Narciso, la terraza de Almagro que ha seducido a Naty Abascal y a Xabi Alonso
Es complicado en un barrio como el señorial Chamberí hacerse un hueco en los paladares de los vips que frecuentan o viven en la zona. Pero esta brasserie lo ha logrado. Veamos cómo
Mario Vallés, el hombre detrás de Narciso (y su hermano Hortensio), fue yudoca antes que fraile. Perdón, antes que chef, se nos mezcla el refranero. Este colombiano llevaba 20 años practicando el arte marcial e incluso llegó a participar en las olimpiadas, pero una lesión provocó que su destino fuera en otra dirección. Ya le pasó a Julio Iglesias, que iba para Casillas y por 'culpa' de un accidente se convirtió en el cantante latino más importante del mundo.
Un día de 2003, Mario, que por entonces tenía 26 años, sintió un crujido en la rodilla, y nueve meses de rehabilitación y un cursillo de cocina que un amigo le regaló para pasar el rato después, el campeón de judo se convirtió en maestro de los fogones.
Narciso abrió sus puertas, y la de su terraza, en 2016. Ya entonces Almagro era una calle con poderío en el Monopoly madrileño. Zona de embajadas y vecinos ilustres. En este vecindario de señorío y tronío, Narciso se presenta como una distinguida brasserie que recuerda los cafés centroeuropeos de principio del siglo pasado: porte, elegancia, sobriedad, exquisitez... Atravesar las puertas del establecimiento es como protagonizar un pequeño viaje en el tiempo y el espacio y volver a la Viena de los años 40: raíces clásicas con magníficas molduras, lámparas de araña, muebles de líneas curvas, espejos...
La belleza de la sencillez
El mito de Narciso, el bello joven cautivo de su propia hermosura, se refleja especialmente en la carta del establecimiento que recoge platos a los que no podemos dejar de mirar y admirar. El menú principal es sencillo pero efectista y el 'todo al centro para compartir' es la fuerza que rige la comanda. Una vez hecha la orden, nuestros ojos quedarán embelesados por platillos de carácter local como las albóndigas con champiñones o la morcilla de arroz y pimiento asado, que se alían con otros que han venido del otro lado del charco para quedarse, como los tacos picantes de solomillo o los tequeños con salsa agridulce de origen mexicano y venezolano respectivamente. Belleza gastronómica suprema.
Miramos al agua, como Narciso, para encontrar de nuevo mestizaje: de la muy europeísta dorada a la sal con salsa grenoblesa a los sabores con toques asiáticos como el tataki de atún con quinoa y salsa ponzu. Junto a la orilla de esa laguna de sabores encontramos referencias de aquí (solomillo de vaca austriaca con salsa París) y de allá (lomo bajo de vaca con 25 días de maduración y salsa chimichurri).
Pero donde Narciso, es decir Mario, encuentra más placer en regocijarse en sus propias creaciones es cuando amasa los recuerdos de su infancia y su Colombia natal en postres como el merengón con almendras garrapiñadas bañado en crema inglesa.
Además de su interior, distribuido en tres salones y con capacidad para albergar hasta 110 comensales, Narciso cuenta con una terraza cubierta que, dando continuidad a la estética del local, se presenta bajo una robusta estructura metálica en color azul casi negro.
No sería extraño que mietras distraemos nuestros sentidos con la belleza a la vista y al gusto que ofrece Narciso, encontremos a otros mitos de la España contemporánea como Naty Abascal, que departe en la mesa de al lado junto a unos amigos, o Xabi Alonso, tan apuesto como el personaje de la mitología griega que da nombre al local.
Mario Vallés, el hombre detrás de Narciso (y su hermano Hortensio), fue yudoca antes que fraile. Perdón, antes que chef, se nos mezcla el refranero. Este colombiano llevaba 20 años practicando el arte marcial e incluso llegó a participar en las olimpiadas, pero una lesión provocó que su destino fuera en otra dirección. Ya le pasó a Julio Iglesias, que iba para Casillas y por 'culpa' de un accidente se convirtió en el cantante latino más importante del mundo.
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