Así puedes empezar a sanar la ansiedad social, según los psicólogos
La ansiedad social va mucho más allá de la timidez. Comprender qué la provoca y cómo empezar a sanar es clave para recuperar la calma y volver a sentirse seguro con los demás
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Vivir con ansiedad social es mucho más que sentir nervios antes de un plan. Detrás suele haber miedo al juicio, inseguridad o experiencias pasadas que dejaron huella. Entenderlo es el primer paso para empezar a sanar.
Todo suele comenzar antes de salir de casa. La mente se llena de pensamientos como “voy a quedar mal” o “no sabré qué decir”. Esa anticipación constante genera tensión, y el cuerpo reacciona incluso antes de que ocurra nada. No es falta de ganas: es ansiedad.
Cuando llegas al sitio, el nudo en el estómago se hace más fuerte. Hay ruido, gente hablando, risas… y, aunque todo parece normal, el cuerpo interpreta peligro. Se acelera el pulso, cuesta concentrarse y aparece la sensación de estar fuera de lugar.
Las personas con ansiedad social tienden a analizar cada gesto y palabra, temiendo parecer torpes o aburridas. Ese exceso de autoobservación alimenta el malestar. Después, al llegar a casa, la mente repite la escena una y otra vez, buscando “errores” que casi nunca existen.
Desde 'Calma Project', una plataforma de psicología y bienestar fundada por Helena Rosa, terapeuta corporal y divulgadora, explican que el proceso de sanación comienza con la conciencia: identificar de dónde viene ese miedo y validar lo que se siente. La ansiedad social, señalan, es una herida en el vínculo: nace en experiencias donde la persona no se sintió segura o aceptada.
El trabajo terapéutico pasa por construir nuevas experiencias emocionales seguras, exponiéndose poco a poco en entornos donde uno pueda sentirse acogido, escuchado y comprendido. La terapia, el apoyo de amigos o la cercanía de la familia ayudan a reeducar al cuerpo para que vuelva a sentirse a salvo. Y lo más importante: recordar que la ansiedad social no define quién eres.
Antes de intentar afrontar la ansiedad social por nuestra cuenta, es importante acudir a un profesional que pueda orientarnos según nuestra situación personal. Cada historia y cada cuerpo reaccionan de forma distinta, y un terapeuta especializado puede ayudar a entender qué hay detrás y ofrecer las herramientas adecuadas. Pedir ayuda no es una debilidad, sino el primer paso hacia una recuperación real y sostenida.
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