Crítica de 'Olympo' (Netflix): un 'Élite' deportivo y sexy que no llega a la categoría de placer culpable
La serie bebe de la fuente de 'Élite' sin alcanzar el carisma de aquella y ofrece un entretenimiento para los afines a las producciones teen y una oportunidad para averiguar quiénes serán las caras del futuro en el audiovisual español
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Hubo un tiempo en el que los adolescentes reales se parecían a los niños de 'Verano Azul' y la sociedad de la Transición se echaba las manos a la cabeza cuando decían palabrotas (hasta esa palabra resulta naif hoy día). Una década y media más tarde, 'Compañeros' fue un paso más allá con los amoríos de Quimi y Valle y el también candoroso (aunque no tanto como el 'No nos moverán' de Julia y su guitarra) 'No te fallaré'.
Otros quince años después, el atrevimiento adolescente de la televisión se llamó 'Física y Química', que añadía drogas y algo de sexo a la ecuación y hacía parecer a los chicos y chicas que rodeaban a Chanquete los angelitos de un jardín de infancia.
En 2018 'Élite' no solo fue un salto evolutivo, sino que dio a esas historias de adolescentes un plus presupuestario, el morbo de verlos en un entorno privilegiado y un misterio por temporada a lo 'Mujeres Desesperadas'. La ficción encontró fans a lo largo y ancho del planeta.
De hecho, no era raro que alguien de Los Ángeles se confesase adicto a las historias del colegio Encinas, a sus revolcones y sexo gratuito y a esos crímenes oscuros que habrían hecho las delicias de la mismísima Ágatha Christie si esta hubiese mezclado todas sus novelas puesta de speed hasta las cejas.
Temporada tras temporada, la serie se fue cayendo (y las malas críticas fueron aumentando) y perdió fuelle hasta que cerró el telón definitivamente. Pero Netflix no se queda sin serie juvenil, y 'Olympo' aspira a generar un nuevo culto a su alrededor con los mismos mimbres de aquella serie de la que salieron talentos como el de Miguel Bernardeau (su interpretación en 'Querer' sigue siendo una de las más destacables de la ficción de 2024).
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Ambientada en un centro deportivo de alto rendimiento, 'Olympo' comienza cuando Zoe Moral consigue una beca deportiva para ingresar en el CAD (Centro de Alto Rendimiento) de los Pirineos, donde puede llegar a ser una atleta de primera.
Allí se encuentra con un nutrido grupo de jóvenes que se dedican a diversas disciplinas, como Amaia, líder del equipo de natación que, tras un accidente cardiovascular que deja gravemente enferma a su compañera Nuria (María Romanillos) intentará destapar si el dopaje es una práctica normalizada en el centro.
Lo que sigue son amores y atracciones (la de Zoe y otra chica que se convierte en su sombra aunque ni siquiera le dirige la palabra; la de Roque, un jugador de rugby discriminado por su orientación sexual, por otro chico que no acepta la suya, etc...) en las que el misterio añadido, ese punto de thriller obligado que tienen este tipo de series, es cuándo saltará la alarma sobre esos dopajes y esas trampas del centro para ser los números uno; esos amañamientos que requieren un sacrificio tremendo por parte del alumnado.
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En tiempos de productividad a toda costa, el gran valor de 'Olympo' reside en hacer crítica, a lo 'Cisne Negro' (aquí tampoco falta la madre exigente y autoritaria con su hija) de una competitividad mal entendida; de la terrorífica y uniforme idea del éxito que tiene la sociedad neoliberal en general y el mundo del deporte en particular.
Y los actores, liderados por una carismática Clara Galle, son los cuerpos y las caras perfectas para enarbolar esa elogiable crítica del despiadado capitalismo que nos convierte en mártires de una carrera a ninguna parte.
El problema es que ni ese análisis ni nada de lo demás resulta especialmente original. A estas alturas, y ocho temporadas de 'Élite' después, ya hemos visto muchas secuencias de cuerpos bonitos teniendo sexo, mucha cámara lenta y mucha estética de videoclip para darnos un chute y una sobredosis de belleza juvenil.
De hecho, la subtrama LGTBIQ+ entre el jugador argentino y uno de los chicos que se niegan a sí mismos es el mejor ejemplo de que este cuento ya nos lo han contado y que, a estas alturas, una serie en la que se plantea si un deportista es libre de decir que es gay resulta, si no inútil (desgraciadamente la homofobia sigue campando a sus anchas en esos entornos) sí algo pasada de rosca.
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Analizar en exceso 'Olympo', sus interpretaciones o sus giros de guion, dispuestos a enganchar al más alérgico a la ficción teen, sería inútil. Nadie rueda un (en este caso Jan Matheu, Laia Foguet e Ibai Abad, sus creadores) un drama deportivo adolescente con la intención de inventar la rueda. El espectador que acuda a ella tampoco espera ver 'El club de los cinco' o 'American Graffiti', aproximaciones 'de qualité' al universo de las hormonas revolucionadas.
Si 'Élite', con la que es inevitable establecer un punto de conexión, logró convertirse en un placer culpable, fue porque en España nunca se había rodado una serie adolescente con un presupuesto tan holgado y una ambición tan clara por darle a su público objetivo lo que quería. Sin tapujos y sin vergüenza.
Que 'Olympo' haga lo mismo siete años después, pese a cambiar el foco al mundo deportivo, es un 'déjà vu' que hará que la serie guste dependiendo de la afición del espectador a este tipo de productos.
Volviendo a lo que decíamos sobre Bernardeau, la nueva serie deportivo juvenil de Netflix es una gran oportunidad (atentos, directores de cásting) para averiguar quiénes serán los nuevos actores y actrices de relumbrón en el audiovisual español. Para todo lo demás, 'Olympo' es una 'carrera' más; una competición en la que da más o menos igual quién gane porque ya hemos participado en muchas iguales.
Hubo un tiempo en el que los adolescentes reales se parecían a los niños de 'Verano Azul' y la sociedad de la Transición se echaba las manos a la cabeza cuando decían palabrotas (hasta esa palabra resulta naif hoy día). Una década y media más tarde, 'Compañeros' fue un paso más allá con los amoríos de Quimi y Valle y el también candoroso (aunque no tanto como el 'No nos moverán' de Julia y su guitarra) 'No te fallaré'.