De Madrid a Córdoba: date el capricho primaveral de comer en un patio

Los patios tienen ese algo especial que nos hace sucumbir continuamente a sus encantos. Y nos ha vuelto a pasar. Es cierto que hay uno en Córdoba y otro Sevilla, pero no solo son andaluces. Esta ruta primaveral, con algo de intemperie, de cielo y verde, pasa también por Madrid y Barcelona. Empezamos en el califato para comer precisamente como príncipes y con el boato propio de los sucesores de Mahoma.

En un palacio cordobés

Intramuros del Palacio Bailío, en un hotel con historia y pinacoteca en todo el centro de Córdoba, pero con restaurante a la vanguardia gastronómica. Aquí está El Arbequina, ese lugar en el que deleitarse con los olores y sabores de la tierra y más aún: con los ingredientes tradicionales de los que ya echaron mano los romanos, los árabes y hasta el Gran Capitán, pasado todo por la modernidad del chef Javi Moreno. Más emoción: este gastronómico, que cuenta con bar y terraza-jardín, se alza sobre los restos de una casa romana, que se ve a través del suelo de cristal.

Pídete: salmorejo cordobés con tostas de ibérico y polvo helado de tomates; ravioli de rabo de toro, crema fina de patata violeta y chips de zanahoria con un toque picante de chile tai, y de postre, tarta de queso con frutos del bosque estofados y helado de yuzu. Pura fusión, que se hace más evidente todavía en la carta gastronómica (solo cenas).

Dónde: C/ Ramírez de las Casas Deza, 10-12. Córdoba.

En un hotel sevillano de lujo

En el Mercer, cuyo restaurante se llama María Luisa, como el emblemático parque, y está en el barrio del Arenal (y olé, torre del Oro), en la margen derecha del Guadalquivir y en un palacete burgués de 1880, la Casa Palacio Castelar, con lo que nos gusta. En sus adentros se cultiva una cocina basada igualmente en el recetario tradicional andaluz y en el producto, pero con grandes dosis de técnica y una presentación muy cuidada. El patio es, claro, típicamente andaluz. Solo abre por las noches, de momento, y ofrece una degustación en distintos rincones del hotel. Una cena nómada.

La ruta empieza en el vestíbulo, que luce fuente, con la degustación de diez creativos snacks; sigue por el comedor, muy de diseño, donde se puede pedir a la carta desde dos platos (36 euros) hasta seis (72), obra del chef Rafael Liñán, y termina en el Fizz Bar, con los postres y los cócteles del argentino Diego Cabrera. En este se sirven también originales aperitivos para comer con los dedos: palos de nata payoya, ostras al vinagre de Jerez o ensalada de aguacate y erizos.

Pídete: tomates Los Palacios del Bajo Guadalquivir, cigalitas de Huelva en gabardina con mahonesa de ortiguillas, gamba roja de Motril con cebolla confitada y su coral, bogavante a la marinera picante con mollete de Antequera y el toque dulce de la torrija casera con mango y burbujas de miel. Así como suena, así sabe.

Dónde: C/ Castelar, 26. Sevilla.

En un local complutense con aire provenzal

Se trata de la nueva Rollerie, que ha abierto sus puertas en la ciudad cervantina de Alcalá de Henares, la Complutum romana, nada menos que en la muy cinematográfica calle Mayor, y van cinco. Vuelven a darle a todo un poco: desayunos, brunch, tostas, raciones, pastas, pan y pastelería. Lo mejor es que el local tiene un jardín vertical, un árbol que es símbolo de la marca y un patio interior muy provenzal al que no le falta ni la fuente de nenúfares. Como si fuera un cuadro de Monet y con todo el aire campestre de un buen día de picnic (urbano).

Pídete: fondue de queso, nachos caseros con queso feta o coca en pan de cristal con trufas de morcilla y pimiento para compartir; hamburguesas, sándwiches, tostas, ensaladas, y dulces como churros, crepes, tortitas, gofres o brownies. Hay un menú infantil por 6,90 euros.

Dónde: C/ Mayor, 15. Alcalá de Henares (Madrid).

En la nueva Barcelona gótica

En un entorno de lujo como este otro hotel Mercer, esta vez en Barcelona, y en las manos del chef Harry Wieding, que ostenta el título de cocinero joven del año, además de tener en su cielo dos soles Repsol, y su segundo de a bordo, Marc Ramos. Lo suyo es cocina catalana actualizada que honra al producto de proximidad, tanto de tierra como de mar. El decorado no podía ser mejor: un edificio histórico situado en el insigne barrio gótico de la ciudad condal que fue restaurado por el equipo del arquitecto Rafael Moneo, respetando las antiguas murallas que lo rodean y los frescos medievales. Por tener tiene hasta un patio de naranjos. Palabras mayores. Hay un menú degustación por 60 euros y otro de mediodía (de martes a viernes) por 28 euros.

Pídete: cocochas de bacalao al pilpil de judías de Santa Pau, arroz caldoso de gamba con sabayón de azafrán, foie de pato con cebolla y pera, y crujiente de patata con huevo y jamón. De postre, ¿qué tal un sablé de chocolate con maracuyá?

Dónde: Carrer dels Lledó, 7. Barcelona.

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