¿Por qué pegan los niños pequeños? Las claves para entenderlo, según Álvaro Bilbao

Uno de los temas que más preocupan a los padres de niños pequeños es la violencia que, en ocasiones, muestran algunos niños. El neuropsicólogo Álvaro Bilbao explica que que un niño pegue es algo normal, especialmente en la primera infancia, pero que los padres tienen que buscar soluciones cuando esto ocurre.

El primer motivo por el que el experto explica que los niños utilicen la fuerza en la primera infancia es que los niños de esa edad no tienen recursos lingüísticos para defender lo que es suyo, o bien expresar lo que quieren o necesitan, por lo cual recurren a la violencia. Por ejemplo, si otro niño les quita un juguete y quieren recuperarlo.

Otro de los motivos, como explica Álvaro Bilbao, está relacionado con la capacidad de los niños para gestionar la frustración: es un recurso normal y frecuente que, ante una situación de frustración, la rabia haga que reaccione con agresividad. Esto, en sí, no es malo, como deja claro el experto: “es bueno y positivo que los niños peleen por lo que quieren e, incluso, expresen su rabia”. Sin embargo, los padres tienen que ayudarles a hacerlo de forma que no hagan daño a los demás, o a sí mismos.

Es por esto que recae sobre los padres la importante labor de enseñarles a expresar de otras formas sus sentimientos, y a encontrar formas más civilizadas de manifestar su enfado o su frustración. Lo primero que hay que inculcar a los niños es que las agresiones no están aceptadas en la sociedad, y también es muy importante ponerles límites (que les servirán, además, para protegerlos), y explicarles el por qué de las cosas.

Estas son, según Álvaro Bilbao, dos de las claves de la disciplina positiva, que se centra en entender las necesidades y las emociones del niño y conjugarlas para vivir en una sociedad. Junto a ellas, el experto recomienda, además, para educar en positivo, evitar los gritos y los castigos, y buscar alternativas para solucionar los conflictos de forma saludable y mediante la comunicación. Matiza que no castigar no significa no hacer nada, pero recomienda utilizar otras estrategias y aprender a poner (y respetar) límites.