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Los Borbón y los Orange, una buena relación de familia libre de resentimientos históricos
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FAMILIA REAL ESPAÑOLA

Los Borbón y los Orange, una buena relación de familia libre de resentimientos históricos

Lejos queda ya la enemistad entre ambas familias reales: la de Holanda y la española. La nueva visita de don Felipe y doña Letizia a los Países Bajos reforzará los lazos con Guillermo Alejandro y Máxima

Foto: Los Reyes de España con los de Holanda. (Gtres)
Los Reyes de España con los de Holanda. (Gtres)

El miércoles 17 de abril, don Felipe y doña Letizia inician en los Países Bajos una visita de Estado, sin duda esperada por los protagonistas, que nos va a dejar imágenes de confianza, afecto y amistad entre los soberanos de los dos países y sus consortes. Dos dinastías que durante siglos vivieron de espaldas a causa de los turbulentos enfrentamientos que durante los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV asolaron las tierras entonces conocidas como Flandes.

Heridas históricas que dejaron una honda huella en ambas naciones, enfrentadas desde que allá por 1566 Guillermo de Nassau, príncipe de Orange y anteriormente consejero áulico de Carlos V, pasara de ser leal súbdito del rey de España a convertirse en uno de los principales caudillos de la rebelión de las Provincias Unidas tras haber sido nombrado por Felipe II, siete años antes, “Estatúder” de Holanda, Zelanda, Utrecht y Borgoña.

La dinastía de los Orange, una rama de la noble y poderosa casa de Nassau, mantuvo desde entonces su primacía en aquella República de las Provincias Unidas, reconocida independiente en 1648, a la que proveyó de sucesivos “Estatúderes” (magistrados supremos). Príncipes de Orange que pusieron las bases del futuro reino de Holanda, fundado en 1815, tras las guerras napoleónicas, con el rey Guillermo I de Orange-Nassau.

placeholder La familia real española, junto a Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda. (Gtres)
La familia real española, junto a Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda. (Gtres)

El mismo monarca que, por paradojas de la historia, casó a su hijo, el futuro Guillermo II, con la gran duquesa Ana Pavlovna de Rusia, en quien poco antes Fernando VII de España había puesto sus ojos como posible segunda esposa para él tras su restauración en el trono en 1814. Una princesa a quien su madre, la zarina de Rusia, escribía unos años más tarde: "¿No crees, querida Annette, que fuiste muy afortunada evitando el matrimonio español? Es obvio que el cielo vela por ti porque tanto Francia como España te habrían aportado miseria".

Unas décadas más tarde, el general Espartero, regente en nombre de la hija de Fernando VII, la pequeña Isabel II, concibió la idea de casarla con el príncipe Enrique de los Países Bajos, hijo de Guillermo II y de Ana Pavlovna, que fue finalmente desechado por no ser católico y por la oposición de Gran Bretaña. Años después, en 1859, fue esta reina holandesa de origen ruso quien, ya viuda, quiso conocer el país sobre el que hubiera podido llegar a reinar como consorte.

Un viaje de incógnito como condesa de Nafer y en compañía de su hija la princesa Sofía, gran duquesa de Sajonia-Weimar-Eisenach, durante el que visitó Valencia, Barcelona y varios puntos de la costa del Levante. Un interés compartido por su nuera la culta reina Sofía, una princesa de Wurttemberg esposa de Guillermo III, como se evidencia en su amplia correspondencia con sus primos Bonaparte y con políticos y pensadores británicos.

Siempre bien informada, Sofía se mantuvo al tanto de la resolución del matrimonio de Isabel II y de su hermana la infanta Luisa Fernanda, temió que la deriva revolucionaria de la política española en 1853 pudiese extenderse por Europa llegando a Holanda y en 1875, al tener noticia de la restauración de Alfonso XII, no tardó en escribir a su amiga Lady Malet: "Pobre Alfonsito. Tan solo un niño en un país como ese".

Pero sería el siglo XX el que sellaría el acercamiento y la amistad entre Borbones y Oranges, quienes a partir de los años 50 desarrollaron una relación basada en mutuos vínculos de afecto. En el verano de 1954, la reina Juliana y sus hijas Beatriz e Irene coincidieron con los condes de Barcelona y sus hijos Juan Carlos y Pilar en el Agamenón, el crucero de los reyes, a bordo del cual la franca y generosa simpatía de la reina holandesa y el encanto personal de don Juan de Borbón cimentaron una sólida amistad, a la que no debió ser ajena el compartir la limitación de tener dos hijas ciegas, la infanta Margarita y la princesa Cristina.

Asimismo el príncipe Bernardo de Lippe-Biesterfeld, esposo de Juliana, frecuentó a los Borbones de España en sus años de exilio en Portugal, por ser invitado frecuente a las grandes cacerías organizadas en aquellos años por las familias de la nobleza y la aristocracia portuguesas a las que no faltaban los Barcelona.

En 1962, Irene de Holanda fue una de las princesas elegidas como damas de honor por doña Sofía para su boda con don Juan Carlos y, cuando dos años más tarde ella contrajo un más que polémico matrimonio con el príncipe Carlos Hugo de Borbón-Parma, hijo del pretendiente carlista español, la familia real holandesa trató aquella incómoda situación con la mayor delicadeza.

placeholder Irene de Holanda, la segunda por la izquierda, como dama de honor en la boda de Juan Carlos y Sofía. (CP)
Irene de Holanda, la segunda por la izquierda, como dama de honor en la boda de Juan Carlos y Sofía. (CP)

Nadie quiso romper los puentes, los miembros de ambas familias continuaron tratándose y respetándose y en 1981 Juliana no quiso faltar al entierro en Grecia de la reina Federica, madre de doña Sofía. Para entonces el carlismo había perdido relevancia en España y la reina Beatriz, hija y sucesora de Juliana, mantuvo y ha mantenido siempre una estrecha relación con los Borbones de España; en particular con la infanta doña Pilar, en cuyo funeral en El Escorial en enero de 2020 quiso estar presente.

Aunque su parentesco es lejano, pues habríamos de remontarnos a unos príncipes de Hohenlohe-Langenburg de comienzos del siglo XIX, don Felipe y el rey Guillermo Alejandro se tienen una gran estima, visible siempre que se encuentran, y su relación se ha enriquecido con la gran sintonía perceptible entre las reinas Letizia y Máxima, amén del amor que los monarcas holandeses sienten por España, país en el que se conocieron.

Un vínculo auténtico del que da prueba la reciente decisión de los monarcas holandeses de confiar en España, y en sus Reyes, el cuidado y la protección de su hija, la princesa heredera Amalia, cuya presencia en Madrid es continua en estos días tras haber sido seriamente amenazada de muerte en su país, para desasosiego de sus padres.

El miércoles 17 de abril, don Felipe y doña Letizia inician en los Países Bajos una visita de Estado, sin duda esperada por los protagonistas, que nos va a dejar imágenes de confianza, afecto y amistad entre los soberanos de los dos países y sus consortes. Dos dinastías que durante siglos vivieron de espaldas a causa de los turbulentos enfrentamientos que durante los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV asolaron las tierras entonces conocidas como Flandes.

Máxima de Holanda
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