Los neuromoduladores (toxina botulínica) no son solo para las arrugas: usos que no esperabas y te van a hacer más feliz
No solo eliminan las arrugas, también mejoran la flacidez, la luminosidad, la textura, la rosácea y nuestras emociones
Quién se lo iba a decir a la toxina botulínica, actualmente conocida como neuromodulador. Siempre ha sido el tratamiento para las arrugas por excelencia y el más solicitado en medicina estética: lo pide un 35,3% de los pacientes que recurren a ella.
Pues bien, aunque seguirá siendo su misión si hablamos de estética, resulta que tiene otras virtudes recién descubiertas, como contaba recientemente en la XXXIV reunión del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica la doctora Almudena Nuño, de la clínica IMDA.
Lo primero es entender cómo funciona esta sustancia: bloquea la actividad muscular. Es así como se difuminan las arrugas de expresión o dinámicas, es decir, las que nos salen cuando reímos, lloramos, nos sorprendemos o enfadamos. A su vez, se relajan los gestos y se nos ve más descansados. Pero todo esto no es nuevo, lo sabíamos y es parte del tirón de los neuromoduladores, precisamente esa buena cara que dejan.
Extra de luz y efecto reafirmante
Tampoco es novedad que un neuromodulador aporta mucha luminosidad. Si lo has probado, te habrás dado cuenta de ese brillo extra y esa piel jugosa que antes no tenías. La explicación la da la Dra. Nuño: “Regula la vasodilatación y vasoconstricción de la piel, de ahí que genere un aspecto mucho más homogéneo”. La aplicación, eso sí, es distinta. La cirujana plástica Conchita Pinilla aclara que “cuando se trata de mejorar la calidad cutánea se infiltra a nivel muy superficial, con cuidado de no llegar a la musculatura que contrae, que es lo que se hace cuando se trata la arruga. Además, se diluye mucho”.
Lo que quizá no supieras es que el neuromodulador (o bótox) también trata la flacidez, y esto tiene que ver con su forma de funcionar paralizando la musculatura facial. Según Almudena Nuño, los músculos son como un sistema de poleas o un juego infantil donde se tira de una cuerda, donde el que tiene más fuerza tracciona más y gana.
Por ello, cuando pinchamos esta sustancia, el que tira de la cara hacia abajo, como el platisma (que va desde la mandíbula hasta la clavícula) o el músculo depresor del ángulo de la boca que tira de la boca hacia abajo, al bloquearse se logra que estas zonas del rostro se eleven un poco y se produzca un efecto de mejora de la flacidez”.
Grasa y cicatrices
Otros usos que no conocíamos del gran remedio para las arrugas: regula la secreción sebácea y, por tanto, la grasa del rostro. “Por eso tenemos un mejor aspecto de la piel en la zona donde se ha inyectado el neuromodulador”, aclara la dermatóloga; de paso, al regular la producción de las glándulas sebáceas, previene los brotes de acné. Hay más: mejora las cicatrices de tipo queloide (las abultadas y engrosadas).
“No se sabe bien por qué, los queloides salen en zonas donde hay mucha tensión, así que una de las hipótesis es que relaja la piel, la otra es que remodela y ordena las fibras de colágeno”. Otra aplicación inesperada: posee un efecto antiinflamatorio que mejora los síntomas de la rosácea y disminuye las irritaciones, ya que “la toxina actúa sobre las células mastocitos y evita que se liberen agentes proinflamatorios típicos de esta patología”, revela la Dra. Pinilla.
Más alegría
Pero quizá el efecto más sorprendente del tratamiento no es estético, es emocional. ¿Qué pensarías si te dijéramos que al inyectarte un neuromodulador vas a enfadarte menos? Pues eso parece, a juzgar por los últimos estudios.
Dice la doctora Nuño que al no poder fruncir el ceño sentiremos menos sensación de enfado. “Los pacientes están más contentos porque se ven más guapos, obviamente, pero también influye y mucho más el no poder poner la expresión propia del enojo; es decir, el cerebro, cuando no podemos hacer un gesto, interpreta que no tenemos esa emoción, es decir, que no estamos enfadados o tristes. De hecho, se ha visto en resonancias cerebrales que en los pacientes con la infiltración para las arrugas, la zona de la amígdala se había modificado”, explica. Al hilo, se ha comprobado científicamente que sonreír nos hace estar más felices.
Quién se lo iba a decir a la toxina botulínica, actualmente conocida como neuromodulador. Siempre ha sido el tratamiento para las arrugas por excelencia y el más solicitado en medicina estética: lo pide un 35,3% de los pacientes que recurren a ella.