Cristina, exultante y feliz, reaparece ante su inminente divorcio de Urdangarin: de boda en Cádiz y de partido en Barcelona

Esta semana, la infanta Cristina se ha enfrentado a unos días complicados. Al menos, desde el punto de vista informativo. Fuentes solventes confirmaban a Vanitatis los puntos más candentes de su esperado acuerdo de divorcio con la consiguiente vuelta de su nombre e imagen a todos los medios de comunicación de España.

No hay duda de que, lejos de suponerle un problema, le ha quitado un auténtico peso de encima. Doña Cristina lleva todo el fin de semana manteniendo una agenda muy alejada de esconderse. Se ha dejado ver, sonriente y estupenda, en escenarios diferentes a los que nos tiene acostumbrada, y con la cabeza alta, haciendo gala de una serenidad relajada como hace tiempo que no veíamos.

El fin de semana ha estado en Medina Sidonia en su papel de amiga animada y mejor embajadora de la familia real. Tras la celebración gaditana, se la espera este martes en el partido de su hijo âblo en Granollers.

El viernes por la tarde, Pablo jugó un encuentro al que asistió su novia, Johanna Zott, con su madre. No estuvo la infanta, tal como habíamos dicho: donde sí estará es el partido de este martes. Es en el Palacio de Deportes de Granollers, y Pablo Urdangarin juega contra el Barça, su anterior equipo, el club que vio crecer y trunfar a su padre. El viernes Pablo, como ya es costumbre, estuvo con Johanna Zott, un miembro más de la familia.

Se espera que la Infanta acuda hoy y luzca su figura, más delgada y en forma que de costumbre. Nada que ver con la delgadez de los primeros meses de su separación de Iñaki Urdangarin, cuando la Infanta apenas comía, tal como informan a Vanitatis fuentes familiares. El disgusto que tuvo fue de tal magnitud que se olvidó de cuidarse. Es otra etapa y doña Cristina la encara con fuerza. La firma de su divorcio es inminente, así lo espera ella al menos, y su actitud ante la vida ha cambiado. El encuentro de este martes es además especial porque, según informan a Vanitatis, acudirán también Iñaki Urdangarin y la hija de ambos, Irene.

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Doña Cristina está satisfecha además porque sus hijos han ido encontrando el camino. Solo falta ‘colocar’ a Irene, la menor y su única hija, quien ha decidido detener sus estudios y no sabe bien por dónde tirar. La Infanta y su exmarido la apoyan y acompañan en este proceso y tratan de buscar soluciones a la crisis vital de la joven.

Mientras, la hermana de Felipe VI sigue con sus continuos viajes a España, en especial a Barcelona, donde vive Pablo y donde pasa parte de su tiempo libre con amigos. Además, en la capital catalana están las oficinas de La Caixa, donde trabaja. Pablo se acaba de mudar a un piso cerca del trabajo de la Infanta y ella ha visitado el lugar, orgullosa de ver cómo se organiza e independiza su segundo hijo.

Este martes 3 de octubre, decíamos, Pablo tiene una importante cita deportiva: el Granollers juega contra el Barça, el antiguo equipo del joven y la casa madre de su padre. SOn dos de los mejores equipos de la Liga ASobal (el primero y el tercero) y el encuentro se antoja multitudinario. Cuando preguntamos si los padres de Pablo volverán a encontrarse en las gradas este martes, las mismas fuentes informan de que así será con toda probabilidad. De hecho, de ser así, este sería el primer encuentro público de ambos tras filtrarse los términos de su separación en estas mismas páginas.

Mientras en Barcelona hay deporte, trabajo y deberes como madre entregada, en Medina Sidonia, casi en la otra punta de España, hubo diversión y fiestas. A la infanta Cristina la vimos también el sábado durante el multitudinario enlace del hijo de Borja Prado, Javier, con su novia desde hace años, Catalina Vereterra. Un enlace cuyos detalles adelantaron algunos de los invitados en primicia a Vanitatis y que se produjo tal y como estaba previsto: con la presencia de exdirigentes nacionales e internacionales (no se perdieron la boda ni Aznar ni Sarkozy), la cúpula del Ibex-35 y gran parte de la élite social en la finca que el presidente de Mediaset posee a las afueras de la localidad gaditana.

800 invitados entre los que se contemplaba que asistiera algún miembro de la familia real (la infanta Elena es una gran amiga de Borja Prado de toda la vida) y que tuvo su mejor representante en la infanta Cristina, quien sonriente y del brazo de Borja Prado Benítez, primogénito del matrimonio, llegó a la iglesia para sorpresa de algunos de los presentes.

Escogió un vestido de Max Mara que le sentaba a las mil maravillas y ponía de manifiesto su renovada figura. Con la melena al viento y la relajación tatuada en su rostro, saludó a todo el mundo a su llegada, y a los que no le dio tiempo, a la salida; posó con varias amigas en fotografías (y también con algún grupo de señoras que se le acercó), y se divirtió intramuros de la finca El Toñanejo con su círculo cercano sin ocultarse de nadie. Estaba radiante.

¿Nos encontramos ante una nueva infanta posdivorcio?