Picasso, más allá del genio: misoginia, infidelidad y maltrato
Se le considera el artista más importante del siglo XX, pero también ha pasado a la historia como un narcisista que temía a las mujeres tanto como creía amarlas
Ha sido caracterizado por muchos como un misógino, un matón que ponía a 'sus' mujeres en un pedestal para luego derribarlas, un hombre que temía, además de desear, el cuerpo femenino y que era un marido, amante e incluso abuelo egoísta, exigente y narcisista. Más allá de su magnífica obra, a Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Mártir Patricio Clito Ruiz y Picasso se le puede estudiar también por la relación con las numerosas mujeres de su vida.
Indudable genio con los pinceles, los estudiosos del pintor español coinciden en que hizo muchísimo daño a las mujeres a las que supuestamente amó, a quienes también trató de forma tiránica y despiadada. Fuentes de inspiración y objeto de deseo, iba hilvanando amantes y esposas, siendo infiel si no a todas, a casi todas ellas.
Picasso definió los aspectos eróticos y emocionales de su expresión creativa a lo largo de su carrera con las siete mujeres más importantes de su vida: Fernande Olivier, Eva Gouel, Olga Khokhlova, Marie-Thérèse Walter, Dora Maar, Françoise Gilot y Jacqueline Roque.
Durante la Primera Guerra Mundial, de 1914 a 1918, el artista trabajó en Roma, donde conoció a su primera esposa, Olga Khokhlova, una bailarina de ballet rusa. Olga dominó la composición de Picasso desde 1917 hasta la década de 1920. Al principio de su relación, en 1918, Picasso pintó elegantes retratos de ella como 'Olga pensativa' u 'Olga en un sillón'.
Pero tras el nacimiento de su hijo, Paulo, la relación se deterioró –debido al maltrato físico y a las infidelidades de él– y Picasso inició un romance con una joven, Marie-Thérèse Walter, de tan solo 17 años cuando él tenía ya 45. Ella se convirtió en su nueva musa y todas sus composiciones mostraban expresiones de desenfreno sexual y surrealismo. Con Walter tuvo una hija, Maya, que también aparece en sus cuadros. Al enterarse Olga del embarazo de Marie-Thérèse se fue a vivir lejos de Picasso, sin embargo no se divorciaron por cuestiones religiosas y permanecieron unidos en matrimonio hasta la muerte de ella en 1955 a causa de un cáncer. Esta relación terminó pronto; al año de nacer su hija, Pablo conoció a la pintora y artista francesa Dora Maar, con la que inició una relación.
A diferencia de los retratos de Walter, los cuadros de Dora eran más intensos y turbulentos. La razón no era otra que la simultaneidad de las dos relaciones de Pablo Picasso con Walter y Maar. Estuvieron juntos casi nueve años. Dora era una gran fotógrafa que documentó la realización de la obra de 'El Guernica' por parte de Picasso, sin embargo acabó abandonando este arte por otros y, en 1945, cuando Picasso comenzó su idilio con Françoise estaba tan emocionalmente destrozada que no pudo sobreponerse a ese abandono. Dora terminó sus días sumida en una profunda depresión y, tras su muerte en 1997, legó todas sus posesiones a su padre y a un monje que recibieron una totalidad de 130 Picassos y la mayoría de sus fotografías.
Con la posible excepción de Françoise Gilot, que tuvo el valor de disentir de la mentalidad controladora de Picasso y abandonar al artista con sus dos hijos, el pintor tuvo una relación desgraciada con todas sus mujeres. Tanto Marie-Thérèse como Jacqueline Roque, su última musa y segunda esposa a la que conoció cuando ella tenía 26 años y él 72, se suicidaron. Y cuando el nieto del artista, Pablito, fue rechazado en el funeral de su abuelo por Jacqueline, también acabó con su propia vida.
Picasso las enamoraba y, en muchos casos, también les arruinaba la vida, no era fácil convivir con un hombre al que todos trataban de genio pero que además era 'el macho alfa' por antonomasia. Su modus operandi era siempre el mismo: al principio de cualquier relación, representaba retratos bellos e íntimos a los que seguían lienzos melancólicos al final.
En sus memorias, Marina Picasso, la controvertida nieta del pintor, detalla contundentemente el modo en que el malagueño absorbía la esencia de las mujeres de su vida: "Las sometía a su sexualidad animal, las domesticaba, las hechizaba, las devoraba y las aplastaba en sus lienzos. Después de pasar muchas noches extrayendo su esencia, una vez desangradas, se deshacía de ellas".
Una definición cercana al maltrato que no se anula cuando se lee lo que Arianna Huffington escribió y publicó en 1988 en su libro 'Picasso: creador y destructor'. En sus páginas se asegura que el pintor y escultor malagueño quemaba con cigarrillos a Marie-Thérèse, a la que, además, llevó de vacaciones hospedándola (aprovechándose de su corta edad) en un campamento de verano para niñas, ya que de ese modo se alimentaba su ego al romper el tabú de estar con una menor. En las páginas de este libro también se recoge que, durante el tiempo que duró su relación, golpeaba con frecuencia a Dora Maar hasta dejarla inconsciente, y son varios los testigos que afirmaban haber presenciado las palizas a las que Picasso sometía a la fotógrafa y artista.
Ha sido caracterizado por muchos como un misógino, un matón que ponía a 'sus' mujeres en un pedestal para luego derribarlas, un hombre que temía, además de desear, el cuerpo femenino y que era un marido, amante e incluso abuelo egoísta, exigente y narcisista. Más allá de su magnífica obra, a Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Mártir Patricio Clito Ruiz y Picasso se le puede estudiar también por la relación con las numerosas mujeres de su vida.
Indudable genio con los pinceles, los estudiosos del pintor español coinciden en que hizo muchísimo daño a las mujeres a las que supuestamente amó, a quienes también trató de forma tiránica y despiadada. Fuentes de inspiración y objeto de deseo, iba hilvanando amantes y esposas, siendo infiel si no a todas, a casi todas ellas.