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Lulú Zheng (Le Chinoise): “Los chinos, por fin, han aprendido a disfrutar de la vida”
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LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Lulú Zheng (Le Chinoise): “Los chinos, por fin, han aprendido a disfrutar de la vida”

A sus 32 años, dirige tres restaurantes de éxito en Madrid. Pertenece a la nueva generación de chinos-españoles, esa que trabaja duro, pero también ha aprendido a disfrutar al máximo de la vida. Una mujer de corazón e ideas claras

Foto: Lulú Zheng dirige con acierto tres restaurantes en Madrid: Le Chinoise, Mítiko y Preciados 33. (F. Zubizarreta)
Lulú Zheng dirige con acierto tres restaurantes en Madrid: Le Chinoise, Mítiko y Preciados 33. (F. Zubizarreta)

Habla como las niñas bien del barrio de Salamanca y su educación es exquisita. Nació y se crio en Valencia, hasta que sus padres abrieron un restaurante en Collado Villalba. Los veranos los pasaba en China, con sus tíos y abuelos, y no precisamente para disfrutar; iba a estudiar la cultura y la esencia de sus raíces y a prender mandarín durante ocho horas diarias, de lunes a sábado. La vida le ha demostrado que se consigue más con carisma que con un carácter fuerte.

Hoy, a sus 32 años, dirige tres restaurantes de éxito en Madrid (Mítiko, Le Chinoise y Preciados 33) y presume de los mejores socios y amigos del mundo. Pertenece a la nueva generación de chinos-españoles, esa que trabaja duro —como la de sus padres— al tiempo que disfruta al máximo de la vida —a diferencia de ellos—.

¿Qué sueño trajo a tus padres hasta España? ¿Qué buscaban?

Mis padres querían tener un niño, un varón. Somos tres hermanos. La mayor, Fang Fang, nació en China. Luego voy yo, que ya nací aquí y pensaban que iba a ser un niño porque en las ecografías no me dejaba ver bien. (Risas). Y luego, ¡por fin!, nueve años después, llegó mi hermano, Li Xiang, español como yo.

¿Estamos hablando del control de la natalidad, de la política del hijo único vigente en la República Popular China hasta 2015, verdad?

Eso es. Mi padre llegó a Europa por Holanda, como la gran mayoría de los chinos que estamos aquí, y luego se instaló en Valencia. Al año vino mi madre. Luego nací yo y a los 45 días me llevaron a China, con mi hermana, mis tíos y mis abuelos. Tenían muchísimo trabajo y no podían con todo. Allí teníamos una nanny que se encargaba de nosotras. Lo de tener un hijo varón era como una obsesión que hay que entender dentro de la coyuntura de la época; pensaban en perpetuar el apellido, las raíces, y en esas cosas. Antes era así.

placeholder Lulú Zheng o el éxito a los 32. (F. Z.)
Lulú Zheng o el éxito a los 32. (F. Z.)

Mi padre es chef y mi madre siempre ha estado en sala. En Valencia trabajan para un familiar nuestro, hasta que, a los dos años, con lo que habían ahorrado, decidieron emprender y montar su propio restaurante. El emprendimiento es algo que los chinos llevamos en el ADN, el trabajar para uno mismo, no para otros. Les fue bien porque mi madre era un caso atípico. A ella le encantaba expandir horizontes, conocer a gente nueva, al contrario de a la mayoría de los chinos, que solo se juntan con compatriotas. Tenía claro que su misión era aprender español perfectamente y lo logró. Creo que he heredado su forma de ser.

“El emprendimiento es algo que los chinos llevamos en el ADN, el trabajar para uno mismo, no para otros”

De Valencia se vinieron a Madrid y abrieron su propio restaurante en Collado Villalba. Con el negocio en marcha se trajeron a mi hermana y luego a mí, ella con 15 años y yo con 6. Eso sí, todos los veranos nos enviaban a China con los abuelos, pero no para disfrutar, ¡para estudiar! Entrábamos en la academia de día y salíamos de noche, ocho horas diarias de lunes a sábado. Así aprendí a escribir y a hablar chino mandarín, que no es lo que hablábamos en el pueblo, allí teníamos nuestro propio dialecto. El mandarín es realmente complicado, doy fe.

¿De dónde sois?

De Qingtian, en la provincia de Zhejiang, en el sur. La gran mayoría de los chinos que hay en España venimos de ahí. María Li Bao, Julia Zhou o Nieves Ye también son de Zhejiang.

¿Cómo funciona tu cabeza con dos idiomas tan diametralmente opuestos?

No lo sé, la verdad. Supongo que al haberlos aprendido de pequeña, cuando la cabeza es una esponja, todo funciona. Hoy creo que ya no podría. Con mi marido, que también es chino-español, empezamos las frases en español y las acabamos en chino. (Risas). A nuestros amigos españoles les volvemos locos. (Risas).

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“Los chinos, en general, hablan poco de sus sentimientos, hasta que se cabrean, claro”

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Le Chinoise. (Cortesía)

¿En qué eres cien por cien española y en qué cien por cien china?

Soy muy china a la hora de respetar las tradiciones, el entorno familiar, y al hacer negocios. Y soy muy española a la hora de comunicarme y relacionarme; en todo lo que sea hablar de mis sentimientos, de cómo me siento, soy superespañola. Los chinos, en general, hablan poco de sus sentimientos, hasta que se cabrean, claro. (Risas).

Dicen que los españoles somos los que mejor sabemos disfrutar de la vida. ¿Lo tienes interiorizado?

¡Absolutamente! Mi mayor placer es viajar, lo disfruto muchísimo. Nosotros viajamos todo lo que podemos y más. En China, por fin, se han dado cuenta de lo importante que es trabajar sin dejar de disfrutar de la vida. Antiguamente no. Antes era trabajar, trabajar y trabajar. Ya no. En China llevan ya unos años aprendiendo a disfrutar, unos diez. Es sorprendente como la cabeza les ha hecho clic e intentan absorber lo bueno del estilo de vida occidental.

Yo me quedo con lo mejor de los dos mundos: hay que trabajar duro para luego disfrutar al máximo. A China le encanta España, Francia, Inglaterra… Europa en general, porque siempre han sido ejemplos de cultura y refinamiento. Eso y las marcas de lujo, claro. (Risas).

placeholder Lulú Zheng o la importancia de la inteligencia emocional. (F. Z.)
Lulú Zheng o la importancia de la inteligencia emocional. (F. Z.)

¿De dónde viene esa fascinación en un país comunista por las marcas de lujo?

Yo creo que se debe a que hemos sido muy pobres, sinceramente. Teníamos lo justo e imprescindible para vivir. El lujo, las cosas caras, sirven para decirles a los demás: “Oye, mira, me va muy bien”. Nada le puede gustar más a un nuevo rico —aquí y en China— que un logo bien grande. (Risas).

“Nada le puede gustar más a un nuevo rico —aquí y en China— que un logo bien grande”

De los tópicos sobre la comunidad china en España, ¿cuál no soportas?

Los tópicos sobre los chinos son ya cosa del pasado. A mí, realmente, no molesta nada. Yo soy una española y una china orgullosa de sus dos países; ninguna de las dos etiquetas me molestan, al contrario. Antes, quizá, el término chino conllevaba tintes xenófobos, despectivos, sobre todo por el tono en el que te lo podían decir, pero hoy no. En el colegio sí llegó a molestarme, hubo un poco de bullying, pero poco. Yo era la única china, tenía un montón de amigos y mis profes me adoraban. A veces me sentía como Chulín, el primer oso panda del zoo de Madrid. Hoy me río de todo eso porque, ya ves, ser español no es más que ser chino, y viceversa.

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“Ser español no es más que ser chino, y viceversa”

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placeholder Le Chinoise. (Cortesía)
Le Chinoise. (Cortesía)

Hablemos de tu carrera y tus negocios, ¿qué estudiaste?

No tengo una carrera. Es mi pequeño complejo, la verdad; pero la tendré cuando encuentre el momento. Lo sé. La muerte de mi madre me rompió bastantes planes. Estudiaré Traducción e Interpretación, eso seguro.

¿Qué hiciste entonces?

Uno de mis primeros trabajos fue en El Corte Inglés de Nuevos Ministerios. Al hablar mandarín, español e inglés lo tuve fácil. Entré por la puerta pequeña, pero ascendí muy rápido y me pusieron al frente del departamento que se encargaba de facilitarle la vida a los clientes brasileños, indios, rusos y chinos.

Mi trabajo consistía en firmar acuerdos con los guías turísticos para que trajesen a estos turistas a la tienda. Ahí me ayudó muchísimo mi cuñado que se dedica a eso. Así conocí, por ejemplo, a Julia Zhou, porque ella tenía, tiene, una agencia de viajes que trae a chinos a España.

Viajaba mucho a China con mi jefe y allí firmábamos acuerdos con las agencias de viajes. Antes los turistas chinos en Madrid solo iban a Las Rozas Village; gracias a nosotros, ahora van a El Corte Inglés de Nuevos Ministerios. Lo transformamos en un gran punto turístico, como El Corral de la Morería o el Santiago Bernabéu. (Risas). ¡Triunfo total!

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placeholder Le Chinoise. C/ María de Molina, 6, Madrid. (Cortesía)
Le Chinoise. C/ María de Molina, 6, Madrid. (Cortesía)

¿Cómo derivas hacia la hostelería?

Mi sueño era abrir mi propio restaurante antes de cumplir los 30. Durante la pandemia maduré la idea. Quería abrir un restaurante de productos típicos españoles de calidad para chinos, un punto de referencia gastronómico para turistas chinos. Al final, la idea se abrió a españoles no residentes en Madrid y a turistas latinoamericanos.

Y así abrimos Mítiko, con la ayuda y experiencia de Víctor Chen, padre de Javier, uno de mis socios. Fue una aventura muy romántica porque en el local que hoy ocupa Mítiko estaba el primer restaurante en el que había trabajado Víctor, abierto por su padre. Te hablo de hace más de cuarenta años. La familia Chen maneja ahora todo un imperio de restaurantes, con la cadena Sumo en cabeza.

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placeholder Mítiko. (Cortesía)
Mítiko. (Cortesía)

¿Qué cocina ofrecéis en Mítiko?

Nikkei, fusión de cocina japonesa y peruana.

¿En Le Chinoise?

Alta gastronomía china.

¿Y en Preciados 33?

Cocina española, mediterránea, paellas y cocidos caseros.

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placeholder Mítiko. C/ Sor Ángela de la Cruz, 22, Madrid. (Cortesía)
Mítiko. C/ Sor Ángela de la Cruz, 22, Madrid. (Cortesía)

¿Cuánta gente trabaja para ti?

Cerca de cien empleados.

En el día a día, ¿cuánto tardas en detectar si alguien te está tomando el pelo?

No mucho, pero Víctor me ha enseñado a abrir un ojo y cerrar el otro al mismo tiempo. He aprendido que, muchas veces, no hay que mirar a los empleados con lupa, que es mejor admitir algunos defectos si a cambio te dan un buen servicio. A veces hay que saber perder para ganar. Lo que pierdes por un lado, lo ganas por otro. Eso y que, en verdad, todos somos imperfectos.

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placeholder Preciados 33, en la misma calle y número, junto a la Puerta del Sol. (Cortesía)
Preciados 33, en la misma calle y número, junto a la Puerta del Sol. (Cortesía)

¿Qué importancia le das a la relación con los medios de comunicación?

Muchísima. Son una parte fundamental del negocio. En este siglo son imprescindibles. El boca a boca, las recomendaciones de los conocidos, ya no son suficientes.

¿Cuál es el superpoder de Lulú Zheng?

Mmm. No tengo ningún superpoder. Si acaso, he aprendido a dejar el carácter a un lado a favor de pelearme más el carisma. Eso y crecer en inteligencia emocional; deberíamos practicarla desde el colegio. Prefiero ser inteligente a lista, se consigue mucho más. Y otra certeza, sola no se consigue nada, el reto pasa por saber hacer equipo y que todos estemos contentos.

Habla como las niñas bien del barrio de Salamanca y su educación es exquisita. Nació y se crio en Valencia, hasta que sus padres abrieron un restaurante en Collado Villalba. Los veranos los pasaba en China, con sus tíos y abuelos, y no precisamente para disfrutar; iba a estudiar la cultura y la esencia de sus raíces y a prender mandarín durante ocho horas diarias, de lunes a sábado. La vida le ha demostrado que se consigue más con carisma que con un carácter fuerte.

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