Vilafamés, por qué tienes que ir ya al Cadaqués de Castellón (pueblo de artistas)
Le pasa como a Cuenca, donde una casa colgada aloja el Museo de Arte Abstracto Español. Solo que aquí es un palacio del siglo XV el que da cobijo al arte contemporáneo. Y hay mucho más
No todos los pueblos tienen su Dalí ni todos son como Cadaqués, pero hay uno en Castellón que aunque no es blanco blanquísimo ni está a orilla del mar, bañándose casi en él, coquetea con las musas casi por igual. En efecto, ni Gala ni el poeta francés dadaísta y surrealista Paul Eluard pasaron por Vilafamés -que sepamos-. Sin embargo, sí hubo un crítico de arte, ensayista y académico que quiso hacer su pequeña revolución artística en plena efercescencia del flower power, años 60 y 70, y lo consiguió. No solo puso en danza a los artistas locales, sino a los de más allá, que compraron su casa aquí y le dieron a todo esto un aire boho encantador. Te contamos por qué tienes que ir ya pero ya a este pueblo del Castellón interior. No todo iba a ser Peñíscola y Benicasim.
¿Un museo de arte contemporáneo?
En efecto, aquí, en la comarca de la Plana Alta, en un pueblo de menos de dos mil habitantes, precioso, eso sí, y con castillo, hay un museo de arte contemporáneo que lleva el nombre del agitador cultural que te decíamos, el valenciano Vicente Aguilera Cerni, que además está en un palacio del siglo XV que es una de las obras de arquitectura civil más destacadas de toda la provincia, el Palacio del Batlle. Un edificio con patio, portada dovelada, arquería superior de tradición aragonesa, de medio punto, ventanales ajimezados y gárgolas. Una virguería arquitectónica. En sus fondos, unas quinientas obras que van desde los años veinte hasta la actuaidad: Miró, Genovés, Canogar, Lucio Muñoz, Sempere, Mompó, Valdés y un larguísimo etcétera. Hay que ir.
Otro pueblo de postal para tu colección
La colección es la de los pueblos bonitos, en la que no puede faltar Vilafamés, que se alza imponente sobre una mole que forma parte de la Sierra de los Conteses. De interior, cierto, pero a solo 25 kilómetros de Castellón y del mar. Y es Vilafamés de la Plana, como la capital; se trata de su comarca. Búscalo por las murallas que envuelven el conjunto histórico-artístico, muy árabe, y su castillo; es, más allá del arte contemporáneo, su seña de identidad. Y, como todos, tiene mucho que contar: la conquista de Jaime I, las guerras carlistas… Pero además la Iglesia de la Sangre, en el barrio de El Cuartijo, lo más antiguo, donde está también la Casa de la Villa; la de la Asunción, muy principal, la ermita de San Miguel… Vas a querer callejear y zigzaguear.
Cuevas, abrigos, pinturas rupestres y...
Otro punto a favor en el marcador de Vilafamés es las huellas que conserva no ya de la historia, sino de la prehistoria. Aquí están la Cueva Matutano, un yacimiento del Paleolítico Superior; el Tossal de la Font, con restos antropológicos atribuidos al hombre de Neandertal; el Abrigo del Castillo, con uno de los conjuntos de pintura rupestre esquemática más significativos de la Comunidad Valenciana, y las Rocas de Mallasén, un abrigo con la representación de una figura humana, una sola. Los puntos suspensivos son para la Roca Grossa, que es también lo que más sorprende de Vilafamés. Una mole de 2.163 toneladas de peso que está a las faldas de la iglesia parroquial, en la calle de La Font, la principal. No te pasará desapercibida; ya lo (la) verás. Y no le faltan leyendas.
En busca de las fuentes, como el Dr. Livingstone
Ya fuera del casco histórico y con el castillo a lo lejos, viéndolo todo, se puede ir en plan Livingstone pero con todas las comodidades del mundo en busca de la Fuente de la Penella, la Fuente de las Picas, el Clot, la Cueva del Bolimini o el Paraje de San Miguel. La vegetación llega a ser exuberante. No hay que olvidar que a solo 16 km, en dirección al mar, está el Parque Natural del Desierto de las Palmas, paradójicamente el pulmón verde de la ciudad (y la provincia).
Dormir en un jardín vertical
Este es el nombre del hotel en el que hay que quedarse cuando se va a Vilafamés, El Jardín Vertical (C/ Nou, 15). Una casa de campo de cinco plantas, construida con piedra roja de ródeno (arenisca roja) en el siglo XVII (todo es antiguo aquí), que cuenta con nueve habitaciones y un restaurante. ¡Una delicia! “Una enredadera cubre la altísima fachada de piedra de esta casa encantada, de aire medieval, que se alza en un insólito paisaje”, así la presentan. Precio: desde 129 euros.
Y para comer…
Se puede dar buena cuenta de los platos típicos, esto es, el tombet, la olla, la carne a la brasa con alioli, la paella, que esto es la Comunidad Valenciana…, en El Rullo, que es también hotel (C/ La Font, 2), o en el Mesón de Vilafamés (C/ de la Fuente, 1). Y de postre, que sean dulces almendrados, pastissos de boniato, coc de farina o cristines.
No todos los pueblos tienen su Dalí ni todos son como Cadaqués, pero hay uno en Castellón que aunque no es blanco blanquísimo ni está a orilla del mar, bañándose casi en él, coquetea con las musas casi por igual. En efecto, ni Gala ni el poeta francés dadaísta y surrealista Paul Eluard pasaron por Vilafamés -que sepamos-. Sin embargo, sí hubo un crítico de arte, ensayista y académico que quiso hacer su pequeña revolución artística en plena efercescencia del flower power, años 60 y 70, y lo consiguió. No solo puso en danza a los artistas locales, sino a los de más allá, que compraron su casa aquí y le dieron a todo esto un aire boho encantador. Te contamos por qué tienes que ir ya pero ya a este pueblo del Castellón interior. No todo iba a ser Peñíscola y Benicasim.