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Los últimos del Agamenón, el crucero de royals organizado por los padres de la reina Sofía
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Los últimos del Agamenón, el crucero de royals organizado por los padres de la reina Sofía

El crucero fue un evento irrepetible, pero también un último intento de mantener la unión entre la gran familia real europea, que nunca volvería a encontrarse de forma tan masiva

Foto: De izquierda a derecha: Víctor Manuel de Saboya, el rey Juan Carlos, la reina Federica, Henri de Francia, Simeón de Bulgaria y Beatriz de Holanda . (Getty)
De izquierda a derecha: Víctor Manuel de Saboya, el rey Juan Carlos, la reina Federica, Henri de Francia, Simeón de Bulgaria y Beatriz de Holanda . (Getty)

Han pasado 69 años y pocos son los que aún pueden recordar aquel famoso Agamenón, el denominado "crucero de los reyes", que en el verano de 1954 puso la mirada de toda la prensa internacional en las olvidadas tierras griegas por congregar durante 11 días (del 24 de agosto al 3 de septiembre) al mayor contingente regio de la historia. Un hecho irrepetible, y actualmente impensable, pero concebido en su día por los reyes Pablo y Federica de Grecia, padres de la reina doña Sofía, para mostrar al mundo las bellezas de la hélade e intentar abrir las islas griegas al gran turismo internacional después una vez apaciguada ya la guerrilla comunista que tras la gran guerra había puesto en jaque al país y a la dinastía.

Dos razones de peso a la que se sumaba una tercera, que era el poder reunir a lo más granado de la realeza del momento, tanto monarquías en ejercicio como ya destronadas, para un gran reencuentro de familia después de los grandes estragos de la Segunda Guerra Mundial, que tantos desgarros y pesares les había acarreado, y facilitar que los miembros de las nuevas generaciones pudieran conocerse.

Todo un conglomerado de tíos y primos en distintos grados, que utilizaban el inglés como lengua franca, entre quienes se encontraban grandes personajes de la vieja guardia como el infante Alfonso de Orleans o los príncipes Jorge de Grecia y Viggo de Dinamarca (los tres poseedores de un gran encanto); figuras relevantes ya en la edad adulta como la reina Juliana de Holanda, la gran duquesa Carlota de Luxemburgo, los reyes Humberto y María José de Italia, los condes de Barcelona o los condes de París; y toda una troupe de gente joven liderada por los reyes Miguel y Ana de Rumanía, entre quienes, en secreto, se esperaba que pudiesen surgir historias románticas que terminasen en bodas que recreasen la histórica endogamia familiar. Algo que culminó en éxito en dos casos muy señalados: el matrimonio de la princesa María Pía de Italia con el príncipe Alejandro de Yugoslavia y la del príncipe Antonio de Borbón-Dos Sicilias, primo hermano de la condesa de Barcelona, con la duquesa Elisabeth de Wurttemberg.

placeholder Algunos de los participantes en el Agamenón. (Getty)
Algunos de los participantes en el Agamenón. (Getty)

Una experiencia inolvidable para aquellos pocos que, todavía hoy, recuerdan con delectación lo vivido durante más de una semana muy intensa, mezcla de formalidad e informalidad (bikinis prohibidos), por ser los últimos asistentes a aquel crucero para 104 personas de las que únicamente quedan 27 con vida. A petición de los monarcas griegos, el rico armador Stavros Niarchos puso el barco a disposición de aquella realeza que representaba tiempos todavía glamurosos, reuniéndose los primeros en la bahía de Nápoles y todo el conjunto ya en la isla de Corfú, lugar de vacación de la familia real griega, para emprender, con el rey Pablo como cicerone, una travesía divertida, jubilosa y “muy en familia” que les llevó en primer lugar a Olimpia y, posteriormente, a las islas de Creta, Rodas, Santorini, Miconos, Skiathos y Delos, antes de pasar a la Grecia continental para visitar Atenas, asistir a una representación del Hippolitus, de Eurípides, en el viejo teatro de Epidauro, y llegarse hasta la mítica Delfos. La condesa de Barcelona, cámara en mano, filmó mucho del acontecer durante el día mientras en la noche, y vestidos de gala rigurosa, los tres grupos de edades compartían las mesas por turnos en base a elecciones por azar.

Una forma de que los jóvenes pudiesen conocer a los mayores y escuchar sus historias, pero también de que la joven generación pudiese congeniar pues, según recuerda la princesa María Luisa de Bulgaria, “aquella fue la ocasión para conocer a los primos del norte”. Solo faltaron las representaciones de las familias reales de Bélgica y de Gran Bretaña, esta última por temer posibles implicaciones políticas en torno a la isla de Chipre.

El crucero fue un evento irrepetible, pero también un último intento de mantener la unión entre la gran familia real europea, que nunca volvería a encontrarse de forma tan masiva, y tan íntimamente familiar, salvo en unas pocas bodas reales de las últimas cinco décadas. Un encuentro que sirvió a la idea inicial de fomentar los vínculos de afecto y de familiaridad entre una nueva generación, ahora en vías de extinguirse. Reyes y príncipes ya desaparecidos o que hace tiempo que han pasado el relevo a la siguiente generación, la de don Felipe, pues de aquellos 104 elegidos,

entre quienes aún se encontraban primos ya muy socialmente irrelevantes como el príncipe Dimitri de Rusia, nieto del último zar, hoy solamente quedan 27 que todavía representan un mundo ciertamente extinguido.

Figuras de primer orden de monarquías aún reinantes como la española (los reyes don Juan Carlos y doña Sofía), la holandesa (la exreina Beatriz y la princesa Irene), la noruega (la princesa Astrid) y la sueca (la princesa Margarita); las caídas monarquías de Italia (los príncipes Víctor Manuel, María Pía y María Gabriela de Saboya y la princesa Cristina de Saboya-Aosta), Bulgaria (el rey Simeón y la princesa María Luisa), Grecia (la princesa Irene y el príncipe Miguel), Yugoslavia (la princesa Elisabeth) y Francia (las princesas Isabel, Elena, Ana y Diana); y un corto grupo de miembros de otras casas en otro tiempo reinantes: la archiduquesa Helena de Austria, el duque Franz de Baviera y su hermana María Gabriela, el príncipe Luis de Baden, los príncipes Rainiero y Dorotea de Hesse, la princesa Tatiana Radziwill y el conde Hans Veit de Toerring-Jettenbach.

placeholder Los reyes Pablo y Federica de Grecia, en una de las paradas del Agamenón. (Getty)
Los reyes Pablo y Federica de Grecia, en una de las paradas del Agamenón. (Getty)

Ellos son los últimos del Agamenón. Un grupo selecto de amigos y de primos que han compartido muchas experiencias de vida y que, de tanto en tanto, todavía se encuentran en Madrid, en Londres o en Atenas, pero que va viendo desaparecer a sus pares. Príncipes que todavía alcanzaron a conocer, y a escuchar, a grandes soberanos y a figuras relevantes de otro tiempo. De un tiempo de grandes fastos y luminarias que sufrió su primer golpe mortal en 1914, terminó herido de muerte con la Segunda Guerra Mundial, y asistió posteriormente a un lento declinar.

Como recuerda uno de ellos, el príncipe historiador Miguel de Grecia, “todos parecían felices de reencontrarse, como si en esta ocasión la pesadilla hubiese quedado finalmente olvidada. Al principio, y tras los besos, no sabían mucho que decirse. Pero, a medida que progresábamos de isla en isla, los recuerdos, las evocaciones del pasado resucitaron los viejos vínculos. La presencia del último rey de Italia, Humberto II, ilustraba mejor que nada la solidaridad reencontrada”.

Han pasado 69 años y pocos son los que aún pueden recordar aquel famoso Agamenón, el denominado "crucero de los reyes", que en el verano de 1954 puso la mirada de toda la prensa internacional en las olvidadas tierras griegas por congregar durante 11 días (del 24 de agosto al 3 de septiembre) al mayor contingente regio de la historia. Un hecho irrepetible, y actualmente impensable, pero concebido en su día por los reyes Pablo y Federica de Grecia, padres de la reina doña Sofía, para mostrar al mundo las bellezas de la hélade e intentar abrir las islas griegas al gran turismo internacional después una vez apaciguada ya la guerrilla comunista que tras la gran guerra había puesto en jaque al país y a la dinastía.

Rey Don Juan Carlos
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