Jorquera: tenemos la excusa perfecta para que quieras viajar por fin a Albacete

Aquí también nos vale lo de 'en un lugar de La Mancha' o mejor La Manchuela, que es la tierra de este pueblo impresionante que es Jorquera. Es pintoresco por demás, así que vamos a ponernos cervantinos y hacernos quijotescos para cometer el atrevimiento de irnos por los cerros de Albacete, que no suele ser un destino turístico, aunque debería. Ahora mismito te decimos por qué. Y no es precisamente porque el sabio del balón Andrés Iniesta sea de por aquí (de Fuentealbilla). No te pierdas el meandro que hace el río (Júcar) ni la atalaya jorquerana, ni el alojamiento con solera, diseño y mucho encanto que tenemos preparado, de nombre XUQ. Lo podría haber imaginado-dibujado Escher. Nos vamos.

1. Un lugar de La Manchuela. Esto es Albacete, Castilla-La Mancha, a 47 km de la capital provincial por el noroeste, y concretamente La Manchuela, por donde el río Júcar hace sus divinas travesuras. Hay hasta cortados de 200 metros de altitud y dos puertas naturales para entrar, la de la Villa y la Nueva, porque Jorquera aunque ya no es defensivo, sigue siendo un bastión. Pues en este lugar de La Mancha llamado La Manchuela hace en invierno mucho mucho frío hasta llegar a los 15 grados bajo cero. Verás mucho olivo, mucho cereal, mucho almendro y mucha viña por aquí.

2. Pero ¿quién ha puesto este pueblo ahí? Si ya alucinaste en colores en Castefollit de la Roca, en La Garrotxa (Girona), y te dejó de piedra Morella, en el Castellón interior, cada uno a su manera, no te pierdas Jorquera, porque está sobre el meandro que traza el Júcar y es toda una atalaya natural con las casas trepando el tajo.

3. Moros y cristianos. Aquí también se vive una de película histórica callejeando. Basta seguir el trazado de la fortaleza para ir de la zona cristiana, que se halla en la parte inferior alrededor de la torre de Doña Banca, hasta la almohade, en la superior y de forma ovalada. En el centro, la iglesia gótica de la Asunción (siglo XVI), la Casa del Corregidor, tan barroca ella, blasonada y dieciochesca, y no es la única. Junto al río, el santuario de la Virgen de Cubas, con una parte excavada en la roca y adonde se va de romería, como era de esperar.

4. Albacete, ¿por qué no? Esto es lo que se preguntaron Víctor Pinedo y Fernando Monteagudo, dos jóvenes emprendedores, contable de profesión uno e ingeniero el otro, cansados de que Albacete no resultase para la gente lo suficientemente tentador. Así que compraron unas casas cueva abandonadas a orillas del Júcar, en el mismo Jorquera, en una zona de especial protección para las aves (ZEPA), con la idea de convertirlas en "un nuevo concepto de turismo rural, fresco, joven y con buen gusto". Y como se habían gastado todo en la adquisición, las rehabilitaron y diseñaron con sus propias manos y materiales de la zona. Su proyecto hotelero se llama XUQ.

5. Dormir en una casa cueva de diseño. El nombre de este alojamiento tan singular, XUQ, viene del antiguo nombre del río Júcar, que era Xuquer y que significa 'devastador', por la fuerza de sus aguas (de prueba está la hoz), que es donde se asienta este XUQ con apellido Lomas de Ruvira (Poblado Maldonado, 5). Son 5 casas de piedra y mampostería con alma de hotel boutique y una temperatura constante de 20 grados, ya sea invierno -hay chimenea- o verano; es lo que tienen (de maravilloso) las cuevas. También son un laberinto. Y todo sigue siendo, para nuestro deleite, muy Quijote.

6. Todo natural y naturaleza. Esto es naturaleza pura, el mundanal ruido queda lejos, y en estas casas cueva sirven al huésped productos de la huerta y hasta huevos de sus gallinas, que tienen árboles frutales y huerto, todo ecológico, en una finca de tres hectáreas con estanques, peces, mucha vegetación, el rumor del río y 300 olivos; no tardará en llegar su propio aceite. Y no le falta el toque artístico, que han creado LUL Oart, un espacio para exposiciones y talleres.

7. No te pierdas. Si ya el castillo de Jorquera tiene lo suyo, que fue posada del Cid Campeador caminito de Valencia, no hay que perderse bajo ningún concepto el de Alcalá del Júcar, clavado sobre la peña que forma la espectacular hoz del Júcar y mucho menos el pueblo, que es francamente soberbio. Y si eres futbolero, mitómano de los amos del balón, tendrás que pasearte por el pueblo que vio nacer y crecer a Andrés Iniesta, Fuentealbilla, que también es Manchuela, como Casas Ibáñez, que tiene un Balcón de Ensueño (literal y con mayúsculas), con vistas impresionantes sobre el valle del Cabriel, competidor del Júcar por sus hoces, o La Recueja, tocado igualmente por la magia ribereña. Hay que desembocar en Albacete.

8. Para comer. Damos el salto a Alcalá del Júcar y paramos en el restaurante El Moli, dentro del conjunto histórico artístico, en la misma orilla del río que lo atraviesa y con vistas, concretamente en el paseo de los Robles. No le va a la zaga el restaurante del hotel Pelayo, en la misma zona. Gazpacho manchego, cordero a la brasa, judías con perdiz, el queso de la tierra... El caso es conquistar Alcalá.

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