"Fea, pobre y portuguesa": la increíble historia de María Isabel de Braganza, reina del Prado y madre de "todos los españoles"
Contra todo pronóstico, María Isabel, con su carácter sencillo y un estilo menos ostentoso que el boato dieciochesco, conquistó el cariño de la corte y del pueblo como "la madre de todos los españoles"
El 14 de febrero de 1816, la Casa Real española sorprendió a propios y extraños al anunciar el matrimonio de Fernando VII con su sobrina, la infanta María Isabel de Braganza. Pocos en la corte, salvo los integrantes del círculo más cercano del monarca, estaban al tanto de las negociaciones secretas llevadas a cabo con la familia Braganza, refugiada en Brasil desde la invasión napoleónica. Para sellar el enlace, el rey había confiado la misión al padre Cirilo de Alameda y al general Vigodet, quienes viajaron a las lejanas tierras brasileñas para concertar el compromiso con el príncipe regente, don João, padre de la futura reina.
La elección de María Isabel no fue bien recibida por sus secretarios ni por sus consejeros. Era una princesa que llevaba casi una década apartada de Europa, sin alianzas significativos con las principales casas reales, más allá de ser infanta de Portugal. Además, a ello se sumaba que las circunstancias políticas del momento no ayudaban: España enfrentaba la insurgencia en los virreinatos americanos, y las primeras declaraciones de independencia ya habían empezado a resonar. Pese a las advertencias, Fernando, imbuido en su convicción como rey absoluto, desoyó los consejos y apostó por esta unión, convencido de que consolidaría la influencia española en América. En esa línea, se pactaron dos matrimonios: Fernando VII desposaría a María Isabel, mientras que su hermano, el infante Carlos María, haría lo propio con María Francisca, otra hija del regente portugués.
Con todo preparado, en septiembre de 1816, las futuras esposas arribaron a Cádiz, pero su recepción estuvo marcada por tensiones políticas. En el mismo momento de su desembarco, tropas portuguesas ocupaban territorios del Río de la Plata, lo que llevó a algunos a sugerir el secuestro de las infantas como medida de presión contra su padre. Afortunadamente, la idea no se llevó a cabo, pero el recibimiento estuvo lejos de ser un despliegue de lujo: las infantas llegaron sin joyas, sin grandes vestidos y sin la dote prometida. Una situación que, unida a la precariedad económica de la corte española, dio lugar, según algunos autores, a la expresión popular de: "¡Fea, pobre y portuguesa, chúpate esa!".
Durante el recorrido de Cádiz a Madrid, los novios, que se llamaban cariñosamente Fernandito e Isabelita, intercambiaron sendas cartas. El rey, ansioso por reunirse con su prometida, le escribía mensajes como: "Estoy fuera de mi, que no sé lo que me pasa, ya me cuento por dichoso, pues se que en este momento ya soy tu Esposo". Ella, con mucha peor caligrafía y en un encantador portuñol, le hacía un relato de lo que veía en las ciudades donde paraba y se mostraba totalmente sumisa a sus deseos.
Contra todo pronóstico, pese a las malas expectativas, el matrimonio se entendió a las mil maravillas. María Isabel, con su carácter sencillo y un estilo menos ostentoso que el boato dieciochesco, conquistó el cariño de la corte y del pueblo como "la madre de todos los españoles". Una imagen que quedó realzada con el nacimiento de la primera hija del matrimonio, la infanta María Isabel Luisa, a la que decidió amamantar personalmente. Una niña que, por desgracia, murió a consecuencia de la vacuna de la viruela, y cuya pérdida sumió a los padres en profundos lutos.
Aunque la vida matrimonial, a juzgar por los testimonios, funcionaba muy bien, y ella utilizaba la palabra "Misa" como un eufemismo para referirse a sus encuentros íntimos. En una carta de 1817, aún en vida de su hija, María Isabel le escribía a Fernando: "La niña desde q tu has salido no ha dexado de llorar, porq su Padre no la ha llevado al quartel, y su Madre estuvo en la cama hasta aora, y almorzó muy bien aguarda por su amor pª la Missa, lo que hacen los deseos! Estand nel quartel enviar a saber de tu amor (esto es para q no lo puedas enseñar a nadie) por q sé q has enviado por el amor q tienes a tu hija, y a su Madre, q te correspondo como es".
Por desgracia, la figura de María Isabel ha sido injustamente eclipsada por leyendas y prejuicios debido a la escasa investigación que ha deformado su legado. Una de esas historias, la más macabra de todas, la llegó a bautizar como "la reina que murió dos veces". Según esta versión, el 26 de diciembre de 1818, al ser declarada muerta, los médicos habrían comenzado una cesárea para extraer al bebé, ya que estaba embarazada de nueve meses, pero la reina habría despertado en medio del procedimiento, gritando de agonía en medio de aquella carnicería, muriendo destripada y desangrada. Estudios recientes desmienten esta narrativa totalmente sensacionalista, pues los registros médicos contemporáneos indican que falleció debido a problemas de salud derivados de su extrema obesidad.
Hoy, la contribución más destacada de María Isabel de Braganza, como impulsora del Museo del Prado, es un testimonio de su legado cultural. Lejos de ser una figura secundaria, fue una reina culta y comprometida, con protagonismo en sus dos años de matrimonio, cuyo breve paso por la historia merece un reconocimiento más allá de las anécdotas morbosas que han marcado su memoria.
Jonatan Iglesias Sancho es escritor y acaba de publicar en Portugal el libro 'María Isabel de Brgança, Princesa de Portugal, Rainha do Prado' (Minotauro).
El 14 de febrero de 1816, la Casa Real española sorprendió a propios y extraños al anunciar el matrimonio de Fernando VII con su sobrina, la infanta María Isabel de Braganza. Pocos en la corte, salvo los integrantes del círculo más cercano del monarca, estaban al tanto de las negociaciones secretas llevadas a cabo con la familia Braganza, refugiada en Brasil desde la invasión napoleónica. Para sellar el enlace, el rey había confiado la misión al padre Cirilo de Alameda y al general Vigodet, quienes viajaron a las lejanas tierras brasileñas para concertar el compromiso con el príncipe regente, don João, padre de la futura reina.