Celebra una boda celta: origen, ritos y vestidos de novia

Tras tomar la decisión de contraer matrimonio y unir sus vidas para siempre, una de las primeras preguntas que los novios deben hacerse antes de pasar a la ardua tarea de organizar la boda, es qué tipo de celebración desean. En líneas generales, la respuesta está en dos opciones, civil o religiosa. Definido este asunto, hay parejas que, al margen de una u otra alternativa, buscan algo más. Un rito original, una ceremonia especial o un festejo diferente, es en ese momento cuando bodas como la celta entran en juego.

Conectadas con la naturaleza y la madre tierra, envueltas en magia y repletas de símbolos, los enlaces inspirados en la cultura celta tienen algo hechizante que atrae mucho a las parejas que desean sellar su amor de una forma singular.

Los celtas era un grupo de guerreros que vivieron en la Europa Central y Occidental entre los siglos VIII y I a.C. Se les conocía por su habilidad como jinetes, hablaban lenguas semejantes y compartían, muchas costumbres religiosas y artísticas. Desarrollaban su vida en torno a la naturaleza y la familia, era el pilar fundamental de sus tribus. En este sentido, el matrimonio cobraba un papel relevante. Para ellos, consistía en un contrato que atestiguaba la unión libre entre dos personas y aunque no implicaba ninguna celebración religiosa, las fiestas eran por todo lo alto y su carácter 100% espiritual.

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Hoy llamamos boda celta a aquella que incorpora en la celebración algún rito espiritual que se inspira en esa tradición y para ello, emplea símbolos antiguos. ¿El más popular? El llamado 'handfasting', que consiste en atar las manos de los novios con una cinta para representar que ese vínculo afectivo quedará sujeto para siempre. La pareja une sus cuerpos en uno y lo que es más importante, sus almas entre sí y con la naturaleza.

Fácil de llegar a cabo, el ritual de la luz. El fuego siempre ha sido un elemento fundamental en la vida de los pueblos celtas que, de manera habitual, encendían hogueras y celebraban fiestas alrededor de ellas. Las velas son empleadas para recordar la fuerza del fuego. Pueden encenderse por los padres de los novios, los propios protagonistas o todos los invitados durante el enlace.

Como tercera costumbre, componer un altar circular con flores naturales donde se ubicaran los contrayentes durante todo la ceremonia. Esta tradición consiste en dibujar un círculo de protección para crear una dimensión sagrada y mientras se traza, el oficiante recita una oración que, por ejemplo, puede ser un canto o una poesía, para invocar la protección eterna del nuevo matrimonio. Simboliza amor, armonía, belleza y paz, y recuerda al sol.

En cuanto al atuendo de los novios, ellos deben decantarse por looks informales con tejidos rústicos e incluso, algún guiño al print tartán. Nada de trajes de chaqueta ni atuendos regios, la informalidad para el hombre es la clave.

Para las novias lo más adecuado es un vestido sencillo de corte relajado, dotado de una sutil caída y confeccionado en materiales como el encaje, el lino o la seda. Se admiten adornos como bordados en hilos metalizados, pequeños apliques joya y como detalle imprescindible, flores. Decorando el cabello, siempre suelto y con ondas naturales, a modo de peineta lateral o como una corona, y también el ramo que en este tipo de bodas debe ser sí o sí una composición silvestre.