González se acogió al Expediente de Regulación de Empleo de La Caixa, donde desarrollaba su actividad profesional.

Otro de los movimientos de la pareja para poder centrarse en su nueva vida en Extremadura fue vender la casa de Tánger de González. La vivienda, de 5.000 metros cuadrados a pie de playa, fue adquirida por González y su primera mujer, Carmen Romero, hace años. Sin embargo, el expresidente se la vendió a un miembro de la Familia Real saudí el verano pasado.

Visitas a Extremadura

Durante el año que ha estado en construcción, González viajaba “dos fines de semana al mes” hasta Guadalupe para supervisar las obras. Según afirmaron entonces varios vecinos del pueblo, su estancia se notaba por “los escoltas que viajan con él y que se alojan en un hotel del pueblo”.

Ahora, la presencia de esos escoltas es más frecuente, “vienen a menudo, pasan mucho tiempo aquí”, explican los vecinos en conversación telefónica con Vanitatis. Sin embargo, no quieren valorar la presencia de tan ilustre habitante. “Bueno, si viene gente a consumir, estupendo, pero siempre están en el campo”, cuentan desde uno de los bares de Guadalupe.

No extraña que González no salga de su finca, ya que en su casa tiene todo lo que necesita. La vivienda está decorada con muebles de Mar y piedras con las que él trabaja. También hay espacio para los bonsáis del expresidente.

Esos bonsáis, hasta que González terminó las obras de su casa, vivieron en el Parque Nacional de Monfragüe. Allí, la Junta de Andalucía posee Las Cansinas, una residencia donde los bonsáis encontraron un hogar temporal.

Ahora, González ha decidido interrumpir ese retiro dorado en el que vive con su mujer para defender la causa de los opositores venezolanos encarcelados. “No son presos políticos, son políticos presos”.

A pesar de sus 73 años, Felipe González se resiste a retirarse de la actividad profesional. Lejos de alejarse del mundanal ruido para disfrutar entre encinas de la sierra de Guadalupe, el expresidente del Gobierno ha decidido tomar parte en el conflicto político que azota Venezuela. Según ha informado en las últimas horas, defenderá a los líderes opositores presos por el régimen de Nicolás Maduro. González abandona la sierra extremeña para meterse en camisa de once varas y convertirse en el adalid de la libertad en Venezuela.

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