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Joan Bennett: el tiroteo por celos (y cuernos) que acabó con la carrera de una estrella de Hollywood
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30 años sin la actriz

Joan Bennett: el tiroteo por celos (y cuernos) que acabó con la carrera de una estrella de Hollywood

Recordamos a la protagonista de 'Perversidad', que falleció hace tres décadas llevándose consigo una vida llena de anécdotas entre el glamour y el escándalo

Foto: Bennett, en una imagen de los años 40. (CP)
Bennett, en una imagen de los años 40. (CP)

A los pocos que les suena el nombre de Joan Geraldine Bennett, fallecida un 7 de diciembre de hace 30 años, es porque han visto alguna de esas películas de Fritz Lang en las que la actriz encarnó a una femme fatale, al misterio hecho mujer. Esos títulos, llámense ‘La mujer del cuadro’ o ‘Perversidad’, la han hecho perdurar en la memoria cinéfila durante décadas. Bennett fue, de hecho, la actriz norteamericana que más veces trabajó con Lang (hasta en seis ocasiones), un director con fama de difícil para todo aquel que ponía un pie en sus rodajes.

Pero en la carrera de la estrella también se cruzaron Cukor (‘Las cuatro hermanitas’), Minnelli (‘El padre de la novia’ y su secuela) y hasta Sirk (‘Siempre hay un mañana’, un modernísimo melodrama sobre la infelicidad conyugal). Su mirada ambigua y poderosa, ese pelo negro que al principio de su carrera fue rubio y sus pequeños rasgos faciales hicieron de ella una de las estrellas más populares de los 30 y los 40, en pleno apogeo del sistema de estudios. Su vida personal fue la que acabó dando al traste con una carrera que, con la perspectiva que da el tiempo, se puede calificar de ecléctica y brillante.

Nacida en Nueva Jersey en 1910, Joan provenía de una estirpe de actores que se remontaba al siglo XVIII. De hecho, la primera vez que se puso ante una cámara fue junto a su padre, también actor. Fue en 1916, cuando el cine todavía era un medio primitivo y ella tenía seis años. Con el tiempo, Joan y sus dos hermanas (Barbara y Constance) conquistarían Hollywood. Fue Constance la que, en principio, alcanzó la fama en los primeros años 30.

En cierto modo, esto fue así porque ella priorizó su vida personal siendo aún muy joven. A los 16 años se casó con Jack Marion Fox, un hombre diez años mayor que ella que bebía como un cosaco y con el que tuvo una hija. Cuando se separaron, fue la crianza de esa niña la que la llevó a intentar ganar más dinero dedicándose de lleno a la interpretación.

placeholder Joan Bennett, aún rubia, en una imagen de 1938. (CP)
Joan Bennett, aún rubia, en una imagen de 1938. (CP)

Sus primeros papeles en películas de la Fox ya la llevaron por el buen camino. Después, obtuvo un gran éxito gracias a la primera adaptación sonora de ‘Mujercitas’, en la que encarnó a la caprichosa Amy March. Sin embargo, su ascenso al cosmos de Hollywood no llegó hasta que a un estilista de la época se le ocurrió teñir su pelo de color moreno. En primer lugar, lo hizo para diferenciarla de su hermana Constance, que también era rubia. Aquel cambio de imagen tuvo lugar en ‘La fugitiva de los trópicos’ (1938) y lo que en principio parecía una decisión estilística sin importancia, marcó su carrera para siempre. Y desde ese momento, ya no volvería a ser la chica ingenua de comedias alocadas, sino una mujer sexy, perversa y llena de recovecos. Esa fue la imagen con la que triunfó en los años 40 de la mano de clásicos incontestables como ‘La mujer del cuadro’ (1944), ‘Perversidad’ (1945) o ‘Almas desnudas’(1949).

Wanger, su bendición y su maldición

Gran parte de ese éxito se lo debió al productor Walter Wanger, que la tomó bajo su ala protectora y se casó con ella en 1940. Él fue su bendición y también su maldición. A principios de los 50, el nivel de vida de Wanger era insostenible y se había declarado en bancarrota, mendigando un trabajo en la televisión, entonces un medio floreciente, que nunca llegaba.

placeholder Junto a Edward G. Robinson en 'La mujer del cuadro'. (CP)
Junto a Edward G. Robinson en 'La mujer del cuadro'. (CP)

En aquellos días de alcohol y excesos, el productor sospechó que Bennett tenía una aventura con su agente, Jennings Lang. Contrató a un detective privado y descubrió que, efectivamente, su mujer compartía cama con otro. Lleno de ira, el productor cogió una pistola y esperó a los incautos amantes en un aparcamiento una tarde de diciembre de 1951. Pese a que la actriz intentó detener la escena (varios libros aseguran que no dejó de gritarle ‘¡Lárgate de aquí!’ a su marido para frenar su impulso homicida), Wanger disparó dos veces e hirió a Lang en una pierna.

En una época machista, fue Bennett, irónicamente, la que salió perdiendo con aquel accidente. La industria la repudió y la consideró poco menos que una cualquiera mientras que su marido se convirtió en una especie de mártir cornudo. Wanger solo pasó cuatro meses en la cárcel, ya que sus abogados alegaron locura transitoria. Con el tiempo, el legendario ‘producer’ pudo recuperar parte de su fama y hasta se embarcó en dramas carcelarios que se reían de su propia situación. Su última gran producción fue la sonada ‘Cleopatra’. De Bennett se separó un tiempo pero volvieron a estar juntos hasta que que llegó el divorcio definitivo en 1965.

placeholder Joan Bennett, acosada por los paparazzi tras el incidente. (CP)
Joan Bennett, acosada por los paparazzi tras el incidente. (CP)

Perjudicada por el escándalo, Bennett se refugió en la televisión y en papeles secundarios que, de vez en cuando, tuvieron relevancia. El de ‘Suspiria’ (1977), demencial y barroco título de terror de Dario Argento, fue uno de ellos.

Wanger siguió bromeando sobre el tema del disparo el resto de su vida. Cuenta la leyenda que, en cierta reunión con los ejecutivos de un estudio, les reprochó, entre risas, que no hiciesen nada por remediar el ‘problema’ de los representantes. “Fui el único que hizo algo al respecto”, dijo socarrón. Bennet, por su parte, se volvió a casar con David Wilde en 1978 y con él estuvo hasta que un infarto paró su corazón de 80 años en diciembre de 1990.

Hasta el final de sus días, el público la encasilló en el estereotipo de devorahombres, alimentado por los ‘noirs’ en los que la digirió Lang y, sobre todo, por el tiroteo que manchó para siempre su reputación en unos tiempos en los que a las mujeres no se les perdonaba nada. Quizá por eso, ella ironizó astutamente cada vez que le preguntaron por su carrera cinematográfica: “No pienso mucho en la mayoría de las películas que hice, pero ser una estrella de cine fue algo que me gustó mucho”.

A los pocos que les suena el nombre de Joan Geraldine Bennett, fallecida un 7 de diciembre de hace 30 años, es porque han visto alguna de esas películas de Fritz Lang en las que la actriz encarnó a una femme fatale, al misterio hecho mujer. Esos títulos, llámense ‘La mujer del cuadro’ o ‘Perversidad’, la han hecho perdurar en la memoria cinéfila durante décadas. Bennett fue, de hecho, la actriz norteamericana que más veces trabajó con Lang (hasta en seis ocasiones), un director con fama de difícil para todo aquel que ponía un pie en sus rodajes.

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