Carretera y manta: cuatro rutas en coche por destinos insospechados
Prueba a escaparte. A cualquier destino de cercanía (o no) y haz de un mapa de carreteras tu mejor aliado. Aquí, algunos rincones que puedes visitar sobre cuatro ruedas. ¿Te animas?
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No hay excusas que valgan. Toca sentarse al volante, poner carretera (y manta) y disfrutar de una forma de viajar de lo más placentera. Todo un auténtico chute de endorfinas que, nos atreveríamos a decir, es incluso recomendable para la salud. Así que aquí te sugerimos cuatro itinerarios de primera para que conviertas tu próxima escapada en toda una superproducción viajera. ¡Larga vida a los 'road trips'!
Irlanda: verde que te quiero verde
Sí, de acuerdo: en Irlanda se conduce a mano cambiada y las carreteras son manifiestamente mejorables. Pero eso tiene fácil solución –alquilar un coche con cambio automático y circular como es debido, esto es, respetando los límites de velocidad y la distancia de seguridad–, y la recompensa es mucho mejor de lo que uno podría esperar: conducir por este país es una sucesión de escenas y paisajes que no se olvida jamás. Cualquier esquina de la Isla Esmeralda es idónea pero, puestos a ello, nada como meterse entre pecho y espalda la Wild Atlantic Way, una ruta automovilística de 2.500 kilómetros que recorre todos los rincones de la costa occidental, desde Donegal, en el noroeste, a Cork, en el sur, pasando entre medias por auténticos paraísos como el condado de Sligo, Galway, el estuario del Shannon, el Anillo de Kerry, la península de Dingle...
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Alentejo lo tiene todo
El Alentejo es la región más grande de Portugal y descubrirla en coche, a nuestro ritmo, es enamorarse de ella. Podemos comenzar por Castelo de Vide, la pequeña localidad conocida como la Sintra del Alentejo por sus jardines y su arquitectura, y pasear por las calles de su judería. La siguiente etapa será en la cercana Marvão, la villa amurallada encaramada a lo alto de la colina, la mayor altura del Alentejo. Una hora más tarde, a una velocidad normal, llegaremos a Elvas, lugar Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y donde destacan el mayor conjunto de fortificaciones-baluarte del mundo y el acueducto de Amoreira, de 40 metros de altura. Y, desde luego, no puede faltar en este 'road trip' alentejano Évora, también amurallada y también Patrimonio de la Humanidad. Pasear por sus calles es como viajar en el tiempo a la Edad Media: no hay que perderse el templo de Diana y la capilla de los Huesos.
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Curva y contracurva en Transilvania
Hay carreteras míticas, cuya fama traspasa fronteras y generaciones, y la Transfagarasan de Rumanía es una de ellas. Los locos por los coches de Top Gear la calificaron como “la mejor carretera del mundo para conducir” y cualquiera que lo haya hecho no puede por menos que darles la razón. Los 90 kilómetros –perfectamente asfaltados y con frecuencia muy muy peraltados– que unen las ciudades de Sibiu y Pitesti por la cara sur de los Cárpatos son una sucesión de curvas y contracurvas que atraviesan docenas de puentes y viaductos de todos los tamaños, una carretera encajonada entre algunas de las cumbres más altas de Europa Central y que son un ejercicio de exigencia para los conductores. La carretera, que se construyó bajo la dictadura de Ceaucescu con una finalidad exclusivamente militar, para transportar suministros y tropas en caso de guerra, suele estar abierta al tráfico únicamente entre junio y octubre -cuando no hay nieve. El lago Balea, un lago alpino con un par de hoteles y puestos de comida y artesanía, y el castillo de Poienari, cerca de Arefu, que fue la residencia auténtica de Vlad el Empalador y que puede verse desde la carretera, son dos panorámicas que compensan el esfuerzo al volante.
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Highlands: la ruta North Coast 500
Asomarse al bellísimo fin del mundo: eso es lo que aguarda al recorrer las 500 millas (aproximadamente unos 800 kilómetros de la North Coast 500, una ruta circular que comienza y termina en Inverness y que guarda alguno de los paisajes más espectaculares de las Highlands escocesas: el lago Ness, las ruinas de Beauly Priory, los salmones nadando a contracorriente de las Rogie Falls, el Loch Maree, la playa de Talmine Bay, con su célebre barco varado, o Dunnet, el punto más al norte de la isla de Gran Bretaña y desde se pueden ver las islas Orcadas.
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No hay excusas que valgan. Toca sentarse al volante, poner carretera (y manta) y disfrutar de una forma de viajar de lo más placentera. Todo un auténtico chute de endorfinas que, nos atreveríamos a decir, es incluso recomendable para la salud. Así que aquí te sugerimos cuatro itinerarios de primera para que conviertas tu próxima escapada en toda una superproducción viajera. ¡Larga vida a los 'road trips'!