El rey Juan Carlos, como nunca antes: excursión en alta mar con su hermana y sus sobrinos, María y Alfonso Zurita

Don Juan Carlos está en España. En concreto, en Sanxenxo, donde prepara la regata en la que competirá este fin de semana en el Bribón en una etapa más de la competición que lleva su nombre. Una nueva visita a nuestro país que nos está regalando escenas nunca antes vistas como la de su curiosa excursión de esta mañana por la ría de Pontevedra.

En casa de Pedro Campos, como es habitual, descansa desde principios de semana entre entrenamiento y entrenamiento. A diferencia de otras ocasiones, tal y como contamos en estas páginas en primicia, el emérito ha cambiado su exigente agenda social en algunos de los restaurantes que frecuenta en sus viajes a Galicia por una vida más relajada intramuros del chalé de su íntimo en la localidad pontevedresa de Nanín. Prefiere llevar un perfil bajo.

El mismo lunes, recibió al alcalde de Sanxenxo, gran amigo suyo, en el salón de casa de su amigo durante un agradable encuentro que se alargó varias horas y desde ayer, tal y como estaba previsto, dedica su tiempo libre a su hermana, la infanta Margarita, a la que llevaba varios meses sin ver por no haber recalado en Madrid en ninguna de sus últimas excursiones náuticas a España.

Esta era la ocasión perfecta para reunirse con la duquesa de Soria en el que se ha convertido en su paraíso nacional desde su partida a Abu Dabi. La infanta no ha viajado sola. Junto a ella lo hicieron también sus hijos, Alfonso y María Zurita, en compañía de sus familias regalando una instantánea inédita hasta la fecha.

Acompañando a sus sobrinos estaban la pareja de Alfonso, con quien sale desde hace más de 15 años y con quien lleva una vida alejada casi por completo de la vida pública y social de Madrid, y el pequeño Carlitos, hijo de María Zurita y sobrino nieto, por tanto, de don Juan Carlos.

Todos ellos, provistos de impermeables, sudaderas y gafas de sol para protegerse del tiempo cambiante de la zona, disfrutaron de una mañana en la ría de Pontevedra a bordo de una embarcación de nombre Cristina capitaneada por Pedro Campos. Junto a ellos, también estaba su mujer, presente en todos los planes de los amigos.

Una cómoda travesía a motor que les permitió observar algunas de las joyas arquitectónicas levantadas a ambos lados de la ría y de los bosques de eucaliptos que se levantan a su alrededor.